Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

jueves, 6 de noviembre de 2014

El Evangelio para Niños: Jesús echa a latigazos a los que venden cosas en el templo


(Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán)
         El Evangelio de hoy nos muestra a un Jesús un poco extraño, o al menos, un Jesús al que pocas veces vemos así: enojado. Pero veamos porqué se enoja Jesús: se enoja porque unos señores estaban en el templo vendiendo bueyes y palomas, mientras que otros, estaban sentados en sus mesas, cambiando monedas de plata y de oro y los echa a latigazos del templo (Jn 2, 13-22). ¿Está mal hacer lo que hacían estos señores? No, no está mal vender bueyes y palomas, y tampoco está mal cambiar monedas de oro y de plata; lo que sí está mal, es el lugar donde se estos señores lo estaban haciendo: el templo de Dios. El templo es un lugar sagrado, y “sagrado” quiere decir que le pertenece a Dios; es un lugar en donde se va a hacer oración y nada más que oración. ¿Qué es “hacer oración”? Es elevar el la mente y el corazón a Dios, y el lugar ideal para hacerlo, es el templo, porque en el templo hay silencio y todo está limpio, en orden y perfumado, porque el lugar donde se hace oración, debe estar así: limpio, ordenado, perfumado, para que la oración sea más fácil hacerla. Pero no se puede hacer oración si en el templo hay algunos que traen sus animales para venderlos, porque, por un lado, esos animales –como todos los animales-, ensucian todo, porque necesitan hacer sus necesidades; además, seguramente, tienen bichitos, como garrapatas, o pulgas, o en sus pezuñas tienen barro; además, hacen sonidos propios de animales –mugidos, balidos, ladridos, etc.-, y cuando lo hacen todos juntos, se hace mucho ruido
Por todo esto es que Jesús se enoja, porque estos señores no tenían permiso de Él para vender animales en el templo de su Padre Dios, y tampoco tenían permiso para vender monedas. Tenían que hacerlo en la plaza, o en el mercado, pero no en el templo, porque el templo es solo para Dios.
Esto es lo que nos enseña el Evangelio de hoy: el templo de Dios es solo  para rezar, y no para hacer negocios. Pero hay otra cosa que también tenemos que saber: además del templo que está hecho de ladrillos, hay otro templo que tenemos que cuidar mucho, y ese templo es nuestro cuerpo, porque así lo dice la Escritura: “el cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor 6, 19). ¿Por qué? Porque cuando nos bautizaron, Dios Padre hizo que la Sangre de las heridas de Jesús en la cruz cayera sobre nuestras almas, quitándonos la mancha del pecado original, pero además, su Sangre nos dejó tan pero tan hermosa nuestra alma y nuestro cuerpo, que el Espíritu Santo dejó los cielos, adonde vivía, para venir a vivir en nosotros. ¡Y todo gracias al sacrificio de Jesús en la cruz y a su Sangre derramada por nosotros! Entonces, como nuestro cuerpo y nuestra alma son “templos del Espíritu Santo”, los tenemos que cuidar y vivir siempre la pureza del cuerpo y del alma, sin mancharlos con cosas impuras, ni con mentiras, ni con creencias que son contrarias al Catecismo de la Iglesia Católica. ¿Y cómo vamos a hacer para mantener siempre puros nuestros cuerpos y nuestras almas, para que nuestros corazones sean como nidos de luz y de amor en donde repose siempre la Dulce Paloma del Espíritu Santo?

Consagrando nuestras vidas al Inmaculado Corazón de María, para que Ella los guarde dentro de su Purísimo Corazón durante toda nuestra vida en la tierra y los mantenga limpios y puros, como es Ella, para que cuando pasemos a la otra vida, la vida eterna, podamos ver a Jesús cara a cara, ¡para siempre! 

sábado, 25 de octubre de 2014

La Misa explicada a monaguillos Parte 2


         ¿Qué es la Misa?
         La Misa es un sacrificio.
         ¿Qué es un sacrificio?
         Es la ofrenda que se hace a Dios para pedir un favor o en reconocimiento de su majestad. Es el esfuerzo que alguien hace para conseguir algo o para favorecer a alguien.
         ¿Por qué la Misa es un sacrificio?
         Porque en la Misa es Jesús el que le ofrece a Dios su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en nombre de todos nosotros. Lo hace por cuatro fines: para adorar a Dios Uno y Trino –se llama “fin latréutico o de adoración”-; para darle gracias –se llama “fin eucarístico o de acción de gracias”-; para pedir perdón por nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del Purgatorio –se llama “fin propiciatorio”- y para interceder por nosotros y alcanzar las gracias que necesitamos –se llama “fin impetratorio o de petición”-. Entonces, resumiendo, estos son los cuatro fines del sacrificio de Jesús en la Misa: adoración, acción de gracias, propiciación, petición.
         ¿Qué clase de sacrificio hace Jesús en la Misa?
         En la Misa, Jesús hace el mismo Sacrificio de la Cruz, solo que de modo incruento, que quiere decir, sin derramamiento de sangre, e invisible. Es decir, nosotros no lo vemos, porque está oculto detrás de lo que parece ser pan y vino, pero que después de las palabras de la consagración, ya no son más pan y vino, sino su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Jesús en la Misa, hace lo mismo que hace en el Calvario: entrega su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en la Cruz.
         ¿Tiene algo que ver la Misa con el Sacrificio de Jesús en la Cruz del Viernes Santo?
         Sí, tiene mucho que ver, porque la Misa es ese mismo Sacrificio de la Cruz del Viernes Santo, y no otra cosa. Puesto que nadie se salva si no es por la Cruz de Jesús, por la Misa, el sacrificio de la cruz de Jesús se presente para nosotros, misteriosamente, de modo invisible, para que también nosotros alcancemos la salvación que nos consiguió Jesús por su sacrificio. Si no hubiera Misa, no tendríamos forma de salvarnos, porque no podríamos alcanzar la Cruz de Jesús. Porque hay Misa, hay Cruz, porque en la Misa, baja desde el cielo, invisible y misteriosamente, Jesús en la Cruz, para que podamos salvarnos. Es por esto que la Misa tiene mucho que ver con la Cruz: es el mismo y único Sacrificio de la Cruz, al punto que uno de sus nombres es: “Santo Sacrificio del Altar”.

