Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

martes, 30 de mayo de 2017

Santo Rosario meditado para Niños: Misterios Gloriosos


         Primer Misterio Glorioso: la Resurrección del Señor (Mc 16, 5-6). Las santas mujeres van al sepulcro, en busca de Jesús muerto, pero el Ángel les anuncia la hermosa noticia: “Jesús de Nazareth ha resucitado, no está aquí”. Llenas de alegría, corren para dar a los demás la noticia de que el sepulcro de Jesús está vacío, porque ha vencido a la muerte. Nosotros debemos acudir al sagrario, para después anunciar al mundo la alegre noticia: ¡Jesús está resucitado y glorioso en la Eucaristía!

         Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

         Segundo Misterio Glorioso: Jesús Asciende glorioso a los cielos (Mt 28, 18-19; Lc 24, 50-51). Después de resucitar, Jesús sube al cielo para prepararnos una morada en la Casa del Padre, porque Él nos ama tanto, que quiere que donde esté Él, también estemos nosotros. En la Casa del Padre, inmensa como los cielos eternos, hay habitaciones que tienen nuestro nombre y están listas y preparadas para que las habitemos, luego de esta vida. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que yo ame tanto a Jesús, que desee siempre vivir en gracia, para ir a habitar en la Morada del Padre en la vida eterna!

         Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

         Tercer Misterio Glorioso: la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los apóstoles (Hch 2, 1.3-4). Desde el cielo, Jesús cumple con su promesa de enviarnos el Amor de Dios y junto a Dios Padre, sopla el Espíritu Santo sobre María Santísima y los Apóstoles, reunidos en oración. El Espíritu Santo, que es Fuego de Amor divino, quiere encender nuestros corazones en el Amor de Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, nuestros corazones, que sin la gracia de Dios son fríos y oscuros como el carbón; haz que se conviertan en brasas incandescentes y luminosas al recibir el Fuego del Amor de Dios, el Espíritu Santo!

         Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

         Cuarto Misterio Glorioso: la asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los cielos. La Virgen María, por ser la Madre de Dios, no podeía sufrir la corrupción de la muerte y es por eso que la Inmaculada siempre Virgen María, cuando finalizó su vida terrena, se durmió en la tierra y despertó en los cielos, revestida de la luz y de la gloria de Jesús. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos para que, viviendo siempre en gracia en esta vida terrena, logremos alcanzar el premio de la vida eterna, para estar contigo y con Jesús, en el Reino de Dios, para siempre!  

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.

         Quinto misterio glorioso: la coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado (Ap 12, 1). Cuando llega al cielo, Jesús coloca en la cabeza de su Mamá una corona, más preciosa que el oro, porque está hecha de la luz y de la gloria de Dios. Para merecer esta corona, la Virgen aceptó con amor sufrir junto con su Hijo la Pasión, acompañándolo en todo momento, y sufriendo en su espíritu la coronación de espinas de Jesús. Así la Virgen nos enseña que, si queremos ser coronados de gloria en el cielo, aquí en la tierra debemos llevar la corona de espinas de su Hijo Jesús. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que deseemos siempre ser coronados con la corona de espinas de Jesús, para compartir tu corona de gloria en el cielo!

Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.



domingo, 28 de mayo de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús Asciende a los cielos


(Domingo VII – TP – Ciclo A -2017)
         Después de morir en la cruz, Jesús resucita y sube a los cielos, para cumplir sus promesas: había prometido ir al cielo para prepararnos una morada en la casa del Padre, para que donde esté Él, ahí también estemos nosotros; es decir, sube al cielo para que nosotros tengamos una habitación, sola para cada uno, en la Casa de Dios en el cielo. Sube también al cielo para enviarnos el Espíritu Santo, para que el Espíritu Santo nos haga ser santos y así podamos ir al cielo, porque nadie que no sea santo, puede entrar en el Reino de Dios. Sólo los que tienen traje de fiesta, que es la gracia santificante, pueden entrar en la gran fiesta del Reino de Dios, y para eso Jesús sube al cielo, para enviarnos al Espíritu Santo, que nos haga santos como es Él, y así podamos entrar en el Reino de Dios.
         Pero antes de subir al cielo, Jesús hace una promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. ¿Y cómo puede ser que Jesús suba al cielo, pero al mismo tiempo esté con nosotros hasta el fin del mundo?
         Lo puede hacer porque Él, en la Última Cena, inventó una forma de quedarse en medio nuestro, estando al mismo tiempo en el cielo, y es la Eucaristía.

