Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

lunes, 26 de mayo de 2014

Las Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Caridad explicadas para Niños de Catequesis


         La imagen de la Virgen se llama “Nuestra Señora de la Caridad” o también “Nuestra Señora de la Visitación” porque la Virgen, que está encinta por obra y gracia del Espíritu Santo, va a visitar a su prima Santa Isabel, que también está encinta, milagrosamente, de Juan el Bautista.
         “Caridad” significa “amor”, pero no es el amor humano, sino el amor de Dios, que es infinito y eterno, y es este amor el que lleva a la Virgen a emprender un camino largo y difícil –pensemos que en esos tiempos no existían los medios de transporte como ahora- para ir a socorrer a su prima Isabel, que está encinta y es anciana.
         Observemos la escena y los personajes cuando llega la Virgen: Juan el Bautista, que está en el vientre de Isabel, “salta de alegría”; santa Isabel no saluda a la Virgen con un saludo normal, como se saludan los parientes, sino que le dice: “Madre de mi Señor”, es decir, reconoce a la Virgen no simplemente como a su prima, sino como a la "Madre de mi Señor", es decir, como a la "Madre de Dios", y reconoce que el salto de su niño no es el movimiento normal de un bebé en el vientre de su madre, como cuando los bebés dan una patadita a sus mamás en la panza cuando empiezan a crecer y las mamás se alegran por ello, sino que Santa Isabel dice que es un “salto de alegría” y ese "salto de alegría se debe a que Juan el Bautista, iluminado por el Espíritu Santo, ha reconocido a Jesús, que viene a su vez, escondido en el seno virgen de su mamá, María Santísima; a su vez, la Virgen tampoco saluda a Isabel con un saludo normal, sino que entona un cántico, que se llama “Magnificat”, porque en ese canto alaba a Dios, por todas las "maravillas", las cosas hermosísimas que Dios ha hecho en Ella desde el mismo momento en que Ella fue concebida.
         ¿Por qué suceden todas estas cosas? ¿Por qué los personajes de la escena no se comportan como sucedería en una situación normal, como cuando dos mujeres embarazadas y que son parientes y se quieren mucho y se encuentran después de mucho tiempo que no se ven?
         Porque cuando la Virgen visita a alguien, con su visita, viene también Jesús, y con Jesús, viene el Espíritu Santo, y es el Espíritu Santo el que ilumina y alegra los corazones de Juan el Bautista, de Santa Isabel y de la Virgen María. El Espíritu Santo ilumina a Juan el Bautista y le hace saber que la Virgen trae en su seno a Jesús, que es Dios, y le alegra el corazón, y lo hace saltar de alegría en el seno de Isabel; el Espíritu Santo ilumina a Isabel y le hace saber que la Virgen trae al Hijo de Dios en su seno y le alegra el corazón porque con la Virgen viene Jesús, el Salvador; el Espíritu Santo ilumina a la Virgen y le recuerda su Inmaculada Concepción, que la convirtió en un Sagrario Viviente -¿vieron el sagrario que hay en la Iglesia, que está con la lucecita prendida, noche y día, indicando que ahí está Jesús en la Eucaristía? Bueno, la Virgen es como un sagrario, pero vivo, porque lleva a su Hijo Jesús, que es la Eucaristía-, para alojar a Jesús con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, es decir, la Eucaristía, y así el Espíritu Santo le alegra su Corazón Inmaculado, y es por ese motivo que la Virgen entona el “Magnificat”, el cántico de alabanza y de alegría por las maravillas que Dios obró en Ella, para bien de toda la humanidad, para salvar a toda la humanidad.
         Esto es lo que festejamos en las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Caridad: la Visitación de la Virgen a Santa Isabel, y la llegada de Jesús y del Espíritu Santo a todos aquellos a los que la Virgen visita.

         Por eso la Virgen nos enseña a misionar: cuando nosotros misionamos o visitamos casas con la imagen de la Virgen, con nosotros vienen Jesús y el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

viernes, 23 de mayo de 2014

El Evangelio para Niños: “El que me ama, cumplirá mis mandamientos”