Preguntas:
1. ¿Qué es un sacrificio?
2. ¿Por qué la Misa es un sacrificio?
3. ¿Qué ofrece Jesús a Dios en la Misa?
4. ¿Tiene algo que ver la Misa con el Sacrificio de Jesús en la Cruz?

viernes, 17 de octubre de 2014

El Evangelio para Niños: “Den al César las pasiones y a Dios los corazones”



"Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"


(Domingo XXIX – TO – Ciclo A – 2014)
         En este Evangelio, unos señores le llevan una moneda de plata, que tenía dibujada la cara del emperador de Roma –se llamaba Tiberio- y le preguntan si estaba bien pagarle con esa moneda al emperador. En realidad, lo que querían estos señores, era tenderle una trampa a Jesús, porque si Jesús decía que había que pagar, entonces lo iban a acusar de que Él estaba de parte de los romanos y en contra de los hebreos; si decía que no había que pagar, también lo iban a acusar lo mismo, porque entonces iban a decir que Jesús andaba diciendo que no había que pagar los impuestos al emperador de Roma. O sea que, ya sea que Jesús respondiera que sí había que pagar, o que no había que pagar con la moneda de plata que tenía dibujada la cara del emperador romano Tiberio, lo iban a acusar de todos modos.
         Pero la respuesta que les da Jesús los deja calladitos a todos. Jesús les dice: “¿De quién es ésa figura y inscripción?”. Y ellos le dijeron: “Es del César”. Entonces Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y así Jesús los dejó a todos callados, porque de esa manera, nos enseña, a ellos y a nosotros, que hay que pagar los impuestos y que hay que obedecer a las autoridades civiles de la Patria, siempre y cuando no se opongan a la Ley de Dios.
         Pero hay otra cosa que también nos enseña Jesús cuando nos dice: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, porque el “César” es también el mundo, que ha sido vencido para siempre por Jesús en la cruz; entonces, al César hay que darle todo lo que no nos sirve para entrar en el cielo y es el hombre viejo y todo lo que hay en el hombre viejo: los pecados, las malas inclinaciones, los malos deseos, los malos pensamientos, las malas obras y cualquier cosa que nos aleje de Dios; a Dios, en cambio, hay que darle lo que le pertenece: nuestro corazón, renovado por la gracia, y con él, todo lo que somos y lo que tenemos, junto con nuestros seres queridos, los papás, los hermanos, los abuelos, los amigos, y se lo damos a través del Corazón Inmaculado de María, porque así nos aseguramos que Dios lo recibirá, ya que Dios nunca rechaza nada de lo que María le da.
“Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Al César le pertenecen las pasiones, a Dios los corazones. Le demos al César nuestras pasiones, para que queden vencidas, junto al mundo, pisados y vencidos bajo la cruz, y le demos a la Virgen nuestros corazones, para que Ella se los dé a Nuestro amado Dios Jesús.




La Misa explicada a monaguillos Parte 1


La Adoración del Cordero místico

(Jan Van Eyck)

            ¿Qué es la Misa?
            Es un misterio,
            ¿Qué es un misterio?
Un misterio es algo que no vemos con los ojos, porque es invisible, pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe.
            ¿Qué misterio pasa en la misa?
            En la Misa pasa el “misterio de la Fe”.
            ¿Cuál es el “misterio de la Fe”?
            Es el misterio por el que, por el poder de Dios que pasa a través del sacerdote, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. por eso, cuando el sacerdote se arrodilla después de la consagración, se levanta y dice, mirando a la Eucaristía: “Éste es el misterio de la Fe”.
            El “misterio de la Fe”, el misterio invisible que sucede en la Misa, es que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Y como Jesús se llama también “Cordero de Dios”, el misterio de la Misa es que sobre el altar, después de la consagración, aparece, invisible, en la Eucaristía, el Cordero de Dios. Con esta lámina que vemos aquí abajo, que se llama “La Adoración del Cordero místico”, del artista belga Jan Van Eyck, podemos representarnos el “misterio de la Fe”, el misterio invisible de la Santa Misa.

Preguntas:
1. ¿Qué es la Misa?
2. ¿Qué es un misterio?
3. ¿Qué misterio pasa en la Misa?
4. ¿Qués es el "misterio de la Fe"? Explícalo con tus palabras.

viernes, 3 de octubre de 2014

El Evangelio para Niños: “Los viñadores malos que se querían quedar con la viña que no era de ellos”

  


(Domingo XXVII – TO Ciclo A – 2014)

Jesús nos cuenta una parábola en la que el dueño de una viña le dijo a unos trabajadores que fueran a trabajar mientras él se iba de viaje, y que él les iba a mandar a sus criados para que les mandaran el vino que saliera de las uvas exprimidas, cuando él volviera del viaje. Los trabajadores le dijeron que sí, pero como eran malos y eran muy codiciosos –codiciosos quiere decir que son ladrones, es decir, que se apropian de lo que no les pertenece, porque querían quedarse con la viña que no era de ellos-, escucharon la voz del diablo que les decía que no le hicieran caso al dueño de la vid, que no les dieran nada a los criados, y si éstos insistían, que los golpearan, y si seguían insistiendo, que los mataran, para quedarse con la viña.
Los malos trabajadores, que también eran perezosos, le hicieron caso al diablo, y cuando llegaron los criados a pedirles el vino de parte del patrón, les pegaron primero y los mataron después. El patrón se apenó mucho, pero pensó que si mandaba a su hijo, se iban a arrepentir de su mala conducta y que le iban a dar lo que le correspondía, que era el vino de la vid, pero los malos trabajadores, lejos de arrepentirse, golpearon también al hijo del dueño, lo sacaron fuera de la vid, y también lo mataron.

¿Quiénes son estos malos trabajadores? El Pueblo Elegido, que el Viernes Santo, lo sacó fuera de Jerusalén, y lo crucificó en el Monte Calvario. Pero también podemos ser nosotros, cuando, con nuestros pecados, crucificamos a Jesús, porque también nosotros somos como los malos viñadores, como esos viñadores homicidas, que no solo no dan frutos, sino que dan muerte al hijo del dueño de la vid, que es Cristo Jesús, y eso pasa cuando cometemos pecados. Por eso es que tenemos que proponernos, no solo no cometer ningún pecado mortal, sino también, ningún pecado venial deliberado, y tenemos que proponernos vivir siempre en estado de gracia santificante, para que seamos viñadores que den frutos de santidad, de uno, de cien, de mil por mil, para que el Dueño de la Vid, que es Dios Padre, cuando regrese del viaje, es decir, el Día del Juicio Final, nos dé la paga por nuestro trabajo en su viña, que es la Iglesia, y la paga es su mismo Hijo Jesús, y así seremos felices junto a Él, contemplándolo por toda la eternidad.

sábado, 13 de septiembre de 2014

El Evangelio para Niños: “Perdona 70 veces multiplicado por 7”



(Domingo XXIV – TO - Ciclo A – 2014)
         Una vez, Pedro le preguntó a Jesús si estaba bien perdonar siete veces a un hermano que le hiciera algo malo (el siete era el número perfecto para los hebreos). Pedro creía, como todos los hebreos, que con perdonar hasta siete veces, ya era bastante, y por eso se sorprendió mucho cuando Jesús le dijo: “No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Hagamos la cuenta y multipliquemos setenta por siete, a ver cuánto nos da: cuatrocientos noventa. No quiere decir que cuando se llegue al cuatrocientos noventa y uno, ya no se deba perdonar más: lo que Jesús nos quiere decir, es que debemos perdonar siempre, sin importar si nuestro hermano nos sigue haciendo daño y sin importar si no nos pide perdón. Perdonar “setenta veces siete”, quiere decir perdonar “siempre”.
         ¿Por qué nos pide esto Jesús?
         Para saberlo, tenemos que ir a arrodillarnos delante de Jesús crucificado y levantar los ojos y verlo a Él, clavado con tres clavos de hierro, coronado de espinas, con su costado abierto, con la Sangre que sale de su costado, y tenemos que darnos cuenta que nosotros, con nuestros pecados, lo pusimos ahí en la cruz, y Jesús, como nos ama muchísimo, en vez de pedirle a su Papá que nos castigara, por haberle hecho tanto daño con nuestros pecados, le dijo: “Papá, perdonalos, porque no saben lo que hacen”. Pero si me fijo bien, la Virgen está de pie, al lado de Jesús, y Ella también me perdona, porque Ella hace la misma oración a Dios Padre, pidiendo que me perdone, aun cuando yo he clavado a su Hijo Jesús en la cruz con mis pecados. Y también Dios Padre me perdona, porque escucha las oraciones de Jesús y de la Virgen, y dice que sí, que nos perdona, y para que sepamos que nos perdona, nos manda a Dios Espíritu Santo, que sale en forma de paloma, por el costado abierto de Jesús, cuando el soldado romano le traspasó su Sagrado Corazón, y el Espíritu Santo es el que nos quita los pecados, nos hace ser hijos de Dios y nos conduce, en el Amor, unidos a Jesús, a la Casa de nuestro Papá del cielo.

