Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad para Niños y Adolescentes




         ¿Qué vemos en el pesebre? Vemos a una Madre, a un Niño, a un padre, a algunos animales. ¿Qué significa esta escena? ¿Es un nacimiento más, como tantos otros? ¿Lo que vemos en el pesebre es todo lo que hay, o hay algo más escondido?
         Hay algo más escondido, porque no es el nacimiento de un niño más, es el Nacimiento del Niño Dios, de Dios, hecho Niño sin dejar de ser Dios. Todo lo que vemos en el pesebre tiene un sentido sobrenatural: la Madre, el Niño, el padre adoptivo, la gruta, los animales, los pastores, los ángeles.
         Empecemos por el Niño que vemos acostado en el pesebre de Belén. ¿Quién es este Niño? Es Dios, que viene a nosotros no como vino a Moisés y al Pueblo Elegido, en medio de rayos y truenos y temblores de tierra; Dios no viene a nosotros para amedrentarnos, para hacernos tener miedo; Dios viene a nosotros como un Niño pequeño, recién nacido, para que no dudemos de sus intenciones: ¿acaso alguien puede pensar que un niño recién nacido puede hacer daño? ¿O puede tener malas intenciones? ¿O puede o quiere hacer algún mal? De ninguna manera; un niño recién nacido, ni puede hacer daño, ni tiene malas intenciones, ni puede ni quiere hacer mal; un niño recién nacido es todo inocencia, amor, pureza y ternura; es la obra de las Manos de Dios Padre, y si Dios viene a nosotros como un Niño recién nacido, y extiende sus brazos, es para que lo alcemos, lo abracemos, y lo cubramos de besos.
         Si Dios quisiera, podría venir en medio de fulgores, rayos, truenos, porque cuando Dios se enoja, tiemblan hasta los ángeles del cielo, dice la Virgen a Sor Faustina; pero Dios viene como un niño recién nacido, para que no tengamos dudas de que viene a perdonarnos, a darnos su Amor, a bendecirnos, a darnos su paz, su alegría, su vida divina y, sobre todo, viene a nuestra tierra, a nuestro mundo, a nuestro tiempo, para llevarnos al cielo, a su Reino, a la eternidad.
La Madre que toma en sus brazos al Niño recién nacido y lo mece suavemente, y lo abriga  para después colocarlo suavemente en la cuna, no es una madre más: es la Madre de Dios, la Virgen María, Aquella que fue concebida en gracia y sin pecado original, Llena del Espíritu Santo, para ser precisamente la Madre de Dios Hijo, para poder concebir y alumbrar luego virginalmente a su Niño Dios.
La Virgen también es la otra señal del Amor infinito de Dios, porque Dios viene a este mundo acompañado no de millones de ángeles guerreros, con las espadas de la justicia de Dios listas para descargarlas sobre los pecadores -como por otra parte, tiene todo el derecho Dios de hacerlo, visto la maldad del corazón de los hombres-: Dios viene a este mundo por medio de María Santísima, la Madre más dulce y amorosa de todas las madres dulces y amorosas. Y si Dios viene a este mundo traído por su Mamá, ¿acaso quiere hacernos algún mal? ¿No es su Mamá la garantía de que Dios quiere nuestro amor? ¿No nos está diciendo Dios, al querer ser sostenido por los brazos de una Mujer, la Virgen María, que lo único que quiere es perdonarnos y darnos su Amor? ¿Quién puede resistirse al ver a la Madre de Dios que después de concebir virginalmente a su Hijo, nos lo da amorosamente, para que luego de adorarlo, lo tomemos en nuestros brazos y lo besemos con respeto y amor?
Veamos al padre adoptivo, San José: no es el padre real del Niño, porque el padre real del Niño es Dios Padre, que engendró a su Hijo Dios desde toda la eternidad. San José es el padre virgen, casto y puro, que ama virginal y castamente a la Virgen María y a su hijo adoptivo, Jesús. San José adopta al Hijo de Dios, para que Dios adopte a los hombres como hijos suyos. Como es carpintero, enseñará a su Hijo a trabajar la madera, como un modo de prepararlo para cuando deba subir a la Cruz de madera para ser crucificado y morir allí por todos los hombres.