         En la Eucaristía, Jesús está con el mismo Cuerpo lleno de la luz y de la gloria de Dios, con el que Él está en el cielo. Quiere decir que cuando estamos cerca de Jesús Eucaristía, estamos cerca de Jesús que está en el cielo. Estar delante de Jesús Eucaristía y, mucho más, recibir a Jesús Eucaristía en el corazón, es como estar ya en el cielo, pero todavía en la tierra. Si queremos ir al cielo, y si queremos saber cómo es el cielo estando todavía en la tierra, tenemos que hacer dos cosas: adorar a Jesús en la Eucaristía, y recibirlo en el corazón, en estado de gracia.

sábado, 27 de mayo de 2017

El perfil de un catequista


         Podemos decir que en el perfil de un catequista hay distintos aspectos: espiritual, formativo y personal.

         Aspecto espiritual del perfil del catequista:

Ante todo, el catequista debe tener conciencia de su misión y de Quién es el que lo ha llamado a esta misión: la misión no es la de “enseñar un tema”, sino ante todo, la de transmitir la Fe, mediante la enseñanza de un tema, lo cual es algo muy distinto. Y la Fe que se debe transmitir, no es la propia fe, construida a la medida personal, sino la Fe de la Santa Iglesia Católica, la Fe de los Apóstoles, la Fe del Credo, la Fe que se explicita en el Magisterio de la Iglesia, la Fe que se transmite por la Tradición.
Y con respecto a Quién lo llamó para esta misión, debe ser consciente de que es un llamado divino, según Efesios 4, 11-12: “Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo”. En este caso, el don comunicado es el de “maestro”, para “la edificación del Cuerpo (Místico) de Cristo”. Ya en este llamado hay un contenido de misterio sobrenatural que el catequista debe tener en cuenta, para al mismo tiempo, reflexionar acerca de la importancia de su misión: no es un llamado humano, sino divino, y para “edificar el Cuerpo Místico de Cristo”, es decir, su Iglesia.
         El catequista debe saber que su Fe no es racional, en el sentido de que todo lo puede explicar con su razón, sino que precisamente es supra-racional, porque el contenido de la Fe católica no ha sido inventado por hombres, sino que nos ha sido revelado por la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, Nuestro Señor Jesucristo. Lo que el catequista no entienda con su razón, perteneciendo este contenido al depósito de Fe de la Iglesia, no debe “descartarlo” ni tratar de racionalizarlo –por ejemplo, quitando de los milagros el poder de Dios, racionalizándolos-, sino que debe enseñar tal como la Iglesia con su Magisterio lo enseña. De lo contrario, produce un gran daño al alma de sus alumnos.
Por eso el catequista debe llevar una vida de Fe, lo cual significa que debe alimentar su Fe con la oración cotidiana –no es “oración” signarse con la cruz y rezar un Padrenuestro antes de dormir-, dedicándole tiempo a la misma, pero también con la frecuencia de los Sacramentos, teniendo en cuenta que los Sacramentos no son ritos vacíos, sino la actuación y presencia del misterio redentor de Jesucristo que se hace presente por los sacramentos, para darnos su gracia santificante.
Llevar una vida de Fe significa que el catequista debe tener mucha oración, entre ellas, principalmente, el Santo Rosario, porque allí la Virgen, en silencio y misteriosamente, nos explica y nos ilumina las verdades de Fe.
También debe ser, en la medida de lo posible y según las condiciones de vida y estado de vida, adorador eucarístico, porque allí Jesús, el Maestro Divino, nos ilumina con su luz acerca de los misterios de la Fe y aumenta y fortalece nuestra Fe.
El catequista debe encomendarse, antes de cada clase, a los santos, ante todo, San Pío V, Papa, Patrono de los catequistas, y a santos niños, como por ejemplo, Imelda Lambertini, Antonieta Meo, José Sánchez del Río, San Tarcisio, y debe rezar y pedir a Nuestro Señor, a la Virgen, a los ángeles custodios de sus alumnos y a los santos, por sus alumnos, para que no solo aprendan las lecciones sino, ante todo, comiencen a vivir su Fe.