Entonces, si Jesús, la Virgen y Dios Padre, nos perdonaron desde la cruz, porque nos aman, ¿cómo no voy a perdonar yo a mis compañeritos de escuela que me molestan, o a mis hermanos, o a cualquiera que me haga cualquier daño? Esto quiere decir Jesús cuando nos dice que perdonemos “setenta veces siete”, es decir, siempre.

domingo, 7 de septiembre de 2014

El Evangelio para Niños: “Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos”


(Domingo XXIII - TO - Ciclo A - 2014)
     En este Evangelio, Jesús nos dice qué es lo que pasa cuando dos, tres, o más personas, se ponen a rezar juntos: ¡Él mismo viene desde el cielo y se queda en medio de ellos! Así lo dice Jesús: “Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 15-20). 
Y esto quiere decir, entonces, que también viene la Virgen María, porque donde está Jesús, está la Virgen, porque Jesús y la Virgen son inseparables: adonde va Jesús, ahí va la Virgen, y adonde va la Virgen, ahí va Jesús. Entonces, si muchas personas se ponen a rezar juntas, y Jesús baja del cielo para estar junto con esas personas, la Virgen baja junto con Jesús. 
Pero también pasa otra cosa: como Jesús es el Rey de los ángeles, y como la Virgen es la Reina de los ángeles, junto con Jesús y la Virgen, vienen también, desde el cielo, los ángeles de luz, los ángeles buenos, y entonces todo el lugar en donde se reza, se llena de ángeles de luz, que iluminan las mentes y los corazones de los que rezan, con la luz de Dios. Y si vienen los ángeles, también vienen los santos, porque ellos también están en el cielo, junto con Jesús y con la Virgen, y ellos traen todavía más luz de Dios y más Amor de Dios para los que rezan. 
El Evangelio de este domingo nos hace ver entonces que es muy hermoso rezar con nuestros hermanos, porque por la oración con nuestros hermanos –con los papás, con los hermanos, con la familia, con los amigos-, vienen Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos. 
¡Qué hermoso es rezar! Rezar no es, como dicen muchos, ni aburrido, ni triste, porque, aunque no los vemos, porque son invisibles a los ojos del cuerpo, cuando rezamos, vienen y están junto a nosotros, dándonos el Amor y la luz de Dios, Jesús y la Virgen, y junto con ellos, los ángeles y los santos de Dios, porque así lo dice Jesús: Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos”. 
¡Recemos todos los días, para que todos los días, Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos, estén con nosotros, dándonos la luz y el Amor de Dios!


          

viernes, 29 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “El que me quiera seguir que cargue su cruz y me siga”


Jesús Niño con la cruz a cuestas, 
marcha camino del Calvario

(Domingo XXII – TO – Ciclo A – 2014)
En este Evangelio, Jesús nos hace una invitación: nos dice: “Si alguien me quiere seguir, que cargue su cruz y me siga”. Jesús no nos obliga a seguirlo; Él no va mandarnos un ángel para obligarnos a seguirlo; no va a mandar a un ángel para que el ángel nos obligue a que carguemos la cruz y vayamos detrás de Jesús. Jesús dice: “Si alguien quiere seguirme, que cargue su cruz y me siga”; “si alguien quiere”, es decir, Jesús nos dice: “Si alguien me ama, ése cargará su cruz y me seguirá”. Seguir a Jesús no es fácil, porque hay que cargar la cruz y hay que seguirlo por el camino del Calvario, que es un camino difícil de recorrer, porque es un camino en subida, estrecho, con rocas puntiagudas y filosas, con plantas espinosas, y si alguien se cae, se lastima, como Jesús; además, hay que caminar mucho y hay que llegar, junto con Jesús, hasta arriba, para ser crucificados junto con Él, porque solo el que es crucificado junto con Jesús, puede llegar al cielo. Solo la cruz de Jesús es la puerta abierta al cielo; nadie puede ir al cielo, sino es por la cruz de Jesús; nadie puede ir a la Casa del Padre, sino es por la cruz de Jesús; por eso, si no cargamos la cruz y si no lo seguimos a Jesús, por el camino del Calvario, no vamos a poder llegar nunca a la Casa de nuestro Papá del cielo, que es el Papá de Jesús, y que nos espera con los brazos abiertos en el cielo, para darnos nuestra habitación, la que nos tiene preparada en su Casa, que es enorme, y que tiene muchísimas habitaciones, para todos sus hijos, los hombres.

“Si alguien me quiere seguir, que cargue su cruz y me siga”. Así nos dice Jesús en el Evangelio, y así se lo dijo Jesús a Santa Rosa de Lima, una vez que se le apareció: “¡Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”. Entonces, si queremos ir al cielo, para estar junto a Jesús para siempre, le pidamos a la Mamá de Jesús, que nos ayude a llevar nuestra cruz, y le pidamos a la Virgen que haga con nosotros lo mismo que hizo con su Hijo Jesús: así como estuvo con Él, acompañándolo y cuidándolo a lo largo de todo el Calvario, y se quedó con Jesús hasta que Él murió en la cruz, le pedimos que así también haga lo mismo con nosotros, para que, muriendo en la cruz con Jesús, resucitemos junto con Él y con Él y con la Virgen vivamos, para siempre, en la Morada Santa, en las habitaciones de la Casa del Padre, que el Padre nos tiene reservadas para los que lo amamos con todas las fuerzas, con todo el ser, con toda el alma, con todo el corazón.

sábado, 23 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Tú eres el Papa y sobre Ti edificaré mi Iglesia”