La gruta en la que nace el Niño, es en realidad un albergue para animales, oscuro, frío, con su suelo lleno de las cosas que los animales hacen, las cuales son limpiadas por la Virgen, mientras San José va a buscar leña para que el Niño tenga luz y calor.
La Virgen y San José deben ir obligadamente a este lugar para hacer nacer al Niño, ya que los otros lugares más cómodos y calientes, los hospedajes y las casas de Belén, están todos ocupados, y en todos les han dicho que no pueden entrar, y les han cerrado las puertas en la cara, sin apiadarse de una mujer embarazada que está a punto de dar a luz.
Los hospedajes y casas de Belén, que no se abren cuando la Virgen golpea a las puertas para poder entrar y hacer nacer al Niño Dios, representan a los corazones de los hombres, endurecidos por el pecado y el mal, que se niegan a la conversión y rechazan a Dios.
La gruta, oscura y fría, representa el corazón humano, que sin Dios, es oscuro y frío, mientras que los animales representan a las pasiones sin control, y así como la gruta, cuando nazca Dios Niño, será iluminada con la luz de la Gracia Increada, que es más fuerte y brillante que mil soles juntos, porque es la luz de Dios, así también el corazón humano, cuando nazca el Niño Dios por la gracia, será iluminado con esta misma luz, la luz que brota del Corazón del Niño Dios, una luz más brillante que mil soles juntos.
Los pastores representan a los hombres de buena voluntad que, aún sin conocer a Dios, obran el bien según el dictado de sus conciencias: están trabajando, porque están pastoreando al momento de recibir el anuncio, y están por lo tanto despiertos y vigilando, atentos a que el lobo no despedace con sus dientes a sus ovejas, es decir, evitan obrar el mal. Esta actitud de los pastores los prepara para recibir la Buena Noticia del Nacimiento de Dios como Niño en Belén.
Por último, los ángeles, los mensajeros de Dios, son los encargados de anunciar, con sus cantos de alegría, que para los hombres ha terminado la oscura noche del pecado, de la triste y penosa rebelión del hombre contra Dios, porque Dios en Persona ha venido a este mundo, como un Niño, para perdonarles sus pecados y, todavía más, para hacerlos ser hijos de Dios y llevarlos al Cielo, a la feliz eternidad en compañía de las Tres Personas de la Trinidad, de la Virgen, y de todos los ángeles buenos. Los ángeles cantan “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”, es decir, paz a aquellos que son como los pastores, que están atentos y vigilantes para obrar el bien y evitar el mal. Y la Iglesia toma el Gloria de los ángeles, para glorificar a Dios que continúa su Nacimiento en el altar, en la Eucaristía, convirtiendo al altar en un Nuevo Pesebre de Belén.
Pero además de los ángeles buenos, también hay un ángel malo, con muchos de sus secuaces, ángeles de sombra y de maldad, no de luz y de amor, como los ángeles de Dios, que no se alegran por el Nacimiento, sino que se llenan de odio y de rabia porque saben que ese Niño los derrotará para siempre cuando abra sus brazos en la Cruz, y también se enojan con su Mamá, porque saben que la Mamá de este Niño, con su delicado piececito, les aplastará la cabeza y los sepultará en el infierno para siempre.
Cuando miremos el Pesebre, entonces, meditemos en todo lo que se ve, y también en lo que no se ve, y pensemos que ese Niño, que es Dios, que abre sus bracitos en su cuna, ha venido a este mundo para abrir después sus brazos en la Cruz, para dar su vida por nosotros, para perdonar nuestros pecados, para hacernos ser hijos de Dios, y para llevarnos al Cielo al final de nuestro paso por la tierra.
Es por esto por lo que nos alegramos en Navidad.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Adviento para Niños y Adolescentes (IV)


Esperando a Jesús para Navidad
         A medida que se acerca Navidad, pareciera que lo único que importa es comprar cosas y preparar comidas ricas. Para muchos, Navidad no es esperar al Niño Dios, sino prepararse para recibir regalos y para comer y divertirse mucho.
