Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

domingo, 10 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”


(Domingo XXIX –TO – Ciclo A – 2014)
         El Evangelio de hoy nos cuenta de una vez que Jesús venía caminando sobre el agua, y los amigos de Jesús, que estaban en el barco, cuando lo vieron que venía caminando sobre el agua, se asustaron mucho y comenzaron a gritar, porque creían que era un fantasma. Además, había mucho viento y las olas del mar eran muy altas, y la barca se movía para muchos lados y como entraba mucha agua, parecía que estaban por hundirse.
Entonces Jesús, como veía que sus amigos estaban con mucho miedo, les dijo que se tranquilizaran, que era Él y que no tenían nada de qué temer: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”. Después, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, si eres Tú, mándame a ir a tu encuentro sobre el agua”. Y Jesús le dijo que fuera junto a Él: “Ven”. Entonces Pedro comenzó a caminar sobre el agua. Como al principio Pedro tenía mucha fe en Jesús, cuando empezó a caminar en el agua, no se hundió, sino que para Pedro era como caminar en tierra firme, pero después, empezó a sentir el viento, que soplaba muy fuerte –representaba al diablo, que le decía que no creyera en Jesús-, y ahí Pedro empezó a vacilar en su fe en Jesús, y ahí fue cuando comenzó a hundirse, entonces Pedro dio un grito pidiendo auxilio a Jesús: “Señor, sálvame”. Y Jesús, que estaba a su lado, extendió la mano y no dejó que se siguiera hundiendo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, como diciéndole: “Si Yo estoy a tu lado, ¿por qué gritas como si Yo no estuviera?”. Entonces, Jesús lo hizo subir a la barca a Pedro, sano y salvo, y también Jesús le ordenó al viento y al mar que se calmasen.
Luego, Pedro y los amigos de Jesús, se arrodillaron delante de Jesús y lo adoraron, porque se dieron cuenta que Jesús no era un fantasma, como ellos creían al principio, sino que, iluminados por el Espíritu Santo, supieron que Jesús era el Hombre-Dios, porque solo Dios hecho hombre tenía el poder de hacer todos esos milagros que había hecho Jesús: caminar sobre las aguas, hacer que Pedro caminara sobre las aguas, y calmar al viento y al mar. Esto nos enseña el Evangelio de hoy: Jesús no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, y Él está vivo y lleno de la gloria y de la luz de Dios, con su Cuerpo de luz y con su Corazón lleno del Amor de Dios, en la Eucaristía, esperándonos en el sagrario, para que vayamos a visitarlo y a decirle que nosotros, como Pedro y los discípulos, creemos que Él no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, que está escondido ahí, en el sagrario, en algo que parece pan, pero ya no es más pan, sino que es la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. También nosotros, como Pedro, le decimos a Jesús en la Eucaristía: “Jesús, Tú eres Dios en la Eucaristía, mándame a ir a Ti, porque quiero recibir tu Amor”.

Y al ir a recibir la comunión, no tenemos que dudar de que Jesús es Dios en la Eucaristía, que está ahí para darnos todo su Amor.

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