(Domingo XXI – TO – Ciclo A – 2014)
         En este Evangelio, Jesús elige a Pedro como Papa y así Pedro se convierte en el primer Papa de la historia. ¿Qué función tiene el Papa? El Papa tiene la función de ser “el mismo Jesús” en la tierra. Una gran santa, que se llamaba Santa Catalina de Siena, decía que el Papa era “el dulce Cristo en la tierra”. Por eso nosotros podemos decir que, viendo al Papa, es como si viéramos al mismo Jesús en Persona. 
El Papa habla en nombre de Jesús y nos dice, de parte de Jesús, todo lo que tenemos que creer, para poder salvarnos, y sabemos que el Papa no puede equivocarse porque está siempre iluminado por el Espíritu Santo, porque esa es una promesa que le hizo Jesús a Pedro cuando lo eligió (y esa promesa era para Pedro y para todos los Papas que iban a venir, hasta el fin del mundo): “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no van a triunfar sobre mi Iglesia. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Esto es lo que se llama “in-fa-li-bi-li-dad”. Parece un trabalenguas, pero no lo es. Quiere decir que el Papa no se equivoca cuando nos habla sobre la fe y sobre cómo debemos comportarnos si queremos ir al cielo, y no se equivoca, porque, como dijimos, está asistido por el Espíritu Santo. Por eso es que nunca, pero nunca, el Príncipe de la mentira, que es el diablo, va a poder engañar al Papa, y nunca, pero nunca, le va a poder hacer decir algo que sea falso, acerca de Jesús. El diablo nunca le va a poder hacer decir al Papa que Jesús no es el Hijo de Dios, o que Jesús no se encarnó en la panza de la Virgen, o que la Virgen no es la Mamá de Jesús, o que Jesús no está en la Eucaristía, porque siempre el Espíritu Santo va a estar al lado del Papa, diciéndole al oído la Verdad acerca de Jesús, y eso es lo que quiere decir: “las puertas del infierno no van a triunfar sobre mi Iglesia”. Además, el Espíritu Santo hace que el Papa nunca se equivoque cuando dice las verdades del Catecismo: una sola fe, la fe en Nuestro Señor Jesucristo; un solo Bautismo, el Bautismo de la Iglesia Católica, y un solo Señor, Nuestro Señor Jesucristo, y eso es lo que quiere decir cuando dice: “lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Entonces, si nosotros estamos siempre unidos al Papa en la tierra -nuestro Papa actual se llama "Papa Francisco", aunque también tenemos un "Papa emérito" que se llama "Papa Benedicto XVI"-, vamos a estar seguros de que vamos a estar unidos para siempre a Jesús y a la Virgen en el cielo. ¡Amemos mucho al Papa, porque es el “dulce Cristo en la tierra”!

         

sábado, 16 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Mujer, ¡Tienes una fe muy grande!”


(Domingo XX –TO – Ciclo A – 2014)
         La Palabra de Dios nos cuenta de una mujer que tenía una hija a la que el demonio la había poseído; esta mujer no pertenecía al Pueblo Elegido, pero lo mismo creía mucho en Jesús, es decir, tenía mucha fe en Jesús. Ella sabía que Jesús tenía el poder de Dios para sacar al diablo del cuerpo de su hija, porque tenía fe en que Jesús era el Hijo de Dios, y por eso fue a pedirle a Jesús por su hija, pidiéndole a los gritos que la ayudara.
         Pero Jesús, que sabía que la mujer tenía una fe muy grande, quería que todos vieran la fe de la mujer, y por eso le hizo una prueba, y no le dio lo que quería ahí nomás, sino que le dijo que Él había venido solo para las ovejitas de Israel, y ella no pertenecía a las ovejitas de Israel. Pero la mujer no se dio por vencida y le dijo con más fe: “Señor, socórreme”. Jesús le hizo otra prueba más fuerte todavía: le dijo que ella era como un perrito, porque la comparó con un perrito, al decirle que no estaba bien darle el pan de los hijos para dárselo a los cachorros; pero la mujer no se sintió ofendida, sino que, con mucha fe –y también con mucha humildad, y también con mucho amor, porque el que tiene fe tiene humildad y amor-, le dijo: “Pero los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de los hijos”. Es decir, a la mujer no le importó que la comparara con un perrito, porque era tanto el amor que le tenía a Jesús, que le bastaba que le diera aunque sea una pequeña muestra de ese amor, mediante el milagro de la curación de su hija, expulsando al demonio que la atormentaba. Entonces Jesús, al ver la fe tan grande de la mujer, se maravilló, y la alabó, diciéndole: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumpla lo que deseas”. Y en ese instante, dice el Evangelio, su hija quedó curada, es decir, el demonio se fue de su cuerpo.

         Así, como la fe de esa mujer cananea, fuerte e inquebrantable, tiene que ser nuestra fe en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Aunque Jesús no solo no nos conceda lo que le pidamos, sino que, más aun, como a la mujer cananea, parezca ser que nos humilla, nuestra fe en su Presencia en la Eucaristía debe ser sencilla, robusta y firme como una roca. Solo entonces, Jesús nos dirá: “¡Tienes una fe muy grande!” y cumplirá nuestros deseos más profundos –como los de ir al cielo, con nuestros seres queridos, y que también se salven todos los hombres-, como cumplió los deseos de la mujer cananea.

domingo, 10 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”


(Domingo XXIX –TO – Ciclo A – 2014)
         El Evangelio de hoy nos cuenta de una vez que Jesús venía caminando sobre el agua, y los amigos de Jesús, que estaban en el barco, cuando lo vieron que venía caminando sobre el agua, se asustaron mucho y comenzaron a gritar, porque creían que era un fantasma. Además, había mucho viento y las olas del mar eran muy altas, y la barca se movía para muchos lados y como entraba mucha agua, parecía que estaban por hundirse.
Entonces Jesús, como veía que sus amigos estaban con mucho miedo, les dijo que se tranquilizaran, que era Él y que no tenían nada de qué temer: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”. Después, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, si eres Tú, mándame a ir a tu encuentro sobre el agua”. Y Jesús le dijo que fuera junto a Él: “Ven”. Entonces Pedro comenzó a caminar sobre el agua. Como al principio Pedro tenía mucha fe en Jesús, cuando empezó a caminar en el agua, no se hundió, sino que para Pedro era como caminar en tierra firme, pero después, empezó a sentir el viento, que soplaba muy fuerte –representaba al diablo, que le decía que no creyera en Jesús-, y ahí Pedro empezó a vacilar en su fe en Jesús, y ahí fue cuando comenzó a hundirse, entonces Pedro dio un grito pidiendo auxilio a Jesús: “Señor, sálvame”. Y Jesús, que estaba a su lado, extendió la mano y no dejó que se siguiera hundiendo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, como diciéndole: “Si Yo estoy a tu lado, ¿por qué gritas como si Yo no estuviera?”. Entonces, Jesús lo hizo subir a la barca a Pedro, sano y salvo, y también Jesús le ordenó al viento y al mar que se calmasen.
Luego, Pedro y los amigos de Jesús, se arrodillaron delante de Jesús y lo adoraron, porque se dieron cuenta que Jesús no era un fantasma, como ellos creían al principio, sino que, iluminados por el Espíritu Santo, supieron que Jesús era el Hombre-Dios, porque solo Dios hecho hombre tenía el poder de hacer todos esos milagros que había hecho Jesús: caminar sobre las aguas, hacer que Pedro caminara sobre las aguas, y calmar al viento y al mar. Esto nos enseña el Evangelio de hoy: Jesús no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, y Él está vivo y lleno de la gloria y de la luz de Dios, con su Cuerpo de luz y con su Corazón lleno del Amor de Dios, en la Eucaristía, esperándonos en el sagrario, para que vayamos a visitarlo y a decirle que nosotros, como Pedro y los discípulos, creemos que Él no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, que está escondido ahí, en el sagrario, en algo que parece pan, pero ya no es más pan, sino que es la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. También nosotros, como Pedro, le decimos a Jesús en la Eucaristía: “Jesús, Tú eres Dios en la Eucaristía, mándame a ir a Ti, porque quiero recibir tu Amor”.