Para colmo de males, esos regalos los trae un personaje que nada tiene que ver con la Navidad, como Santa Claus o Papá Noel: es un señor mayor, canoso y de barba blanca, algo excedido de peso, con traje rojo y blanco, con gorro rojo y pompón blanco, que viene ¡volando en un trineo conducido por renos!! ¿¿???, que entra por las chimeneas de las casas riéndose a carcajadas, aunque nadie sabe de qué se ríe.
Lamentablemente, para muchos, Navidad se reduce a esta caricatura, que debería llamarse “papanolidad”, por ponerle un nombre, así como se ponen nombres a los espectáculos de circo.
Lamentablemente, muchos reemplazan la fantástica y maravillosa realidad de la Navidad, por una celebración pagana –la “papanolidad”-, que es pura imaginación e irrealidad.
Nosotros sabemos que eso no es Navidad.
Navidad es esperar, con gozo, el Nacimiento de Jesús en ese Nuevo Portal de Belén que es nuestro corazón. Para nosotros, la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena, y el regalo que esperamos, no son los regalos materiales, sino el regalo de Dios Padre, que es su Hijo Dios que viene a nuestro mundo como un Niño, sin dejar de ser Dios. Y este Niño Dios sí existe, sí es real, y viene del Cielo, traído por el Espíritu Santo, y nace milagrosamente de María Virgen, en un humilde portal, el Portal de Belén.
Hoy, al igual que en los tiempos del Nacimiento de Jesús, que antes de nacer no había lugar para que naciera, porque los habitantes de Belén cerraban sus puertas y se encargaban de sus asuntos, antes que dar lugar a la Virgen, que traía a Jesús en su seno, muchos no quieren recibirlo. Hoy, como ayer, cierran sus corazones a la gracia de Dios y no permiten que la Virgen los prepare, así como Ella preparó la gruta de Belén, limpiándola antes de que naciera Jesús.
En Navidad, entonces, tenemos que prepararnos para recibir al Niño Dios, que así como nació en Belén hace dos mil años, así quiere renacer en nuestros corazones por la gracia.
¿Cómo prepararnos para recibir al Niño Dios en Navidad?
Como lo hacían los santos, por ejemplo, la niña Antonieta Meo, de solo seis años de edad.
Antonieta recibió a Jesús Eucaristía por primera vez en las Navidades de 1936. Puesto que no sabía escribir, debido a su corta edad (seis años), era su madre quien escribía las “cartas” que ella le dirigía a Jesús. Recordemos que Antonieta murió al año siguiente, por un tumor maligno, y antes de su muerte, hubo que amputarle una de sus piernas.
A pesar de esta circunstancia dramática y dolorosa, Antonieta no solo no se queja en ningún momento, sino que su anhelo dominante es recibir a Jesús en la Eucaristía. Pide además otras cosas, todas espirituales y relacionadas con la vida eterna, como la salvación de sus padres y de toda su familia.
Además, hay otra cosa que nos enseña Antonieta, y es que, en un momento en que la Navidad se asocia a las compras y a los regalos que podemos hacer y/o recibir, Antonieta está concentrada en otro tipo de regalo: el don que hace Jesucristo de sí mismo, al nacer como Niño Dios, y el don que ella puede hacerle, desde la pequeñez de su ser niña, y son los sacrificios. Modestos, pequeños, como los que están al alcance de un niño, pero sacrificios al fin, ofreciéndolos a Jesús en la Cruz. Además, se muestra arrepentida por algún “capricho” que pudiera haber hecho.
Otra enseñanza de Antonieta es su agradecimiento, a la Virgen María, porque como Mamá es Ella quien trae a su Hijo Jesús, y a Dios Uno y Trino por la Navidad, pues en realidad es la Santísima Trinidad la “autora” de la Navidad, y eso no pasa desapercibido a Antonieta.
