Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 29 de julio de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 30 – El Sacramento de la Confesión o Penitencia

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 30 – El Sacramento de la Confesión o Penitencia
Doctrina
¿Qué es el Sacramento de la Confesión o Sacramento de la Penitencia? Es el sacramento que nos perdona los pecados cometidos después del Bautismo.
¿Cuándo recibimos el Sacramento de la Penitencia? Cuando nos confesamos bien, y recibimos la absolución.
¿Cuántas cosas son necesarias para confesarnos bien? Son necesarias cinco cosas: Examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de enmienda, confesión de boca o auricular y satisfacción de obra (cumplir con la penitencia impuesta por el confesor).
¿Qué es examen de conciencia? Es recordar los pecados no confesados. Al empezar el examen oremos así: “Señor, dadme luz y gracia para conocer mis pecados y arrepentirme de ellos”, luego pensar si hemos cumplido o no los Mandamientos de Dios, con nuestro deber de estado, si contestamos mal, si hicimos pereza para hacer lo que debíamos hacer, etc.
¿Qué es contrición de corazón? Es un dolor o pesar del alma por el que aborrecemos los pecados cometidos y proponemos no volver a cometerlos jamás.
¿Qué es propósito de enmienda? Es estar firmemente decidido a nunca jamás ofender a Dios gravemente y a huir de las ocasiones de pecar. Conviene recordar el ejemplo de Santo Domingo Savio, el día de su Primera Comunión: “Prefiero morir, antes que pecar”. Santo Domingo Savio prefería morir, antes que perder la gracia por un pecado mortal (o venial deliberado).
¿Qué es confesión de boca o auricular? Es manifestar, sin engaño ni mentira, todos los pecados mortales al confesor, con intención de cumplir la penitencia. Debemos confesar con nuestra boca, con voz audible y clara, y en el oído del confesor (eso significa auricular). Esto quiere decir que, por un lado, no está permitido hablar de manera que el confesor no entienda lo que decimos y, por otro lado, implica que debemos confesar absolutamente todos los pecados, sobre todo los mortales –estos últimos, con especie y número- y que no debemos callarnos ningún pecado por vergüenza. Si callamos un pecado por vergüenza, ese pecado no queda perdonado y, además, toda la confesión es inválida, debiéndola hacer nuevamente. Es distinto si, cuando nos confesamos, nos olvidamos un pecado: si no confesamos un pecado por olvido, no hay ningún problema, y lo que debemos hacer, es confesarlo en la próxima confesión. Aunque no estamos obligados a confesar los pecados veniales, es bueno y provechoso hacerlo, de manera de recibir la gracia para estar más fortalecidos espiritualmente. Recordemos que los pecados veniales se perdonan con la confesión que se hace al inicio de cada misa, y con la comunión eucarística. El que cae en pecado mortal, debería confesarse lo antes posible, y si no es posible, debe hacer un acto de perfecta contrición con propósito de enmendarse y confesarse cuando y como lo manda la Santa Madre Iglesia.
¿Qué es satisfacción de obra? Es cumplir la penitencia impuesta por el confesor. Por ejemplo, rezar un Padrenuestro, hacer alguna obra de caridad, leer un párrafo del Evangelio, etc.
Explicación

El Padre Pío de Pietralcina, confesando.
El origen del Sacramento de la Confesión o Penitencia, se encuentra en Nuestro Señor Jesucristo, puesto que Él dio a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados y lo hizo con estas palabras: “Recibid el Espíritu Santo: A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos” (Jn 20, 21-23).
Un ejemplo de contrición perfecta del corazón, es decir, de dolor intenso y vivo de los pecados cometidos, es Santa María Magdalena, la cual baña con sus lágrimas de arrepentimiento los pies de Jesús (cfr. Lc 7, 38). Otro ejemplo es el del hijo pródigo quien, echándose en los brazos de su padre, recibe de él su perdón y su amor, luego de confesarle su falta: “Padre, pequé contra el cielo y contra Ti” (Lc 15, 21).
Cuando una persona calla, por vergüenza, sus pecados, hace una mala confesión, comete un sacrilegio, no se le perdona ninguno de los pecados que confesó y además sale del confesionario con un pecado más de los que ya tenía.
Por el contrario, cuando una persona se confiesa bien, el demonio huye de esta persona y su ángel de la guarda adorna su alma con la vestidura de la gracia.
Práctica: Si tuviera la desgracia de cometer alguna vez un pecado mortal, lo mejor sería confesarlo en seguida. No vivas intranquilo y con peligro de morir desdichado.
Palabra de Dios: “Si el malvado se retrae de su maldad y guarda todos mis mandamientos y hace lo que es recto y justo, vivirá y no morirá” (Ez 18, 21-22).
Ejercicios bíblicos: Jn 20, 21-23; 2 Cor 5, 18; Lc 5, 21-22; 1 Jn 1, 9.



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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