Aspecto formativo del perfil del catequista.

Todo trabajo debe ser hecho con la mayor perfección, porque el trabajo y el estudio son lugares de santificación, al ser ofrecidos a Dios con sacrificio, uniéndolos al sacrificio de Jesús. Pero a Dios no puedo ofrecerle un trabajo mal hecho, o una hora de estudio en la que solo hice pereza, del mismo modo a como en el Antiguo Testamento no se podía ofrecer en sacrificio a Dios un animal defectuoso, sino que debía ser el mejor animal de todos; entonces así debe ser mi clase: debo prepararla, saberla, tratar de comunicar a los demás y de transmitir los conceptos y las ideas. Además de estudiar los Encuentros, debo prepararlos y ver de qué manera los niños tomen el gusto por aprender. No significa transformar la clase en una fiesta, sino en no solo evitar que las clases sean monótonas, y en hacer al menos el intento de que las clases consigan su objetivo, que es la aprehensión vital y la incorporación a la vida de Fe del catequizando, del contenido que se enseña.
El catequista no se debe dar por satisfecho porque sus alumnos “aprenden de memoria” los contenidos: debe preocuparse porque verdaderamente los vivan en sus vidas cotidianas.
Como parte de su aspecto formativo, el catequista debe profundizar en las lecciones, acudiendo a la Sagrada Escritura, al Magisterio y a la Tradición. Debe tener en cuenta que no somos protestantes, por lo que la fuente de conocimiento de nuestra Fe no se reduce, de ninguna manera, a la Escritura, sino que nuestra fuente está formada por una tríada: la Escritura, el Magisterio y la Tradición.

Aspecto personal del perfil del catequista.

Presentación personal: corresponde al cristiano, y no solo al catequista, estar siempre bien presentado, bien aseado, en lo posible, con perfume, y esto no por vanidad, sino porque el cristiano debe “amarse a sí mismo”, como parte del Primer Mandamiento, y además porque debe reflejar a Cristo y la limpieza, la pulcritud, la fragancia, son símbolos de la gracia de Cristo.
Coherencia de vida cristiana: vivir como la fe que profesamos, si enseñamos los sacramentos, vivir como los sacramentos nos piden. En el caso del matrimonio, o casados o solteros, pero no en concubinato, y mucho menos comulgar, estando en concubinato. No puedo enseñar que es pecado mortal faltar a Misa sin causa grave, y al mismo tiempo, faltar a Misa por causas banales. No puedo enseñar que la Eucaristía es el alimento del alma, si yo mismo no me alimento de la Eucaristía.
Tampoco se puede practicar la magia, la brujería, el esoterismo, el ocultismo, el tarot, el vudú; no se puede creer en supersticiones, como la cinta roja, el gato negro, la mano de Fátima, el árbol de la vida, etc.; no se pueden usar amuletos, como el árbol de la vida, amuleto gnóstico; no se puede rezar a supersticiones prohibidas por la Iglesia, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte; no se puede acudir a brujos, ni leer ni hacer leer las cartas; no se puede asistir a cursos de Metafísica, de Ovnis o de Medicinas alternativas; no se puede practicar Reiki, Yoga, o las medicinas orientales. En otras palabras, es incompatible el ser catequista con las prácticas gnósticas y ocultistas de la Nueva Era.


domingo, 21 de mayo de 2017

El Evangelio para Niños: El que cumple los Mandamientos ama a Jesús


(Domingo VI - TC - Ciclo A - 2017)