Así es entonces como debemos prepararnos para Navidad, como Antonieta: deseosos de recibir al Niño Dios en el corazón, que se transforma así en un Nuevo Belén; disponiendo el corazón con sacrificios, para que sea más bueno, ya que el Niño Dios no puede nacer en un corazón enojado, impaciente, caprichoso; agradeciendo a la Virgen que nos trae a su Hijo Jesús, y agradeciendo a la Santísima Trinidad por la fiesta de la Navidad. Por último, hay un pedido de Antonieta, que también lo debemos pedir nosotros: “Morir antes que cometer un pecado mortal”.
Estas son las cartas de Antonieta a Jesús:
Carta del 8 de diciembre de 1936 (Fiesta de la Inmaculada Concepción de María):
“Querida Virgencita, dile a Jesús que lo quiero mucho. Querida Virgencita, estoy contenta porque hoy es tu fiesta. Querida Virgencita, cuando venga la fiesta tuya y la de Jesús (Navidad) haré pequeños sacrificios y dile a Jesús que me haga morir antes que cometer un pecado mortal.
Querida Virgencita no importa que ya te lo haya dicho antes pero te quiero mucho y te lo repito te quiero mucho pero mucho y Tú ayúdame siempre con tu gracia y te prometo que desde hoy en adelante seré cada vez más buena.
Querida Virgencita muchos saludos y cariños y besos de tu hija.
Antonieta”.
Carta del 9 de diciembre de 1936:
“Querido Jesús Niño. Antes que nada, te pido por ese pecador, para que Tú lo hagas ser cada vez más bueno.
Querido Jesús, te quiero tanto y espero que venga pronto la bendita Navidad así por lo menos te podré recibir en la Santa Comunión.
Querido Jesús sálvame de todos los peligros querido Jesús quiero ser muy buena para que salves muchas almas y las hagas ir al Paraíso sobre todo y especialmente a aquella persona, ya te lo dije pero te lo quiero decir de nuevo.
Querido Jesús te mando muchos cariños. Saludos y besos de tu querida Antonieta”.
Carta del 10 de diciembre de 1936:
“Querido Jesús (…) No veo la hora que venga Navidad para recibirte en mi corazón y pedirte tantas gracias, ahora te pido tres pero en ese día te voy a pedir muchas, la primera, de llevarme al Paraíso, la segunda de hacerme buena, la tercera de llevar al Paraíso a mis papás y ayudarlos.
Querido Jesús dile a Dios Padre que lo quiero mucho y dile también que haré muchos pequeños sacrificios porque así estaré más contenta cuando te reciba en mi corazón. Hoy he hecho pocos sacrificios, pero mañana haré muchos pero Tú ayúdame porque sola no puedo.
Saludos y besos de tu querida Antonieta”.
Carta del 13 de diciembre de 1936:
Querido Jesús Grande
“Jesús Eucaristía te quiero tanto… Faltan diez días ¡qué alegría para mí! ¡Con gran amor te recibiré en mi corazón!”.
Carta del 20 de diciembre de 1936:
“Querido Jesús dile a Dios Padre que lo quiero mucho, querido Jesús dile también que le agradezco a Él y al Espíritu Santo que faltan solo tres días para Navidad querido Jesús, estoy contentísima porque en pocos días vendrás a mi corazón”.
Carta del 21 de diciembre de 1936:
“Querido Jesús dile a Dios Padre que lo quiero mucho y que agradezco a la Santísima Trinidad porque pronto será Navidad”.
Carta del 24 de diciembre de 1936:
“Querido Jesús Eucaristía
Estoy muy contenta porque dentro de pocas horas te recibiré en la Eucaristía querido Jesús.
¡Querido Jesús, dile a Dios Padre que le agradezco a Él, a Ti y al Espíritu Santo porque dentro de pocas horas Te recibiré en la Sagrada Eucaristía y seré muy feliz…!
Querido Jesús Eucaristía te amo tanto, tanto, tanto…
Querido Jesús, dile a la Virgencita que Te quiero recibir de sus manos, querido Jesús, ayuda a la Iglesia y al Papa, a los sacerdotes, a mis padres y a todo el mundo.
Ven. Ven, oh Jesús mío, a tu Antonieta”.

