(Domingo
XXIX –TO – Ciclo A – 2014)
El Evangelio de hoy nos cuenta de una vez que Jesús venía
caminando sobre el agua, y los amigos de Jesús, que estaban en el barco, cuando
lo vieron que venía caminando sobre el agua, se asustaron mucho y comenzaron a
gritar, porque creían que era un fantasma. Además, había mucho viento y las
olas del mar eran muy altas, y la barca se movía para muchos lados y como
entraba mucha agua, parecía que estaban por hundirse.
Entonces
Jesús, como veía que sus amigos estaban con mucho miedo, les dijo que se
tranquilizaran, que era Él y que no tenían nada de qué temer: “Quédense
tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”. Después, Pedro le dijo a Jesús: “Señor,
si eres Tú, mándame a ir a tu encuentro sobre el agua”. Y Jesús le dijo que fuera
junto a Él: “Ven”. Entonces Pedro comenzó a caminar sobre el agua. Como al
principio Pedro tenía mucha fe en Jesús, cuando empezó a caminar en el agua, no
se hundió, sino que para Pedro era como caminar en tierra firme, pero después,
empezó a sentir el viento, que soplaba muy fuerte –representaba al diablo, que
le decía que no creyera en Jesús-, y ahí Pedro empezó a vacilar en su fe en
Jesús, y ahí fue cuando comenzó a hundirse, entonces Pedro dio un grito
pidiendo auxilio a Jesús: “Señor, sálvame”. Y Jesús, que estaba a su lado,
extendió la mano y no dejó que se siguiera hundiendo y le dijo: “Hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?”, como diciéndole: “Si Yo estoy a tu lado, ¿por qué
gritas como si Yo no estuviera?”. Entonces, Jesús lo hizo subir a la barca a
Pedro, sano y salvo, y también Jesús le ordenó al viento y al mar que se
calmasen.
Luego,
Pedro y los amigos de Jesús, se arrodillaron delante de Jesús y lo adoraron, porque
se dieron cuenta que Jesús no era un fantasma, como ellos creían al principio,
sino que, iluminados por el Espíritu Santo, supieron que Jesús era el
Hombre-Dios, porque solo Dios hecho hombre tenía el poder de hacer todos esos
milagros que había hecho Jesús: caminar sobre las aguas, hacer que Pedro
caminara sobre las aguas, y calmar al viento y al mar. Esto nos enseña el
Evangelio de hoy: Jesús no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, y Él está vivo
y lleno de la gloria y de la luz de Dios, con su Cuerpo de luz y con su Corazón
lleno del Amor de Dios, en la Eucaristía, esperándonos en el sagrario, para que
vayamos a visitarlo y a decirle que nosotros, como Pedro y los discípulos,
creemos que Él no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, que está escondido ahí,
en el sagrario, en algo que parece pan, pero ya no es más pan, sino que es la
Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. También
nosotros, como Pedro, le decimos a Jesús en la Eucaristía: “Jesús, Tú eres Dios
en la Eucaristía, mándame a ir a Ti, porque quiero recibir tu Amor”.
Y
al ir a recibir la comunión, no tenemos que dudar de que Jesús es Dios en la
Eucaristía, que está ahí para darnos todo su Amor.
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