         “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama” (Jn 14, 15-21). En el cielo, los santos que están más cerca de Jesús, son los que más lo amaron en la tierra. Con Jesús y nosotros, sucede como con los planetas y el sol: hay algunos planetas que están muy cerca del sol, mientras que hay otros planetas que están lejos del sol. Los que están más cerca del sol, reciben más luz y más calor y tienen vida, como nuestro planeta Tierra; los que están más lejos, reciben cada vez menos luz y menos calor, por lo que están a oscuras, hace mucho frío, y no hay vida en ellos. Así sucede entre nosotros y Jesús: cuanto más un alma ama a Jesús, “Sol de justicia”, más cerca está de Él y más recibe de Jesús su luz, su vida divina y su Amor; el que más lejos está de Jesús, está a oscuras, sin la vida de Dios y sin su Amor.
¿Cómo saber  “a qué distancia” estamos de Jesús? Porque la diferencia entre nosotros y los planetas, es que los planetas giran alrededor del sol en la órbita que Dios les fijó; en cambio, nosotros podemos girar alrededor de Jesús libremente, es decir, podemos girar cerca o lejos. ¿Cómo saber a qué distancia estoy de Jesús? El mismo Jesús nos da una forma de “medir” nuestra distancia con Él: si cumplimos sus Mandamientos, o si no los cumplimos.
¿Cuáles mandamientos? Por supuesto que los Diez Mandamientos, o sea, el Decálogo, pero también otros mandamientos que Él da en el Evangelio. ¿Cuáles son estos? Por ejemplo, cuando Jesús dice: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”, y Jesús nos ha amado hasta la muerte de cruz. Quiere decir que si yo me enojo con mi hermano por cualquier cosa sin importancia –y aunque sea algo importante-, o si falto el respeto a los mayores, no cumplo lo que Jesús me dice, que los tengo que amar hasta la cruz, y eso quiere decir ser paciente, comprensivo, caritativo, y evitar siempre, siempre, los malos sentimientos.
Otro ejemplo: Jesús dice: “Carga tu cruz de cada día y sígueme”, lo cual quiere decir reconocer cuáles son mis pecados dominantes, los que cometo con más frecuencia, y como esos pecados son mi cruz y nacen de mi corazón y sólo me los puedo quitar si la Sangre de Jesús cae, gota a gota, sobre mi corazón, tengo que seguir a Jesús, que va camino del Calvario, para que cuando Él sea crucificado, yo esté a sus pies, arrodillado, para que su Sangre caiga sobre mí y me limpie mis pecados por la confesión sacramental. Si no reconozco mis pecados, si no me arrepiento los confieso en el Sacramento de la Penitencia, quiere decir que no cargo mi cruz y que no hago lo que dice Jesús y, por lo tanto, no amo a Jesús.

Cuanto más cumplamos los Mandamientos de Jesús, seremos como esos planetas que están más cerca del sol, los que reciben más luz, calor y vida, porque tanto más cerca estaremos de Jesús, que es el Sol de justicia, y cuanto más cumplamos sus Mandamientos, más luz divina, más calor de su Amor y más vida divina recibiremos de Él. No seamos como los planetas que están más lejos del sol, que viven a oscuras, fríos y sin vida; seamos como los planetas que están más cerca del sol, que son más luminosos y más vida tienen y, para eso, cumplamos los Mandamientos de Jesús. Amemos a Jesús, pero no de palabras, sino cumpliendo con amor sus Mandamientos.

domingo, 14 de mayo de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús es el Camino al Padre


(Domingo V – TP – Ciclo A – 2017)

         “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (cfr. Jn 14, 1-12). En este Evangelio, Jesús dice de sí mismo que es tres cosas: Camino, Verdad y Vida. ¿Qué quiere decir Jesús, cuando dice que Él es "Camino, Verdad y Vida? Veamos.
         Él es el Camino y, como todo camino, lleva a un lugar, pero Jesús no es un camino de la tierra, y por eso no nos lleva a un lugar de la tierra; Él es del cielo y por eso, nos lleva a un lugar hermoso, que es el cielo, o mejor dicho, nos lleva a un lugar que es mucho más hermoso que todos los cielos más hermosos, y es el Corazón de Dios Padre. Jesús es Camino, pero no de la tierra, sino del cielo, y el lugar al que lleva este Camino que es Jesús, es el Corazón de Dios Padre, que es algo más hermoso que todos los cielos hermosos juntos.
         Él es la Verdad, pero no es una verdad que nosotros conocemos en esta tierra, como por ejemplo, que 2 mas dos es cuatro (aunque hay ingenieros y matemáticos que dicen que dos mas dos no es cuatro); la Verdad de Jesús es una Verdad que viene del cielo y por eso nos habla de cosas del cielo, como por ejemplo, nos dice cómo ees Dios. Jesús es la Verdad de Dios, porque nos dice cómo es Dios en sí mismo: Dios es Uno y Trino, en Dios hay Tres Personas Divinas, que son iguales en majestad, en honor y en poder, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo la Iglesia Católica tiene esta Verdad, porque Jesús nos la dijo.
         Él es la Vida, pero no esta vida que tenemos ahora, sino la vida de Dios, que en la tierra es la vida de la gracia, que se opone a la vida del pecado, y en el cielo, es la vida de la gloria, una vida llena de luz, de paz, de amor y de alegría, en compañía de los ángeles y los santos.
         Jesús, entonces, es Camino, Verdad y Vida. ¿Cuál Jesús? El Jesús que está en la Cruz y en la Eucaristía. Todos los otros Jesús, que no sean este Jesús, no son de Dios.