Que Antonieta nos ayude, desde el cielo, a preparar nuestro corazón para Navidad.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Adviento para Niños y Adolescentes (III)



En Adviento nos preparamos espiritualmente para recibir a Dios Hijo que viene a nuestro mundo como un Niño, sin dejar de ser Dios. En Adviento tenemos que prepararnos para que nuestro corazón sea como un Nuevo Belén, como un Belén de carne en donde el Niño, traído por la Virgen María, pueda nacer por la gracia.
Y cuando el Niño nazca, abrirá sus bracitos en el Pesebre, para darnos su Amor, porque vino solamente para eso: para darnos su Amor. El Niño que abre sus bracitos en el Pesebre de Belén para abrazarnos, es el mismo que, años después, cuando sea grande, abrirá también sus brazos para abrazarnos, pero no ya en un pesebre, sino en la Cruz, para llevarnos a todos al Cielo.
El Niño de Belén viene para darnos su Amor, y por eso abre sus brazos en el Pesebre, y abre sus brazos en la Cruz, para abrazar a toda la humanidad y llevarla al Cielo, hasta la Casa de Dios Padre, por medio del Espíritu de Amor.
Es decir, el Niño Dios viene a darnos su Amor, muriendo en la Cruz para perdonarnos nuestros pecados y así poder llevarnos al Cielo. Si Él no hubiera hecho esto, las puertas del Cielo habrían quedado cerradas para siempre para nosotros.
Él viene a darnos Amor.
¿Y qué es lo que le dan los hombres, sobre todo los niños?
Hubieron muchos santos que vieron al Niño recién nacido y cómo era tratado por los niños principalmente. Uno de estos santos es, por ejemplo, la Beata Ana Catalina Emmerich[1].
Dice así esta santa: “Lo vi recién nacido (al Niño Dios) y vi a otros niños venir al pesebre a maltratarlo. La Madre de Dios no estaba presente y no podía defenderlo. Llegaban con todo género de varas y látigos y le herían en el rostro, del cual brotaba sangre y todavía presentaba el Niño las manos como para defenderse benignamente; pero los niños más tiernos le daban golpes en ellas con malicia. A algunos sus padres les enderezaban las varas para que siguieran hiriendo con ellas al Niño Jesús. Venían con espinas, ortigas, azotes y varas de distinto género, y cada cosa tenía su significación (…)Vi crecer al Niño y que se consumaban en Él todos los tormentos de la crucifixión. ¡Qué triste y horrible espectáculo! Lo vi golpeado y azotado, coronado de espinas, puesto y clavado en una cruz, herido su costado; vi toda la Pasión de Cristo en el Niño. Causaba horror el verlo. Cuando el Niño estaba clavado en la cruz, me dijo: "Esto he padecido desde que fui concebido hasta el tiempo en que se han consumado exteriormente todos estos padecimientos”.
La Beata Ana Catalina nos muestra entonces al Niño recién nacido que es golpeado por muchos otros niños, con toda clase de varas y látigos, y nos dice también que eso tiene un “significado”. ¿Qué significa esta escena de los niños con varas y látigos que golpean al Niño Dios? Los niños que golpean a Jesús somos todos los hombres, los que ahora son niños, y los que alguna vez fueron niños y ahora son adultos.
¿Y los golpes, qué significan? Los golpes que el Niño recibe por parte de otros niños, significan todos nuestros pensamientos, deseos y obras malas: nuestros berrinches, enojos, peleas con hermanos y amigos, malas contestaciones a los padres, a los maestros y a los mayores, egoísmos, mezquindades, deseos de devolver mal con mal, venganzas, mentiras, rencores, pereza, vagancia, prejuicios, malos juicios al prójimo, etc.
Los golpes que recibe el Niño Dios, recién nacido, son entonces todas las cosas malas que todos los hombres, varones y mujeres, de todos los tiempos, hicieron en su niñez, incluidos los que ahora son niños.
Esto es así porque el corazón humano, sin Dios, se vuelve malo y egoísta, y de él salen muchas cosas malas, como dice Jesús: “Es del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas” (cfr. Mc 7, 14-23).