Y al ir a recibir la comunión, no tenemos que dudar de que Jesús es Dios en la Eucaristía, que está ahí para darnos todo su Amor.

sábado, 2 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: Jesús hace aparecer milagrosamente muchos panes y pescados


(Domingo XVIII – TO – Ciclo A – 2014)
         La Biblia nos cuenta que una vez, Jesús estaba curando a mucha gente y como había muchos enfermos, se pasó todo día curándolos, hasta que se hizo de tarde. Entonces, todos empezaron a sentir hambre, porque no habían comido nada en todo el día. Los amigos de Jesús se dieron cuenta que como eran muy, pero muy muchos –unos dicen que eran casi como veinte mil, que quiere decir que eran muchisisisisímos-, y no había casi nada para cocinar, todos se tenían que ir a los pueblos que estaban cerca, para poder comprar algo de comida. Pero Jesús les dijo: “Dénles ustedes de comer”. Y ahí los amigos de Jesús no sabían qué hacer, porque ellos sólo tenían cinco panes y dos pescados; creían que Jesús les decía que tenían que cocinar esos pescados y esos panes para toda esa gente, y se decían unos a otros: “¡Cinco panes y dos pescados no van a alcanzar para tanta gente!”. Pero Jesús, que es Dios, sabía lo que hacía. Tomó los panes y los peces, los bendijo, y como Él era Dios, después de bendecirlos, hizo un milagro: Jesús hizo aparecer un montón de pescados y panes, y les dijo a sus amigos, que se los dieran a la gente, para que comieran. Había tanta cantidad de pescados y panes, que todos comieron “hasta saciarse”, dice el Evangelio, que quiere decir, hasta no querer comer más, y encima sobraron “doce canastas”.
         ¿Y por qué Jesús hizo este milagro? ¿Sólo para darle de comer a toda esa gente?
         No. Jesús no hizo aparecer toda esa cantidad de panes y peces solamente para darle de comer a toda esa cantidad de gente.
Jesús hizo aparecer todo ese montón de pescados y de panes, para hacernos dar cuenta de que Él es Dios, y de que Él tiene el poder de Dios, y por eso puede hacer cosas que sólo Dios, con su poder, puede hacer, como por ejemplo, hacer aparecer un montón de panes y pescados, para dar de comer a muchisisisíma gente.
         Pero también Jesús nos quiere hacer saber que, como Él es Dios, Él puede hacer algo que sólo Dios puede hacer: ¡Él puede convertir el pan y el vino del altar en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad!

¿Y saben qué? Jesús les da de su poder a sus amigos, los sacerdotes, para que ellos, en su Nombre, en la Misa, conviertan el pan y el vino, en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Y así, los sacerdotes, hacen un milagro más grande que hacer aparecer panes yu pescados y dar de comer a mucha gente, porque, con el poder que les da Jesús, ¡hacen aparecer a Jesús en la Hostia, y alimentan a la gente en la Iglesia, con la Carne del Cordero de Dios y con el Pan de Vida eterna! 

viernes, 25 de julio de 2014

El Evangelio para Niños: “El Reino de los cielos es como un tesoro escondido, como una perla fina, como una red llena de peces”


(Domingo XVII – TO – Ciclo A – 2014)
         En este Evangelio, Jesús nos enseña que el Reino de los cielos es como tres cosas: como un tesoro escondido; como una perla preciosa; como una red llena de peces.
         Es como un tesoro escondido, dice Jesús, que un hombre encuentra, y que cuando lo encuentra, va corriendo a vender todo lo que tiene, para comprar el campo donde está el tesoro y quedarse con el tesoro. ¿Qué es el tesoro? El tesoro es la gracia. ¿Y qué son las cosas que vende el hombre? Las cosas que vende el hombre, son todos nuestros defectos –impaciencias, enojos, mentiras, perezas, hablar de los demás, no hacer caso, pelear, etc., etc.-, que no nos dejan vivir la vida de la gracia, vivir como hijos adoptivos de Dios. Cuando los vendemos, es decir, cuando luchamos contra ellos y cuando nos confesamos, adquirimos el tesoro de la gracia –somos como el hombre de la parábola del Evangelio que compra el campo donde está el tesoro- y somos felices, porque por la gracia, tenemos a Jesús en el corazón.
         Algo muy parecido es la perla fina: el negociante que “vende todo lo que tiene” para comprar una perla muy fina, somos nosotros, cuando luchamos contra nuestros defectos y nos confesamos y vivimos en gracia: nos despojamos de todo lo malo y adquirimos la gracia, que es algo de muchísimo valor, como la perla fina de la parábola de Jesús.
         ¿Y la red llena de peces? La red llena de peces, y los pescadores que separan a los peces buenos de los malos, es el Reino de Dios en el Día del Juicio Final: los ángeles buenos, encabezados por San Miguel Arcángel, siguiendo las órdenes de Jesús, que vendrá como Juez Justo, separarán a los buenos de los malos, y llevarán a los buenos al cielo, y arrojarán a los malos al infierno, según sus obras, buenas o malas. Esto nos hace ver el valor de las obras y el valor de portarse bien, y nos hace ver también que no da lo mismo portarse bien que portarse mal; no da lo mismo ser buenos que malos, porque Dios, que es Jesús, todo lo ve, y todo queda registrado para el Día del Juicio Final, todas nuestras obras, las buenas y las malas, y por eso es que tenemos que hacer muchas obras buenas y evitar cualquier obra mala.
         “El Reino de los cielos es como un tesoro escondido, como una perla fina, como una red llena de peces”. Cuando luchamos contra nuestros defectos y cuando confesamos nuestros pecados y vivimos en gracia, tenemos ya el Reino de los cielos en nuestro corazón, porque la gracia es ya tener un pedacito del Reino de los cielos, aunque todavía vivamos en la tierra.

         Y, ¿adivinen qué? Lo más lindo de todo es que, a los que tienen un pedacito del Reino de los cielos en el corazón, ¡vienen a visitarlos el Rey de los cielos, Jesús, y la Reina de los cielos, la Virgen!

viernes, 18 de julio de 2014

El Evangelio para Niños: El trigo y la cizaña


(Domingo XVI – TO – Ciclo A - 2014)

