Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

domingo, 25 de abril de 2010

Esquema de Adoración para NACER



Antes de la Adoración propiamente dicha: se enseña a hacer la genuflexión: la rodilla debe tocar el suelo, la vista debe estar fija en el Sagrario.
Se explica anteriormente a la visita, a los niños y a los adolescentes, que estamos delante de Jesús, y que por lo tanto, se debe tener una actitud de respeto y de silencio.
Vamos a hablar interiormente con Jesús; con los amigos, se puede hablar una vez que salgamos del Oratorio.
La adoración será de un máximo de veinte minutos. Debe haber un guía.
Esquema de Adoración
Canto Eucarístico: Te adoramos, Hostia Divina,/ Te adoramos, Hostia de Amor…
Oración Introductoria: Nos encontramos ante la Presencia Real de Jesús. Dejemos de lado toda otra cosa, para no distraernos.
Guía: Oración de los Pastorcitos de Fátima:
“Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo; Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran ni Te aman”.
(Se dice esta oración de forma pausada, por tres veces, con breve silencio entre ellas). Breve silencio al finalizar.
Guía: Señor Jesús, Rey del cielo, vengo a visitarte.
No te veo, pero sé que estás escondido en la Eucaristía.
Vengo a decirte que te quiero mucho, y que te amo con todo el corazón.
Sé que muchas veces no me porto bien,
Pero desde ahora te prometo que voy a ser cada vez más bueno.
Oración en silencio por espacio de tres a cinco minutos. Antes de comenzar esta oración en silencio, el Guía explica a los niños que ahora tienen tiempo para hablar a Jesús con el corazón, que deben concentrarse en qué es lo que quieren decirle a Jesús.
Les explica el Guía a los niños que pueden pedir por sus papás, por sus hermanos, por sus seres queridos, por sus amigos.
Guía: Pasados los cinco minutos, retoma el Guía, recitando nuevamente la oración de adoración de los Pastorcitos de Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro, … etc.”.
Guía: Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del Amor, de la luz y de la paz,
Me despido hasta la próxima visita.
Te dejo mi corazón junto al Sagrario,
Para que lo cuides de todo mal.
Te adoro con toda mi alma.
Querido Jesús Eucaristía,
Nunca dejes que me aparte de Ti.
Guía: recita nuevamente la oración de adoración de los Pastorcitos de Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro, etc. …”.
Nuestra Señora de la Caridad, Tú que llevaste a Jesús dentro tuyo, como si fueras un Sagrario, te pido que me enseñes a amar a Jesús Eucaristía como Tú lo amas.
Señal de la cruz.
Canto Eucarístico de salida.

martes, 6 de abril de 2010

¿Cómo fue el Domingo de Resurrección?


Para saber cómo el fue el Domingo, veamos qué había pasado el Viernes Santo y el Sábado Santo.
El Viernes Santo, Jesús subió a la cruz y murió por nosotros. Después que Jesús murió, los apóstoles de Jesús bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvieron en una sábana –después se convirtió en la Sábana Santa, cuando Jesús dejó la marca de su cuerpo ahí-, y lo llevaron a un sepulcro, que estaba excavado en la piedra, y que era de José de Arimatea.
Cuando entraron en el sepulcro, como en esa época no había electricidad, y como el sepulcro era como una cueva -¿alguien entró alguna vez a una cueva?-, estaba todo muy oscuro, y por eso se tenían que alumbrar con antorchas. Dejaron el cuerpo de Jesús, y cuando se fueron, el sepulcro quedó todo oscuro y en silencio. Dentro del sepulcro, donde estaba el cuerpo muerto de Jesús, había solo oscuridad y silencio.
El cuerpo muerto de Jesús estuvo en el sepulcro todo el Viernes Santo y todo el Sábado Santo, hasta el Domingo por la mañana bien tempranito, que fue cuando Jesús resucitó.
¿Cómo fue la Resurrección de Jesús? Nosotros no la vimos, pero sí la podemos imaginar. Cuando Jesús estaba muerto, y con su cuerpo en el sepulcro que era una cueva, estaba todo oscuro, porque no había luz eléctrica en esa época. Así estuvo, en la oscuridad, dos días: el Viernes y el Sábado. Pero el Domingo a la mañana, bien tempranito, antes que empiecen a cantar los gallos, algo pasó en el sepulcro oscuro. ¿Qué pasó? Pasó que se llenó de luz, pero no de la luz de una velita, sino de una luz que era más grande que la luz del sol y de muchos soles juntos. Entremos en el sepulcro el Viernes: está todo oscuro, apenas se puede ver el cuerpo de Jesús. Entremos en el sepulcro el Sábado: igual que el Viernes. Ahora entremos el Domingo de Resurrección: del cuerpo de Jesús, que está acostado en algo que parece como si fuera una cama de piedra, de ese cuerpo, de dentro, comienza a brillar una luz, que desde su corazón se va para todo el cuerpo. La luz se hace cada vez más grande y más brillante: primero parece como la luz de una velita, que se enciende a la altura de su Corazón; después, parece la luz de una estrella, después, parece la luz del sol, después, Jesús abre los ojos, y la luz parece como si fueran cien mil soles juntos, y más brillante todavía, y esa luz es la que inunda todo el cuerpo de Jesús, hasta sus heridas. El Viernes Santo, de sus heridas del costado, de las manos y de los pies, salía sangre; ahora, el Domingo de Resurrección, sale luz, la luz de Dios.
¿Y qué pasó con la sábana? ¿Se acuerdan que cuando los discípulos habían bajado el cuerpo de Jesús lo habían envuelto en una sábana? Bueno, esa sábana, el Domingo de Resurrección, fue como quemada por la luz que salía del cuerpo de Jesús, y mientras Jesús resucitaba con su cuerpo luminoso, lleno de luz, en la Sábana –que ahora se llamaba “Sábana Santa”-, quedaba dibujada la imagen de Jesús.
La Sábana Santa, que lleva la imagen de Jesús en el momento en que resucitó, está en una ciudad de Italia, llamada Turín. Cada vez que veamos la Sábana Santa, nos acordamos que Jesús resucitó.
¿Y qué pasó después en el sepulcro? Dijimos que se llenó de luz, porque Jesús resucitó, pero después, el sepulcro quedó vacío, porque Jesús se levantó del sepulcro y se fue a aparecerse a todos en la Iglesia para que supieran que Él había resucitado. El sepulcro quedó vacío, sin el cuerpo muerto de Jesús, porque el cuerpo muerto de Jesús volvió a la vida. Pero si el sepulcro quedó vacío, hay otra loza que aloja el cuerpo no muerto sino resucitado de Jesús, y esa piedra es la piedra del altar: sobre el altar de la eucaristía, se encuentra el cuerpo vivo, glorioso, lleno de luz, de Jesús resucitado, en la Eucaristía.
Y a ese Jesús resucitado, lleno de luz, lleno de gloria, lleno de la vida de Dios, es al que recibimos en la Eucaristía, y por eso nosotros cuando comulgamos, somos como el sepulcro del Domingo de Resurrección: nos llenamos de la luz de Jesús Eucaristía.