         

sábado, 6 de mayo de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús es el Buen Pastor


(Domingo IV – TP – Ciclo A – 2017)

         En este Evangelio, Jesús utiliza la imagen de un corral, que tiene una puerta y en donde las ovejas están seguras; además, hay un guardián o pastor. Y aunque no lo dice, pero forman parte de esta imagen lo que está fuera del corral y que pone en peligro la vida de las ovejas, y es el lobo, además de las tinieblas, porque si una oveja se sale del corral y se aleja, pronto cae la noche y los peligros para la oveja aumentan cada vez más.
         ¿Qué significa cada una de estas partes de la imagen? El corral, ahí donde las ovejas están seguras porque están cuidadas por el Buen Pastor, y donde encuentran agua y alimentos, es la Iglesia Católica; las ovejas somos nosotros, los que hemos sido bautizados en la Iglesia Católica; la Puerta de las ovejas es Jesús, y eso quiere decir que entramos en la Iglesia por el Corazón de Jesús traspasado en la Cruz. Las tinieblas de la noche, que envuelven a las ovejas que salen del corral y se alejan, son el pecado y también el error de creer en otras religiones que no sean la Católica, o creer en sectas, o creer en ídolos paganos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, o cosas así. El lobo que pone en peligro la vida de las ovejas, no es el lobo-animal, sino el Lobo del Infierno, el Demonio: así como una ovejita que sale del redil y se aleja, no tiene la más mínima oportunidad de defenderse si la ataca el lobo, porque el lobo la destroza con sus dientes afilados, así tampoco el alma, que sale de la Iglesia Católica, tiene la más mínima oportunidad de defenderse, ante los embates del Lobo infernal, el Demonio. Jesús habla también de “ladrones” que no entran por la puerta y que se quieren llevar las ovejas para venderlas: son los malos pastores, que no les importa la salvación de las ovejas, sino aprovecharse de sus bienes.
         Esto nos enseña que dentro de la Iglesia Católica, siempre vamos a estar a salvo, porque es como decían los Padres de la Iglesia: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, fuera del redil de Jesús, no podemos salvarnos. Por eso tenemos que pedir la gracia de la perseverancia final en la fe y en las buenas obras, y de nunca jamás apartarnos de la Iglesia, por ningún motivo.

         Por último, hay algo que dice Jesús con respecto a las ovejas, y es que ellas “conocen la voz” de su pastor y lo siguen, pero no reconocen la voz del asaltante y por eso no lo siguen: esto quiere decir que nosotros, que somos las ovejas de Jesús, debemos escuchar su Voz, para seguirlo. ¿Y dónde está nuestro Buen Pastor, Jesús? Está en la Cruz y está en la Eucaristía, y desde ahí, nos habla en el silencio, en lo más profundo de nuestro ser. Entonces, para reconocer la Voz del Buen Pastor, debemos hacer oración delante de Jesús crucificado y delante del sagrario, es decir, debemos hacer Adoración Eucarística, y así reconoceremos siempre a Jesús. A la Virgen, que es la Buena Pastora, le vamos a pedir que nos lleve ante el sagrario, y nos enseñe a escuchar la Voz de Nuestro Amado Pastor Jesucristo, para que nunca nos apartaremos de Él.