En este evangelio, todo significa algo del cielo: el sembrador es Dios Padre; el trigo es la Palabra de Dios, es decir, Jesús; el campo, sobre el que cae la Palabra, es el corazón de cada uno de nosotros; el sembrador malo, que tiene envidia del sembrador bueno, es el diablo; la cizaña, que es una hierba que crece junto con el trigo, pero que no sirve para nada, es la mala semilla, es decir, todo lo que el diablo propone: pereza, soberbia, envidia, gula, avaricia, ira; el tiempo que va desde que el sembrador siembra la semilla, hasta la cosecha, es el tiempo que vive cada uno, desde que nace, hasta que muere, o también, el tiempo desde que Dios creó a Adán y Eva en el Paraíso, hasta el Último Día, el Día del Juicio Final, cuando vendrá a juzgar a “vivos y muertos”, como decimos en el Credo; los cosechadores; la siega, que es cuando se separa el trigo de la cizaña, es el Día del Juicio Final, que es cuando aparecerá Jesús, en el Día del Juicio Final, y separará a los buenos de los malos, dando a los buenos, el cielo como recompensa, y a los malos, el Infierno como castigo; los trabajadores, que separan el trigo de la cizaña, son los ángeles, al servicio de Dios, encabezados por San Miguel Arcángel, que en el Día del Juicio Final, estarán encargados de separar a los buenos de los malos, a las órdenes de Jesús, Justo Juez (esa es la razón por la cual hay pinturas en las que aparece San Miguel Arcángel con una balanza, pesando las almas y separando a las buenas de las malas).
Este Evangelio nos enseña, entonces, que nuestro corazón es como un campo, en donde pueden germinar dos cosas: o el trigo, que es la Palabra de Dios, y así nos alimentaremos de su substancia, que es buena y exquisita, porque este trigo que es la Palabra de Dios, cuando se cuece en ese horno ardiente que es el altar eucarístico, con el Fuego del Espíritu Santo, da un Pan de sabor exquisito, que contiene en sí todas las delicias, porque es el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, y si nos alimentamos con este Pan, nuestra alma quedará colmada con toda clase de dones del Espíritu Santo: caridad, humildad, fortaleza, inteligencia, sabiduría, …
Pero este Evangelio nos enseña también que si no dejamos germinar a la Palabra de Dios en nuestro corazones, vendrá el Enemigo de las almas, que sembrará también su semilla, porque tiene envidia del Sembrador Bueno, que es Dios Padre, y sembrará su semilla mala, que es la envidia, la soberbia, la ira, la pereza, la gula, y si no estamos atentos, esta cizaña crecerá y nuestro corazón estará lleno de cosas malas que no satisfacen al alma, sino que la dejan vacía y con un sabor amargo.

Debemos estar siempre atentos y vigilantes para que en nuestro campo, que es nuestro corazón, crezca solo trigo y trigo fuerte y sano, que es la Palabra de Dios, y si en algún momento nos damos cuenta de que está empezando a crecer la cizaña, debemos inmediatamente arrancarla de raíz, pero como esta es una tarea que supera nuestras fuerza, debemos acudir al auxilio de nuestra Madre del Cielo, la Virgen María, la Celestial Jardinera de nuestros corazones. Si le confiamos a Ella que cuide de nuestros corazones como de un jardín que le pertenece porque es suyo, ya que se lo hemos regalado, la Virgen no solo no dejará que crezca ni la más pequeña hierba mala, ni la más mínima cizaña, sino que hará que en nuestros corazones crezca un trigo grande y fuerte, un trigo que es la Palabra de Dios y que, al hundirse en lo más profundo de nuestros corazones, germinará y dará frutos de bondad, de mansedumbre, de caridad, de alegría, de paz, de santidad, porque nuestros corazones se habrán convertido en corazones semejantes, iguales, al Sagrado Corazón de Jesús.

sábado, 12 de julio de 2014

El Evangelio para Niños: El Sembrador


(Domingo XV – TO – Ciclo A - 2014)
         Jesús mismo explica la parábola (Mt 13, 1-23): la semilla que cae al borde del camino y es comida por los pájaros, es cuando alguien escucha y no comprende, y antes de que comprenda, viene el demonio y se lleva lo que había escuchado. Son los que fácilmente se dejan tentar por las cosas vanas que ofrece el demonio: la soberbia, la pereza, la ira, la gula, la avaricia. Pero de todas, las peores, son la soberbia y la pereza. Así, el demonio logra que la semilla, que es la Palabra de Dios, no germine en el corazón. El corazón de estas personas es como los bordes de los caminos, en donde no crece nada que sea útil, ni para las personas, ni para los animales. Por el contrario, el borde del camino, que se llama “banquina”, es siempre peligroso transitar por ahí, y estos corazones son peligrosos, porque en ellos no está Jesús.
         La semilla que cae en terreno pedregoso es el que acepta la Palabra de Dios con alegría, pero cuando hay algún problema, se olvida de la Palabra de Dios y esa persona se pone triste y deja de leer la Biblia o de ir a Misa. Son los que apenas tienen algo que les preocupa en la familia, o en la escuela, o en el barrio, en vez de ir a rezar el Rosario, para pedirle a la Virgen que los ayude, o en vez de ir al sagrario, o en vez de ir a la Misa, que es donde está Jesús, hacen lo opuesto: dejan de leer la Biblia, dejan de rezar, dejan de ir a Misa. Sus corazones son como un camino lleno de piedras, en donde no hay ni árboles, ni plantas, ni flores.
         La semilla que cae entre las espinas, es el que escucha la Palabra de Dios, pero los problemas y las riquezas hacen que se olvide de la Biblia y de la Misa, igual que los anteriores, y así la Palabra de Dios no puede dar frutos de santidad en sus corazones, y sus corazones se vuelven como tierra seca, como la tierra arenosa del desierto, que está llena de cactus espinosos.

         Por último, la semilla que cae en un terreno fértil, en donde germina y crece y da un árbol con frutos ricos y maduros, es el que lee la Palabra de Dios, la comprende, va a Misa, se confiese, hace obras de misericordia; ése es el que entiende que debe llevar la cruz de todos los días, y que debe amar a Dios y a su prójimo como a sí mismo y que si quiere llegar al cielo, debe rezar el Rosario para ser como la Virgen y como Jesús. Ése es el que produce frutos del cien, del sesenta, o del treinta por uno, como dice Jesús. Estos corazones se parecen a un hermoso jardín, lleno de flores y de árboles cargados de frutos exquisitos. De nosotros depende cómo será nuestro corazón, si como un terreno arenoso, pedregoso, sin árboles frutales, que es cuando el corazón vive sin la gracia de Dios, sin confesarse, sin comulgar, sin rezar, sin hacer obras buenas; pero también de nosotros dependerá si nuestro corazón es como un hermoso jardín, es decir, si elegimos vivir en gracia, y esto sucede cuando nos confesamos con frecuencia. Por la confesión, el alma se llena de gracia, y además comulgamos, rezamos y somos buenos con nuestros prójimos, nuestros corazones y nuestras almas serán como jardines hermosísimos, llenos de flores y de árboles con frutos riquísimos. Le tenemos que pedir a Jesús, a la Virgen y a nuestro Ángel de la Guarda, para que nuestros corazones sean así, como hermosos jardines, en donde la Palabra de Dios dé hermosos frutos de santidad.

sábado, 5 de julio de 2014

El Evangelio para Niños: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de Mí porque soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán alivio”



         En este Evangelio, Jesús nos pide que hagamos dos cosas: que llevemos “el yugo de Él” y que “aprendamos de Él”, que es “paciente y humilde de corazón”. Si hacemos estas dos cosas, Él nos promete que vamos a encontrar “alivio” (cfr. Mt 11, 25-30).
         ¿Qué es un “yugo”? El yugo es el ese instrumento de madera que llevan los bueyes cuando el campesino se los pone en el cuello para que puedan trabajar mejor la tierra, pero en este caso, el “yugo” de Jesús, no es ese instrumento de los bueyes, sino la cruz de madera. Jesús quiere que carguemos su cruz, que es también nuestra cruz, una cruz hecha a medida de cada uno, la cruz de todos los días, porque es la única forma de ir al cielo.
         La cruz de Jesús es de madera, es pesada y como el camino del Calvario es largo y en subida, se hace muy difícil de llevarlo, pero Jesús dice que si nosotros “cargamos sobre nosotros su yugo”, es decir, la cruz, “encontraremos alivio”, y esto, porque Él lleva la cruz por nosotros. Entonces, a pesar de que la cruz es pesada y el camino del Calvario es difícil, todo se hace fácil, porque Él lleva la cruz por nosotros.

