Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 12 de agosto de 2015

Formación para Catequistas: Jesucristo, el Hombre-Dios, comunica su gracia a través de los Sacramentos


Jesucristo es el Hombre-Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; es Dios Hijo encarnado en una naturaleza humana.
Se encarnó en María Virgen para salvarnos y para conducirnos a la vida eterna. En esto consiste su Misterio de Redención: en que sufrió la Pasión y Muerte en Cruz para salvarnos y para llevarnos al Reino de los cielos.


¿De qué nos salva Jesús con su muerte en cruz?
De un triple peligro mortal para nuestras almas:
Del pecado;
del mundo;
del Demonio.
Es su Sangre, derramada en la cruz, la que nos salva de este triple peligro mortal:
-por su Sangre Preciosísima, Jesucristo nos salva del pecado, porque su Sangre lava, limpia, quita los pecados de mi alma;
-nos salva del mundo, porque con su Sangre nos concede la gracia santificante, que nos santifica con su propia santidad;
-nos salva del Demonio, porque quien está bañado en la Sangre del Cordero, es hecho partícipe de su propia santidad y es revestido de su misma fortaleza, y por eso el Demonio huye de su presencia; además, quien muere en gracia, no sólo se salva de Infierno y del Demonio, sino que es conducido al Reino de los cielos.


Por eso nos preguntamos: si Jesús nos salva con su Sangre Preciosísima, derramada en la cruz, ¿cómo hacemos nosotros, que vivimos en el siglo XXI, para quedar bañados en su Sangre y revestidos de su gracia?


La respuesta es: a través de los Sacramentos, porque los Sacramentos nos transmiten la gracia santificante, que brota de su Corazón traspasado en la cruz.


Ésa es la razón por la cual no da lo mismo recibir o no recibir un Sacramento: quien recibe un Sacramento, recibe la gracia santificante; quien no lo recibe, no recibe la gracia santificante y queda sustraído, por libre voluntad, del poder salvífico y redentor de Jesucristo.
Para comprender la razón de porqué NO ES lo mismo recibir un Sacramento o no recibirlo, es necesario comprender primero qué es el Sacramento  y que el Sacramento es la “unión” entre el Sacrificio en Cruz de Jesucristo el Redentor, con nuestras almas, separadas por el tiempo -21 siglos- y el espacio –miles de kilómetros-, del Sacrificio del Calvario.


En otras palabras, sino existieran los Sacramentos, no tendríamos posibilidad alguna de alcanzar la gracia santificante, que se nos comunica con la Sangre que brota del Corazón traspasado de Jesús.
Los Sacramentos son la extensión de la Humanidad gloriosa del Salvador, que de esta manera nos alcanza, en el tiempo y en el espacio, para concedernos su gracia santificante.
Un Sacramento no es un rito externo vacío: es un “signo sensible, instituido por Nuestro Señor Jesucristo, que PRODUCE la gracia en nuestras almas”, que así quedan santificadas.


Que el Sacramento “PRODUZCA” la gracia, quiere decir que CREA la gracia –propia de cada Sacramento-, y la gracia nos hace partícipes de la vida divina de Dios Uno y Trino.
Puesto que Dios es Tres Veces Santo, la gracia recibida a través de los Sacramentos, nos SANTIFICA, nos hace santos, como Dios es Santo.
Esta santificación, se obtiene por la gracia, PRODUCIDA Y TRANSMITIDA por los Sacramentos.
Sin los Sacramentos, no hay posibilidad alguna de santificación y el alma queda bajo el dominio de sus enemigos mortales: el pecado, el mundo y el Demonio.
Los Sacramentos comunican la gracia –que proviene de la Sangre del Corazón traspasado de Jesús-, y la gracia es un don interno que viene a nuestra alma y la embellece con la misma belleza de Dios.
Para darnos una idea de un alma sin Sacramentos, a un alma con Sacramentos, Nuestro Señor Jesucristo utilizó diversas figuras, como por ejemplo, la Vid y los sarmientos: la Vid es Él, los sarmientos somos nosotros, y así como un sarmiento injertado en la vid, comienza a recibir su savia y vive, dando frutos –la uva-, así el alma que es injertada en Cristo, Vid Verdadera, por el Sacramento, recibe su gracia y vive con la vida de Dios Trino y produce frutos de santidad.
Por el contrario, quien no recibe el Sacramento, es como el sarmiento que se seca y que sólo sirve para “ser arrojado al fuego” (cfr. Jn 15, 5ss).


Otras figuras de los Sacramentos: una fuente que mana agua cristalina y pura; el sol que ilumina; un bosque frondoso, el grano de mostaza; etc.


“Como busca el ciervo corrientes de agua, así mi alma 
te busca a Ti, Dios mío” (Sal 41).


La gracia viene a nosotros por primera vez por el Sacramento del Bautismo, se acrecienta por el Sacramento de la Eucaristía, se pierde por el pecado mortal, y se recupera por el Sacramento de la Penitencia.

Por todas estas razones, no es lo mismo recibir un Sacramento, que no recibirlo.

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