         Por eso es que Jesús nos dice que aprendamos de su Corazón: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Si nuestro corazón no es como el de Jesús, manso y humilde, entonces es malo, agresivo y soberbio, y un corazón así nunca podrá entrar en el Cielo.
A medida que se acerca Navidad, los comercios ofrecen más y más regalos, y por eso los niños empiezan a pedir cosas al Niño Dios. Pero nosotros no tenemos que ser así. Más que pedir regalos, tenemos que ofrecerle algo al Niño Dios. ¿Y qué regalo le podemos dar al Niño Dios?
Los niños de la visión de Ana Catalina le daban al Niño golpes y más golpes, pero no es eso lo que queremos darle: queremos darle Amor en vez de golpes. ¿Cómo seríamos capaces de golpear a un niño recién nacido?
Hagamos la promesa a la Virgen María, que nos trae a su Hijo, y a Jesús, que va a nacer en Navidad, que vamos a tratar de ser buenos con todos: con nuestros padres, respondiéndoles bien y obedeciendo en todo, y aún más, ofreciendo alguna ayuda antes de que nos pidan algo; con nuestros hermanos, siendo buenos y generosos, compartiendo nuestras cosas y nuestro tiempo, respetándolos y amándolos, y perdonándolos si nos ofenden, y pidiéndoles perdón si los ofendemos; con cualquier prójimo, tratar de amarlo como lo haría el mismo Jesús, ayudando a quien lo necesite, en la medida de nuestras posibilidades.
Que en este tiempo de Adviento que nos queda nos sirva para obra el bien, para preparar nuestro corazón, para que cuando venga el Niño Dios, le ofrezcamos nuestro corazón y junto con él nuestro amor, en vez de palos y golpes, como los niños de la visión de Ana Catalina.


[1] Cfr. Beata Ana Catalina Emmerich, Nacimiento e infancia de Jesús. Visiones y revelaciones, Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2004, 165-166.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Adviento explicado para Niños y Adolescentes (II)



Adviento quiere decir “esperar al que viene”, y el que viene es el Niño Dios. Viene en el seno virgen de María, y María viene en un burrito, y al lado va caminando San José. Vienen atravesando senderos y caminos, vienen a buscarnos, para que el Niño Dios nazca en nuestro corazón.
¿Cómo es el camino por el que vienen María y José, trayendo al Niño Dios? En el evangelio dice que para llegar, el Niño Dios, que viene en el vientre virginal de María Santísima, tiene que atravesar montes y valles.
Dice así el Evangelio: “hay que allanar los caminos” para que llegue el Señor.
Quiere decir que la Virgen María, que trae en su vientre a Jesús, y San José, que viene caminando al lado del burrito, antes de llegar a nuestro corazón, se encuentran con que tienen que atravesar altos montes y hondas quebradas y valles, que hacen muy difícil su llegada hasta nosotros. Subir un monte quiere decir hacer mucho esfuerzo y cansarse mucho, y como hay muchos montes entre Jesús y nosotros, lo más probable es que tarden mucho tiempo hasta que lleguen, porque cuando terminan de subir un monte, ya tienen que bajar y empezar a subir otro.
Y lo mismo pasa con las quebradas y valles: hay algunos que son muy profundos, y también muy peligrosos, y hay que caminar mucho para poder pasarlos. Un ejemplo de valle grande es Tafí del Valle, y un ejemplo de montaña alta, es el Aconquija.
Cuantos más montes y cuantos más valles y quebradas hayan entre Jesús, San José y la Virgen, y nosotros, tanto más van a demorar en llegar.
Es por esto que el Evangelio nos dice que hay que “allanar los caminos”, es decir, hay que convertirlos en llanos, a los montes, abajarlos, y a los valles, subirlos, para que el camino sea más fácil. Cuanto más llano sea el camino, más rápido va a caminar el burrito que trae a Jesús y a María.