          Por último, la otra cosa que nos pide Jesús, es que “aprendamos de Él”, que es “paciente y humilde de corazón”. Santa Teresa de Ávila decía: “La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta; solo Dios basta”. Quien es paciente, como Jesús, alcanza la cima del Calvario, que es la Puerta del cielo. ¿Cómo llegamos a ser pacientes? Imitando a Jesús: así como era Jesús en la Pasión cuando lo insultaban, le pegaban, le escupían en la cara, le ponían la corona de espinas, le hacían burlas, y Jesús no decía nada, sino que rezaba en su Corazón pidiendo a Dios Padre que los perdonara, así tenemos nosotros que ser pacientes con los que nos hacen mal. Lo mismo con la humildad: a pesar de ser Jesús Dios en Persona y Dueño de todo el Universo, nació en un pobre pesebre, y se dejó coronar de espinas, sufriendo enormes humillaciones, porque era humilde y la humildad es una virtud opuesta a la soberbia; la humildad abre las Puertas del cielo, en cambio, la soberbia, las cierra por completa, ya que ningún soberbio puede entrar en el cielo; así también nosotros, cuando tengamos la tentación de ser soberbios, debemos recordar a Jesús, humillado por nosotros en la Pasión, y pedirle la gracia de ser humildes como Él, porque solo los humildes, como Jesús y María, pueden entrar en el Reino de los cielos. Si hacemos todo esto, encontraremos alivio en el corazón, en la tierra, y alegría en el cielo, para siempre, para toda la eternidad, en la compañía de Jesús y de María.

sábado, 28 de junio de 2014

El Evangelio para Niños: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Infierno no prevalecerán sobre ella”


         En este Evangelio, Jesús hace dos cosas muy importantes para la Iglesia: le dice a Pedro que él va a ser Papa, y después nos promete a nosotros, que somos su Iglesia, que cuando el diablo quiera pelear con nosotros, nosotros le vamos a ganar, porque Él va a estar siempre con nosotros y Él no va a dejar que a su Iglesia le gane el diablo: "Las puertas del Infierno no prevalecerán -no ganarán- contra ella -contra la Iglesia-".
         Primero, entonces, lo nombra a Pedro como Papa, cuando le dice: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. “Pedro” significa “piedra”, y por eso Jesús le dice: “Tú eres “Pedro” y sobre esta “piedra” edificaré mi Iglesia, porque la Iglesia de Jesús, más que por las iglesias de material, está hecha por las personas de carne y hueso, que somos todos los que hemos recibido el bautismo, y Pedro, como Papa, es la primera piedra de este edificio espiritual que es la Iglesia de Jesús, que se llama también “Cuerpo Místico”.
         Y después le dice: “Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. ¿Qué quiere decir eso? Las “llaves del Reino de los cielos” y el poder de “atar y desatar”, significan el poder de perdonar los pecados, que tienen los sacerdotes, y la autoridad que tiene el Papa para decir todas las verdades que están en el Catecismo y después estudiamos para hacer la Comunión y la Confirmación.
         Y después de Pedro, que fue el primer Papa, vinieron muchos otros Papas, hasta llegar al actual Papa Francisco, y todos hacen lo mismo que hizo Pedro: señalar a Jesús y decirle: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Por eso nosotros tenemos que estar siempre unidos al Papa –ahora, nuestro Papa, es el Papa Francisco- y a la Iglesia de siempre, de todos los siglos, y así vamos a estar iluminados por el Espíritu Santo, y así vamos a poder reconocer a Jesús en la Eucaristía y le vamos a poder decir, sin equivocarnos: “Jesús, Tú en la Eucaristía eres el Hijo de Dios, y te amamos con todo el corazón”.

         

viernes, 20 de junio de 2014

Corpus Christi para Niños


(Ciclo A – 2014)
         Hoy en la Iglesia celebramos una de las fiestas más hermosas de todas las fiestas hermosas de la Iglesia, una fiesta que se llama en latín: “Corpus Christi” y que quiere decir: “Cuerpo de Cristo”. Es la fiesta más hermosa de todas porque se sale en procesión con la Eucaristía y la Eucaristía, aunque uno cuando la ve parece solamente un poco de pan blanco, no es lo que parece, sino que es el Cuerpo de Cristo, pero como Cristo está vivo, cuando decimos “el Cuerpo de Cristo”, no es solo el “Cuerpo de Cristo” lo que está en la Eucaristía, sino su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, y su Amor, que late en su Sagrado Corazón, que está vivo y glorioso en la Eucaristía. En la fiesta de “Corpus Christi”, entonces, la Iglesia saca a la calle a su Rey, que es el “Rey de reyes y Señor de señores” del cual habla el Apocalipsis (cfr. 19, 16), Cristo Jesús, el cual, al fin de los tiempos, habrá de venir en un caballo blanco, con un manto rojo, empapado en su Sangre, a juzgar a las naciones, pero ahora, está como escondido detrás de algo que parece pan, pero no es pan, y es el mismo Rey de reyes y Señor de señores.
         En la fiesta de “Corpus Christi” la Iglesia saca en procesión a su Rey y Señor, Jesucristo, que ha vencido a la muerte, al demonio y al pecado en la cruz, porque después de morir, resucitó con su Cuerpo lleno de gloria, de luz y de vida divina, en el sepulcro, y con ese Cuerpo así glorioso, lleno de luz y de vida divina, está en la Eucaristía, solo que oculto a los ojos del cuerpo, pero visible a los ojos de la fe. La Iglesia, en la fiesta de “Corpus Christi” saca con orgullo en procesión a su Rey, en la custodia, para que todos lo adoren como a su Dios, su Rey y su Señor, porque Jesús en la Eucaristía es Dios Todopoderoso que ha vencido de una vez para siempre, con su sacrificio en cruz, a los enemigos de la humanidad y nos ha abierto las puertas del cielo, su Sagrado Corazón traspasado por la lanza.