(Domingo VI – TP – Ciclo A - 2014)
         En este Evangelio, Jesús nos da una llave con la que nosotros podemos abrir las puertas del cielo. Es una llave muy especial, con la cual podemos vivir los Mandamientos con mucha facilidad y viviendo los Mandamientos con facilidad, entramos fácilmente en el cielo. ¿Cuál es la llave que nos da Jesús en este Evangelio? La llave que nos da Jesús es el amor, porque Jesús dice así: “El que me ama, cumplirá mis mandamientos”. Jesús dice: “el que me ama”; no dice: “el que me tiene miedo” cumplirá mis mandamientos; tampoco dice: “el que espera una recompensa” cumplirá mis mandamientos; tampoco dice: “el que quiere el cielo más que a Mí” cumplirá mis mandamientos; tampoco dice: “el que tiene miedo al infierno” pero no me quiere a Mí” cumplirá mis mandamientos. Jesús dice: “el que me ama” cumplirá mis mandamientos. Porque alguien puede cumplir los mandamientos por temor a un castigo, pero eso no es amar a Jesús, porque cumple los mandamientos para que no lo castiguen, pero no porque ama a Dios; alguien puede cumplir los mandamientos porque quiere ganar una recompensa, pero eso no es amar a Jesús; alguien puede cumplir los mandamientos porque ha oído que el cielo es un lugar hermoso y que es como una fiesta maravillosa, en el que todo el mundo está feliz para siempre, y quiere ir ahí, entonces cumple los mandamientos para merecer el cielo, pero eso no es amar a Jesús, porque eso es amar más al cielo que a Dios; alguien puede cumplir los mandamientos porque ha oído que el infierno es un lugar horrible, en donde se sufre mucho y adonde van los que no cumplen los mandamientos, entonces cumple los mandamientos porque no quiere ir al infierno, pero no los cumple por amor a Dios, sino por temor al infierno, y eso no es amar a Dios. Ninguno de estos tiene la llave para ir al cielo.
         El que escucha este Evangelio y lo pone en práctica, ése sí tiene la llave para entrar en el cielo, porque ese no va a obrar, ni por miedo al castigo, ni por deseo de recompensa, ni por miedo al infierno, ni por amor al cielo, sino simplemente, por amor a Dios. El que escucha este Evangelio y lo entiende, va a amar a Jesús por amarlo, por el solo hecho de ser Él quien es, Dios de majestad infinita, de hermosura infinita, de bondad infinita, y lo va a amar sin esperar nada a cambio, y lo va a amar, aun si no hubiera un cielo de recompensa, y aun si no hubiera un infierno de castigo; lo va a amar por amarlo, solo por amarlo y nada más que por amarlo, porque es Dios y por ser Dios, porque es Dios y porque Dios es Amor Puro y merece ser amado y al amarlo, va a cumplir sus mandamientos, porque el que ama a Dios, no comete ningún pecado, porque el Amor le impide cometer faltas. Por eso Jesús dice: “El que me ama, cumplirá mis mandamientos”. El que ama a Dios, se ve libre de toda falta, de todo pecado, de toda cosa mala, por eso San Agustín decía: “Ama –a Dios- y haz lo que quieras”. Todavía más, el que ama a Dios, vive siempre en el Bien, en el Amor, y nada de lo malo lo alcanza, ni siquiera lo roza, porque el Amor lo protege, lo cuida, lo tiene dentro de sí, como la sangre está dentro del corazón, y así, el que ama a Dios, está dentro de Dios y Dios está dentro de él.

         “El que me ama, cumplirá mis mandamientos”. El amor a Dios, a Jesús, que es Dios, es entonces la llave para entrar en el cielo. Y después Jesús promete, para Pentecostés, el envío del Espíritu Santo, el Amor de Dios, que es como un Fuego de Amor que nos hace amar todavía más a Dios, pero eso es otra historia.

viernes, 16 de mayo de 2014

El Evangelio para Niños: “Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida”