Lo que tenemos que hacer, entonces, es allanar los caminos. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que tenemos que ir hasta Tafí del Valle para rellenar de tierra el camino? ¿O acaso tenemos que subir hasta el Aconquija para con una pala, comenzar a cavar para tratar de bajarlo? Si es así, tenemos el problema de que la mayoría no somos ingenieros, y tampoco tenemos topadoras o máquinas excavadoras para esta tarea. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero que tenemos que hacer, es darnos cuenta de que no tenemos que ir hasta Tafí del Valle para rellenar de tierra el camino, ni tenemos que subir al Aconquija para comenzar a derribarlo: tenemos que entrar en nuestro corazón, y nos daremos cuenta de que los montes que se levantan, gigantescos, hasta formar toda una cadena montañosa, más alta que los Andes, es nuestro orgullo y nuestra soberbia. Y nos damos cuenta de que es así, porque apenas alguien nos dice algo, nos enojamos, contestamos mal, tratamos mal a los demás. O si nos damos cuenta de que nos hemos equivocado, no lo queremos reconocer.
O si tenemos que pedir perdón a quien hemos ofendido, o si tenemos que perdonar a quien nos ha ofendido, no lo queremos hacer. Nuestro orgullo es tan grande, que no nos permite perdonar ni pedir perdón, ni aceptar consejos, ni correcciones, ni ser buenos con los demás.
Y si miramos todavía más adentro de nuestro corazón, veremos que los valles son nuestro egoísmo y mezquindad, que nos impiden compartir nuestras cosas y nuestros tiempos con los demás, y son también nuestros celos y envidias, y nuestros prejuicios y nuestros malos pensamientos, nuestros malos deseos hacia los demás.
Todo esto hace que la llegada de Jesús a nuestro corazón se demore mucho. Y para algunos, existe el peligro de que nunca llegue.
¿Qué hacer para allanar el camino a Jesús, que viene en el vientre virgen de María, que viene sobre en un burrito, burrito que viene acompañado por San José?
No tenemos que conseguir ni topadoras ni palas: lo que tenemos que hacer es rezar mucho y hacer obras de misericordia. La oración es lo que nos comunica con Dios y permite que baje la luz de Dios a nuestras almas, que así iluminadas pueden darse cuenta cuáles son sus defectos, sus vicios, sus pecados, sus errores. Con la luz de Dios, que viene por la oración, el alma se da cuenta que está siendo orgullosa, mezquina, egoísta, perezosa, envidiosa, pero además, la oración nos muestra qué debemos hacer para corregirnos: imitar a Jesús en su mansedumbre y en su humildad.
Las obras de misericordia, que vienen después de la oración –nunca antes o sin oración-, son como una demostración de que los caminos de nuestro corazón son lisos y llanos como autopista nueva, y que está listo para recibir la gracia por mediación de María, por la cual Jesús viene a nacer en nuestro corazón.
Cuanta más oración y obras de misericordia hagamos en Adviento, más rápido caminará el burrito que trae a María, y así María podrá hacer nacer a su Hijo Jesús en nuestro corazón.

jueves, 1 de diciembre de 2011

MARÍA MAESTRA DEL CIELO NOS ENSEÑA EL LIBRO DE LA CRUZ





(Homilía de fin de ciclo lectivo para los niños de Primaria del Colegio de la Divina Misericordia, Yerba Buena, Tucumán)




A lo largo del año lectivo, hemos aprendido muchas cosas necesarias y buenas. Las maestras nos han enseñado, a través de los libros, cosas que antes no sabíamos, y que ahora sabemos, cosas que nos serán muy útiles para la vida de todos los días y también para el futuro. Antes, al comenzar el año, no sabíamos; ahora, al finalizar el año, y gracias a las maestras y a sus libros, hemos adquirido conocimientos nuevos; "sabemos" de lengua, matemática, geografía, etc. Podemos decir que tenemos más sabiduría que al principio, y por eso les estamos muy agradecidos a nuestras maestras y también a la escuela.
Pero la escuela no es el único lugar en donde hay maestras que enseñan sabiduría con libros: hay otra escuela, otra maestra, una maestra muy especial, que también nos enseña cosas muy útiles para la vida, con un libro muy especial.