         Por todo esto, la fiesta de “Corpus Christi” es la más hermosa de todas las fiestas hermosas de la Iglesia Católica, porque sale Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, a derramar su Amor por las calles, escondido y oculto detrás de lo que parece un poco de pan, pero no es pan, porque es Él en Persona, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, su Amor Eterno.

viernes, 13 de junio de 2014

El Evangelio para Niños: La Santísima Trinidad


(TO – Ciclo A – 2014)
         ¿Cómo es Dios? Los católicos sabemos cómo es Dios, porque Jesús, en el Evangelio, nos lo enseñó y la Iglesia, con el Catecismo, nos lo hace aprender para cuando recibimos la Primera Comunión. Conocer y amar a Dios, como nos lo enseñan Jesús y la Iglesia, es la aventura más hermosa que jamás nadie pueda vivir en esta vida y en la otra, y este solo hecho justifica vivir y  morir cientos de miles de veces. ¿Cómo es Dios? Jesús nos enseña que Dios es “Uno y Trino”, es decir, que es Uno en Naturaleza y Trino en Personas, y esto no quiere decir que existan tres dioses, sino que Dios es Uno solo y que en Él hay Tres Personas. Sólo los católicos sabemos toda la verdad acerca de Dios; solo los católicos sabemos que Dios es la Santísima Trinidad, que Dios es Uno solo, de una sola naturaleza y que en Él hay Tres Personas. Es algo parecido a una familia formada por papá, mamá y el hijo: tres personas, y una familia, unidas por el amor. ¡Es un misterio maravilloso! Y como todo misterio, no lo podemos entender, solo lo podemos creer y lo creemos con amor, porque Jesús, que es Dios, no nos puede mentir ni engañar, y si Jesús nos lo dice, es porque es Verdad.
¿Qué nos enseña Jesús? Jesús nos enseña que Él es Dios, igual que su Papá, pero también nos enseña que el Espíritu Santo es Dios, y que las Tres Divinas Personas son un solo Dios verdadero; no que son tres dioses, sino un solo Dios verdadero. Jesús nos enseña también que las Tres Divinas Personas nos aman tanto, que quieren que todos vayamos al cielo, y para que vayamos al cielo, el Papá de Jesús lo mandó a Él, a que viniera aquí, a la tierra, para que muriera en la cruz y con su Sangre nos limpiara de nuestros pecados y nos dejara su Cuerpo para que nos alimentáramos de Él. Pero además, la Trinidad nos ama tanto, que no solo quiere que nos salvemos, sino que quiere convertir a nuestros corazones, en algo más grande que los cielos: quiere convertir a nuestros corazones en su morada, en su lugar de residencia, y así lo dice Jesús: “El que me ama, cumplirá mis mandamientos, y mi Padre y Yo lo amaremos, y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Quiere decir que si alguien ama a Jesús, Jesús, que es Dios, vendrá al corazón del que lo ame, y junto con Él, vendrán Dios Padre y Dios Espíritu Santo, que es el Amor del Padre y del Hijo, y las Tres Divinas Personas “harán morada en ese corazón”, es decir, las Tres Divinas Personas vendrán a vivir en ese corazón. ¡Qué hermosísimo misterio, el de la Santísima Trinidad!

Las Tres Divinas Personas quieren que, por la gracia que Jesús nos consiguió con su Sangre en la Cruz, nuestro pobre corazón se convierta en la casa en donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, vengan a vivir para siempre. ¿Puede haber algo más hermoso que esto? ¿Puede acaso alguien imaginar algo más maravilloso que ver a su pobre corazón, hermoseado por la gracia y habitado por las Tres Divinas Personas, las Personas Divinas del Dios Uno y Trino? ¡Alabemos por siempre a la Santísima Trinidad, que ha querido enviar a Dios Hijo, Jesucristo, a morir en la Cruz, para donarnos su gracia, para que por la gracia, convirtamos nuestra alma, nuestro corazón y nuestro cuerpo, en templo, sagrario y custodia de las Tres Amabilísimas, Adorabilísimas y Preciosísimas Divinas Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo! Démosle gracias también, a la Santísima Trinidad, por habernos dado a la Flor de los cielos, la Virgen María, porque por Ella vino a este mundo, Dios Hijo, Jesucristo, Nuestro Rey y Señor, enviado por Dios Padre, para donarnos al Amor de Dios, el Espíritu Santo. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Las Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Caridad explicadas para Niños de Catequesis


         La imagen de la Virgen se llama “Nuestra Señora de la Caridad” o también “Nuestra Señora de la Visitación” porque la Virgen, que está encinta por obra y gracia del Espíritu Santo, va a visitar a su prima Santa Isabel, que también está encinta, milagrosamente, de Juan el Bautista.
         “Caridad” significa “amor”, pero no es el amor humano, sino el amor de Dios, que es infinito y eterno, y es este amor el que lleva a la Virgen a emprender un camino largo y difícil –pensemos que en esos tiempos no existían los medios de transporte como ahora- para ir a socorrer a su prima Isabel, que está encinta y es anciana.
         Observemos la escena y los personajes cuando llega la Virgen: Juan el Bautista, que está en el vientre de Isabel, “salta de alegría”; santa Isabel no saluda a la Virgen con un saludo normal, como se saludan los parientes, sino que le dice: “Madre de mi Señor”, es decir, reconoce a la Virgen no simplemente como a su prima, sino como a la "Madre de mi Señor", es decir, como a la "Madre de Dios", y reconoce que el salto de su niño no es el movimiento normal de un bebé en el vientre de su madre, como cuando los bebés dan una patadita a sus mamás en la panza cuando empiezan a crecer y las mamás se alegran por ello, sino que Santa Isabel dice que es un “salto de alegría” y ese "salto de alegría se debe a que Juan el Bautista, iluminado por el Espíritu Santo, ha reconocido a Jesús, que viene a su vez, escondido en el seno virgen de su mamá, María Santísima; a su vez, la Virgen tampoco saluda a Isabel con un saludo normal, sino que entona un cántico, que se llama “Magnificat”, porque en ese canto alaba a Dios, por todas las "maravillas", las cosas hermosísimas que Dios ha hecho en Ella desde el mismo momento en que Ella fue concebida.
         ¿Por qué suceden todas estas cosas? ¿Por qué los personajes de la escena no se comportan como sucedería en una situación normal, como cuando dos mujeres embarazadas y que son parientes y se quieren mucho y se encuentran después de mucho tiempo que no se ven?
         Porque cuando la Virgen visita a alguien, con su visita, viene también Jesús, y con Jesús, viene el Espíritu Santo, y es el Espíritu Santo el que ilumina y alegra los corazones de Juan el Bautista, de Santa Isabel y de la Virgen María. El Espíritu Santo ilumina a Juan el Bautista y le hace saber que la Virgen trae en su seno a Jesús, que es Dios, y le alegra el corazón, y lo hace saltar de alegría en el seno de Isabel; el Espíritu Santo ilumina a Isabel y le hace saber que la Virgen trae al Hijo de Dios en su seno y le alegra el corazón porque con la Virgen viene Jesús, el Salvador; el Espíritu Santo ilumina a la Virgen y le recuerda su Inmaculada Concepción, que la convirtió en un Sagrario Viviente -¿vieron el sagrario que hay en la Iglesia, que está con la lucecita prendida, noche y día, indicando que ahí está Jesús en la Eucaristía? Bueno, la Virgen es como un sagrario, pero vivo, porque lleva a su Hijo Jesús, que es la Eucaristía-, para alojar a Jesús con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, es decir, la Eucaristía, y así el Espíritu Santo le alegra su Corazón Inmaculado, y es por ese motivo que la Virgen entona el “Magnificat”, el cántico de alabanza y de alegría por las maravillas que Dios obró en Ella, para bien de toda la humanidad, para salvar a toda la humanidad.
         Esto es lo que festejamos en las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Caridad: la Visitación de la Virgen a Santa Isabel, y la llegada de Jesús y del Espíritu Santo a todos aquellos a los que la Virgen visita.

         Por eso la Virgen nos enseña a misionar: cuando nosotros misionamos o visitamos casas con la imagen de la Virgen, con nosotros vienen Jesús y el Amor de Dios, el Espíritu Santo.