(Domingo V – TP - 2014)
         Jesús en el Evangelio nos dice que Él es tres cosas: Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 1-12).
         Jesús es el Camino, el Único Camino, para ir al Cielo, y no hay otro camino que no sea Jesús. Nadie puede ir al cielo, sino es por el Camino que es Jesús. Es verdad que no es un camino fácil, porque se trata del camino de la cruz y además, es un camino en subida y muy estrecho, pero es el único camino y no hay otro camino que el Camino que es Jesús. En este camino, Jesús va delante, llevando la cruz, y nosotros lo seguimos por detrás, pero no estamos solos: con nosotros está la Virgen, que nos ayuda a llevar la cruz y por eso el camino de la cruz, aunque sea en subida y aunque sea difícil y largo, se hace fácil y corto, porque la Virgen nos acompaña con su amor maternal, así como lo acompañó a Jesús en su camino al Calvario y así la cruz se nos hace mucho más liviana. Jesús es el camino, pero, ¿dónde termina este camino? El camino de la cruz, por el que nos conduce Jesús, nos lleva a un lugar es más hermoso que el cielo y que es la Casa de Dios Padre, una casa enorme, más grande que el cielo, donde hay infinitas habitaciones, en donde entramos todos los seres humanos. Jesús es el Camino que por la Cruz, nos lleva a la Casa de su Papá, que es más grande que el cielo y por eso es que Jesús dice: “Yo Soy el Camino”.
         Jesús es la Verdad, y es la única Verdad que tenemos que saber para poder salvarnos. ¿Cuál es esta Verdad? La que nos enseña la Iglesia en el Credo: que Dios es Padre Todopoderoso y que Él creó todo con su poder; que Jesús es Dios Hijo, que se hizo hombre sin dejar de ser Dios; nació de Santa María Virgen, padeció en tiempos de Poncio Pilato, murió en la cruz, resucitó el Domingo de Resurrección, subió a los cielos, envió al Espíritu Santo en Pentecostés, y se quedó en la Eucaristía para estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo, y al fin del mundo, vendrá para juzgar a vivos y muertos; a los buenos les dará como recompensa el cielo, y a los malos, les dará lo que los malos eligieron, que es el infierno. No hay otra Verdad que debamos creer, sino esta, y es la única verdad, la Verdad que nos enseña el Credo de nuestra Santa Iglesia Católica.
         Jesús es la Vida, y una vida muy especial, que se llama “eterna”, porque es la vida de Dios. Solo Dios tiene “Vida eterna”, y como Jesús es Dios, solo Él tiene “Vida eterna”. Nadie más que Jesús da la “Vida eterna”, y Jesús da la Vida eterna en la Eucaristía, por eso la Eucaristía se llama “Pan de Vida eterna”. La Eucaristía no es un pan sin vida, como el pan de mesa, sino que es un Pan que tiene vida, la vida misma de Dios y como viene del cielo hasta el altar de la misa, se llama también “Pan Vivo bajado del cielo”. Cuando comulgamos, no consumimos un pan sin vida, como el pan de mesa, sino que consumimos un Pan Vivo, un Pan que late con los latidos de un corazón, porque la Eucaristía es el Sagrado Corazón de Jesús, que late con el Amor de Dios, el Espíritu Santo, y por eso, cuando comulgamos, recibimos toda la vida de Dios, que es la Vida y que es Amor al mismo tiempo.

         Y todo esto es Jesús en la Eucaristía: Camino, Verdad y Vida. 

sábado, 10 de mayo de 2014

El Evangelio para Niños: “Yo Soy la Puerta de las ovejas”


(Domingo IV – TP – Ciclo A – 2014)
         En este Evangelio, Jesús se compara con una puerta, y con la puerta de un corral de ovejas. ¿Por qué se compara Jesús con una puerta? Primero veamos qué hace una puerta abierta, y qué hace una puerta cerrada: una puerta abierta, les permite a las ovejitas, por la mañana, salir a comer pasto fresco y verde y beber agua fresca y pura; por la noche, cuando todas las ovejitas han entrado, la puerta se cierra, y todas quedan seguras de los peligros de la noche: los lobos y los ladrones, que se las quieren robar para quitarles su lana.
         Ahora podemos saber por qué Jesús se compara con una puerta: Jesús es la Puerta abierta de las ovejas porque en la Cruz, su Sagrado Corazón fue abierto por la lanza de los soldados romanos, entonces nosotros, que somos sus ovejas, podemos entrar por el costado abierto del Corazón de Jesús, para encontrar los pastos verdes y el agua fresca y pura, es decir, la gracia santificante, el Amor Puro y Santo de su Sagrado Corazón y su Divina Misericordia.
          Jesús es la Puerta cerrada de las ovejas, porque cuando nosotros nos refugiamos en su Sagrado Corazón, estamos bien seguros y resguardados de los peligros del mundo y de los lobos, es decir, las tentaciones del mundo y las trampas que nos tienden los ángeles caídos, los demonios. Cuando entramos en el Sagrado Corazón de Jesús y en el Inmaculado Corazón de María, estamos bien resguardados y seguros, como las ovejas en el redil, aseguradas por la puerta cerrada, porque ahí no pueden entrar los demonios ni los asaltantes, y las tentaciones del mundo no nos hacen nada.
         Jesús dice que Él es la Puerta y que el que entra por Él, se va a salvar, porque va la oveja que entre por la Puerta abierta que es Él, va a tener Vida, es decir, siempre va a estar segura, protegida y nunca se va a enfermar, y va a encontrar protección, cariño y amor; esto quiere decir que el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por la lanza en la cruz es la Puerta abierta al Amor de Dios y si nosotros entramos en Él, nunca nos vamos a enfermar, porque en Él encontramos la gracia de Dios y encontramos algo más grande que el cielo, encontramos la Vida y el Amor de Dios, que es infinito y eterno, como un mar sin fondo y sin orillas, como un cielo estrellado, que no tiene fin.

