Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 27 de mayo de 2017

El perfil de un catequista


         Podemos decir que en el perfil de un catequista hay distintos aspectos: espiritual, formativo y personal.

         Aspecto espiritual del perfil del catequista:

Ante todo, el catequista debe tener conciencia de su misión y de Quién es el que lo ha llamado a esta misión: la misión no es la de “enseñar un tema”, sino ante todo, la de transmitir la Fe, mediante la enseñanza de un tema, lo cual es algo muy distinto. Y la Fe que se debe transmitir, no es la propia fe, construida a la medida personal, sino la Fe de la Santa Iglesia Católica, la Fe de los Apóstoles, la Fe del Credo, la Fe que se explicita en el Magisterio de la Iglesia, la Fe que se transmite por la Tradición.
Y con respecto a Quién lo llamó para esta misión, debe ser consciente de que es un llamado divino, según Efesios 4, 11-12: “Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo”. En este caso, el don comunicado es el de “maestro”, para “la edificación del Cuerpo (Místico) de Cristo”. Ya en este llamado hay un contenido de misterio sobrenatural que el catequista debe tener en cuenta, para al mismo tiempo, reflexionar acerca de la importancia de su misión: no es un llamado humano, sino divino, y para “edificar el Cuerpo Místico de Cristo”, es decir, su Iglesia.
         El catequista debe saber que su Fe no es racional, en el sentido de que todo lo puede explicar con su razón, sino que precisamente es supra-racional, porque el contenido de la Fe católica no ha sido inventado por hombres, sino que nos ha sido revelado por la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, Nuestro Señor Jesucristo. Lo que el catequista no entienda con su razón, perteneciendo este contenido al depósito de Fe de la Iglesia, no debe “descartarlo” ni tratar de racionalizarlo –por ejemplo, quitando de los milagros el poder de Dios, racionalizándolos-, sino que debe enseñar tal como la Iglesia con su Magisterio lo enseña. De lo contrario, produce un gran daño al alma de sus alumnos.
Por eso el catequista debe llevar una vida de Fe, lo cual significa que debe alimentar su Fe con la oración cotidiana –no es “oración” signarse con la cruz y rezar un Padrenuestro antes de dormir-, dedicándole tiempo a la misma, pero también con la frecuencia de los Sacramentos, teniendo en cuenta que los Sacramentos no son ritos vacíos, sino la actuación y presencia del misterio redentor de Jesucristo que se hace presente por los sacramentos, para darnos su gracia santificante.
Llevar una vida de Fe significa que el catequista debe tener mucha oración, entre ellas, principalmente, el Santo Rosario, porque allí la Virgen, en silencio y misteriosamente, nos explica y nos ilumina las verdades de Fe.
También debe ser, en la medida de lo posible y según las condiciones de vida y estado de vida, adorador eucarístico, porque allí Jesús, el Maestro Divino, nos ilumina con su luz acerca de los misterios de la Fe y aumenta y fortalece nuestra Fe.
El catequista debe encomendarse, antes de cada clase, a los santos, ante todo, San Pío V, Papa, Patrono de los catequistas, y a santos niños, como por ejemplo, Imelda Lambertini, Antonieta Meo, José Sánchez del Río, San Tarcisio, y debe rezar y pedir a Nuestro Señor, a la Virgen, a los ángeles custodios de sus alumnos y a los santos, por sus alumnos, para que no solo aprendan las lecciones sino, ante todo, comiencen a vivir su Fe.

Aspecto formativo del perfil del catequista.

Todo trabajo debe ser hecho con la mayor perfección, porque el trabajo y el estudio son lugares de santificación, al ser ofrecidos a Dios con sacrificio, uniéndolos al sacrificio de Jesús. Pero a Dios no puedo ofrecerle un trabajo mal hecho, o una hora de estudio en la que solo hice pereza, del mismo modo a como en el Antiguo Testamento no se podía ofrecer en sacrificio a Dios un animal defectuoso, sino que debía ser el mejor animal de todos; entonces así debe ser mi clase: debo prepararla, saberla, tratar de comunicar a los demás y de transmitir los conceptos y las ideas. Además de estudiar los Encuentros, debo prepararlos y ver de qué manera los niños tomen el gusto por aprender. No significa transformar la clase en una fiesta, sino en no solo evitar que las clases sean monótonas, y en hacer al menos el intento de que las clases consigan su objetivo, que es la aprehensión vital y la incorporación a la vida de Fe del catequizando, del contenido que se enseña.
El catequista no se debe dar por satisfecho porque sus alumnos “aprenden de memoria” los contenidos: debe preocuparse porque verdaderamente los vivan en sus vidas cotidianas.
Como parte de su aspecto formativo, el catequista debe profundizar en las lecciones, acudiendo a la Sagrada Escritura, al Magisterio y a la Tradición. Debe tener en cuenta que no somos protestantes, por lo que la fuente de conocimiento de nuestra Fe no se reduce, de ninguna manera, a la Escritura, sino que nuestra fuente está formada por una tríada: la Escritura, el Magisterio y la Tradición.

Aspecto personal del perfil del catequista.

Presentación personal: corresponde al cristiano, y no solo al catequista, estar siempre bien presentado, bien aseado, en lo posible, con perfume, y esto no por vanidad, sino porque el cristiano debe “amarse a sí mismo”, como parte del Primer Mandamiento, y además porque debe reflejar a Cristo y la limpieza, la pulcritud, la fragancia, son símbolos de la gracia de Cristo.
Coherencia de vida cristiana: vivir como la fe que profesamos, si enseñamos los sacramentos, vivir como los sacramentos nos piden. En el caso del matrimonio, o casados o solteros, pero no en concubinato, y mucho menos comulgar, estando en concubinato. No puedo enseñar que es pecado mortal faltar a Misa sin causa grave, y al mismo tiempo, faltar a Misa por causas banales. No puedo enseñar que la Eucaristía es el alimento del alma, si yo mismo no me alimento de la Eucaristía.
Tampoco se puede practicar la magia, la brujería, el esoterismo, el ocultismo, el tarot, el vudú; no se puede creer en supersticiones, como la cinta roja, el gato negro, la mano de Fátima, el árbol de la vida, etc.; no se pueden usar amuletos, como el árbol de la vida, amuleto gnóstico; no se puede rezar a supersticiones prohibidas por la Iglesia, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte; no se puede acudir a brujos, ni leer ni hacer leer las cartas; no se puede asistir a cursos de Metafísica, de Ovnis o de Medicinas alternativas; no se puede practicar Reiki, Yoga, o las medicinas orientales. En otras palabras, es incompatible el ser catequista con las prácticas gnósticas y ocultistas de la Nueva Era.


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