Catecismo
para Niños de Primera Comunión[1]
- Lección 30 – El Sacramento de la Confesión o Penitencia
Doctrina
¿Qué
es el Sacramento de la Confesión o Sacramento de la Penitencia? Es el sacramento que nos perdona los pecados
cometidos después del Bautismo.
¿Cuándo
recibimos el Sacramento de la Penitencia? Cuando nos confesamos bien, y recibimos la absolución.
¿Cuántas
cosas son necesarias para confesarnos bien? Son necesarias cinco cosas: Examen de conciencia, contrición de corazón,
propósito de enmienda, confesión de boca o auricular y satisfacción de obra
(cumplir con la penitencia impuesta por el confesor).
¿Qué
es examen de conciencia? Es
recordar los pecados no confesados. Al empezar el examen oremos así: “Señor,
dadme luz y gracia para conocer mis pecados y arrepentirme de ellos”, luego
pensar si hemos cumplido o no los Mandamientos de Dios, con nuestro deber de
estado, si contestamos mal, si hicimos pereza para hacer lo que debíamos hacer,
etc.
¿Qué
es contrición de corazón? Es un
dolor o pesar del alma por el que aborrecemos los pecados cometidos y
proponemos no volver a cometerlos jamás.
¿Qué es propósito de enmienda?
Es estar firmemente decidido a nunca jamás ofender a Dios gravemente y a huir
de las ocasiones de pecar. Conviene recordar el ejemplo de Santo Domingo Savio,
el día de su Primera Comunión: “Prefiero morir, antes que pecar”. Santo Domingo
Savio prefería morir, antes que perder la gracia por un pecado mortal (o venial
deliberado).
¿Qué es confesión de boca o
auricular? Es manifestar, sin engaño ni mentira, todos los
pecados mortales al confesor, con intención de cumplir la penitencia. Debemos
confesar con nuestra boca, con voz audible y clara, y en el oído del confesor
(eso significa auricular). Esto quiere decir que, por un lado, no está
permitido hablar de manera que el confesor no entienda lo que decimos y, por
otro lado, implica que debemos confesar absolutamente todos los pecados, sobre
todo los mortales –estos últimos, con especie y número- y que no debemos
callarnos ningún pecado por vergüenza. Si callamos un pecado por vergüenza, ese
pecado no queda perdonado y, además, toda la confesión es inválida, debiéndola
hacer nuevamente. Es distinto si, cuando nos confesamos, nos olvidamos un
pecado: si no confesamos un pecado por olvido, no hay ningún problema, y lo que
debemos hacer, es confesarlo en la próxima confesión. Aunque no estamos
obligados a confesar los pecados veniales, es bueno y provechoso hacerlo, de
manera de recibir la gracia para estar más fortalecidos espiritualmente.
Recordemos que los pecados veniales se perdonan con la confesión que se hace al
inicio de cada misa, y con la comunión eucarística. El que cae en pecado
mortal, debería confesarse lo antes posible, y si no es posible, debe hacer un
acto de perfecta contrición con propósito de enmendarse y confesarse cuando y
como lo manda la Santa Madre Iglesia.
¿Qué es satisfacción de obra? Es cumplir la penitencia impuesta por el confesor. Por
ejemplo, rezar un Padrenuestro, hacer alguna obra de caridad, leer un párrafo
del Evangelio, etc.
Explicación
El
Padre Pío de Pietralcina, confesando.
El
origen del Sacramento de la Confesión o Penitencia, se encuentra en Nuestro
Señor Jesucristo, puesto que Él dio a sus apóstoles el poder de perdonar los
pecados y lo hizo con estas palabras: “Recibid el Espíritu Santo: A quienes
perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis,
les serán retenidos” (Jn 20, 21-23).
Un
ejemplo de contrición perfecta del corazón, es decir, de dolor intenso y vivo
de los pecados cometidos, es Santa María Magdalena, la cual baña con sus
lágrimas de arrepentimiento los pies de Jesús (cfr. Lc 7, 38). Otro ejemplo es el del hijo pródigo quien, echándose en
los brazos de su padre, recibe de él su perdón y su amor, luego de confesarle
su falta: “Padre, pequé contra el cielo y contra Ti” (Lc 15, 21).
Cuando
una persona calla, por vergüenza, sus pecados, hace una mala confesión, comete
un sacrilegio, no se le perdona ninguno de los pecados que confesó y además
sale del confesionario con un pecado más de los que ya tenía.
Por
el contrario, cuando una persona se confiesa bien, el demonio huye de esta
persona y su ángel de la guarda adorna su alma con la vestidura de la gracia.
Práctica:
Si tuviera la desgracia de cometer alguna vez un pecado mortal, lo mejor sería
confesarlo en seguida. No vivas intranquilo y con peligro de morir desdichado.
Palabra de Dios:
“Si el malvado se retrae de su maldad y guarda todos mis mandamientos y hace lo
que es recto y justo, vivirá y no morirá” (Ez 18, 21-22).
Ejercicios bíblicos:
Jn 20, 21-23; 2 Cor 5, 18; Lc 5, 21-22;
1 Jn 1, 9.
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