         Por todo esto, Jesús es la Puerta de las ovejas, que somos nosotros.

viernes, 2 de mayo de 2014

El Evangelio para Niños: Los discípulos de Emaús


(Ciclo A – 2014)
         El Evangelio nos cuenta que Jesús, después que resucitó, se apareció a muchos discípulos, entre ellos, a dos a los que se los llamó “discípulos de Emaús”, porque iban camino de un pueblo llamado Emaús. Estos discípulos eran amigos de Jesús, habían recibido las enseñanzas de Jesús y habían sido testigos de muchos de sus milagros, y cuando Jesús fue arrestado y llevado a juicio y después encarcelado y cargado con la cruz, ellos estuvieron siempre cerca, junto con todos los demás discípulos. Vieron todo lo que pasó en Semana Santa y se habían quedado muy tristes y acongojados después de la muerte y sepultura de Jesús el Viernes y Sábado Santo.
         Y justamente, estaban tan tristes por lo que había pasado el Viernes Santo, que se habían olvidado de las promesas de Jesús; se habían olvidado que Él les había dicho que “al tercer día”, es decir, el Domingo, iba a resucitar. Por eso, ahora que Jesús se les aparecía, todo glorioso y resucitado, no lo reconocen, piensan que es un extranjero, un desconocido, a pesar de que ellos lo conocían bien, porque eran sus discípulos. Los discípulos de Emaús no reconocen a Jesús porque tienen algo misterioso en la mente y en el corazón, como un velo oscuro, negro, que les impide reconocer a Jesús. A pesar de esto, Jesús se pone a caminar con ellos, y mientras camina con ellos, les va explicando las Escrituras, tratando de hacerles recordar todo lo que las Escrituras decían acerca de que el Mesías tenía que sufrir para poder después resucitar.
         Cuando llegaron a Emaús, Jesús hizo como que se iba para otro lugar, pero ellos estaban tan contentos con Jesús, que lo invitaron a que se quedara con ellos, diciéndole: “¡Quédate con nosotros, Jesús, que el día ya se acaba!”.  Y Jesús, que los quería mucho, se quedó con ellos. Se pusieron a cenar, y cuando estaban cenando, Jesús tomó un trozo de pan, lo partió, y cuando lo partió, Jesús, que como sabemos, es Dios Hijo en Persona, sopló sobre ellos al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo les quita ese velo oscuro y con su luz les ilumina la mente y el corazón con una luz celestial, hermosísima, que los hace conocer y amar a Jesús como Jesús se conoce y se ama a sí mismo, y como lo conocen y lo aman Dios Padre y Dios Espíritu Santo, y por eso los discípulos de Emaús, cuando Jesús parte el pan, lo conocen como al Hombre-Dios, como al Mesías Salvador, y el corazón se les llena de un Amor tan pero tan grande por Jesús, que parece que el corazón les va a estallar de tanto amor, de tanta alegría, de tanto gozo que siente por Jesús, de tanto ardor que sienten por Jesús, y en ese mismo momento, Jesús desaparece de la vista de ellos.
         Ahí, los discípulos de Emaús se dan cuenta que Jesús ha resucitado, ya no está muerto y ya no va a morir más, y se preguntan: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?”, porque se dan cuenta que cuando Jesús les hablaba, era el Amor del Espíritu Santo lo que Jesús les transmitía a sus corazones. Y entonces, llenos de alegría y de amor, fueron a contarles a los demás la noticia más alegre que jamás alguien puede escuchar en esta vida: ¡Jesús ha resucitado y está vivo, glorioso, lleno de la gloria y de la vida divina en los cielos y en la Eucaristía!

         Y ese mismo mensaje, que fueron a dar los discípulos de Emaús a sus amigos, es el mismo mensaje que tenemos que dar nosotros a todo el mundo, porque esa es la misión que nos encargó Dios Trinidad en esta vida.