Esa otra escuela no tiene paredes materiales como esta a la que asistimos todos los días, porque esa escuela está dentro del alma, en el corazón.
La maestra que enseña allí no es una maestra como las de la tierra: es una maestra que viene del Cielo, y es la Virgen María, que nos da sus lecciones en secreto y en silencio, y lo que Ella enseña, lo sabe sólo Ella y el Espíritu Santo.
Como toda buena maestra, que siempre tiene un buen libro para enseñar, María, Maestra del Cielo nos enseña también con un libro muy especial, el Libro de la Cruz. La Virgen María nos hace entrar en esa escuela que es el alma, y en el silencio nos muestra el Libro de la Cruz, y nos enseña a leer en ese libro sagrado que es su Hijo Jesús Crucificado.
¿Qué cosas leemos y aprendemos de Jesús en la Cruz?
Nos lo dice nuestra Maestra del Cielo, María: "Aprendan de mi Hijo, que es manso y humilde de Corazón. A pesar de todos los golpes recibidos, mi Hijo jamás se enojó con ninguno, y a pesar de ser Dios omnipotente, se humilló a sí mismo hasta la muerte de Cruz, la muerte más humillante de todas. Aprendan de Él a ser mansos y humildes de corazón, y rechacen todo enojo, toda pendencia, toda ira, toda maldad, que nacen del orgullo y la soberbia. Aprendan de Él y hagan sus corazones como el de Mi Hijo, manso y humilde, porque los corazones malos, violentos y orgullosos, los corazones de lobos, no entrarán nunca en el cielo".
"Aprendan de Mi Hijo, que en la Cruz es pobre, porque no posee ningún bien material, y las pocas cosas materiales que tiene, la corona de espinas que hiere su Cabeza, los clavos de hierro que traspasan sus manos y sus pies, la Cruz de madera que lo sostiene con los brazos abiertos, todos esos bienes materiales, no son suyos, sino de su Padre Dios, que se los presta para que pueda morir en Cruz y salvarlos a todos ustedes. Aprendan de la pobreza de la cruz, para no ser codiciosos, ni envidiosos, ni avaros, deseando sólo y únicamente los bienes materiales necesarios para llegar al cielo, y deseando acumular tesoros espirituales de bondad y amor en el cielo".
"Aprendan de Mi Hijo a ser generosos, dando al prójimo amor y perdón, porque Él en la Cruz nos todo el infinito Amor de su Sagrado Corazón, y todo el perdón infinito de Dios Padre. Sean como Él, que no es mezquino, porque a nadie que se le acerque con corazón arrepentido, le niega su Amor y perdón. Aprendan de Él, y amen a sus prójimos, y perdonen de corazón a sus enemigos, porque los que no perdonan y no aman, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. Aprendan de la generosidad de Mi Hijo, que da su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, y también me da a Mí, que soy su Madre, para que sea Madre de ustedes, para que los ame con mi Corazón Inmaculado y a todos lleve al Cielo".
Así nos enseña esta Madre amorosa, María, la Maestra del Cielo, haciéndonos leer en ese Libro Sagrado que es la Cruz de Jesús. Y como todas las maestras, no nos deja salir al recreo hasta que no aprendamos de memoria la lección, aunque más que de memoria, María Madre y Maestra quiere que aprendamos sus lecciones con el corazón.
Por último, y como toda buena maestra, María nos da tarea para la casa, aunque a diferencia de las tareas de la escuela de la tierra, a las que algunas veces no tenemos ganas de hacerla, esta tarea es la más hermosa de todas: María nos manda que leamos el Libro de la Cruz todos los días; todavía más, Ella quiere que llevemos ese libro sagrado a todas partes, y que a cada momento miremos a su Hijo Jesús crucificado para que así, de tanto mirar la Cruz, de tanto repetir la lección, podamos aprender algo.
Y cuando aprendamos la lección, es decir, cuando aprendamos a ser como Jesús en la Cruz, ahí la Virgen nos hará pasar de grado y nos dará el diploma que dura para siempre: nos hará entrar en el Reino de los Cielos.