Primer Misterio Glorioso: la Resurrección del Señor (Mc 16, 5-6).
Las santas mujeres van al sepulcro, en busca de Jesús muerto, pero el Ángel les
anuncia la hermosa noticia: “Jesús de Nazareth ha resucitado, no está aquí”. Llenas
de alegría, corren para dar a los demás la noticia de que el sepulcro de Jesús
está vacío, porque ha vencido a la muerte. Nosotros debemos acudir al sagrario,
para después anunciar al mundo la alegre noticia: ¡Jesús está resucitado y glorioso en la Eucaristía!
Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.
Segundo Misterio Glorioso: Jesús Asciende glorioso a los cielos (Mt 28,
18-19; Lc 24, 50-51). Después de resucitar, Jesús sube al cielo para
prepararnos una morada en la Casa del Padre, porque Él nos ama tanto, que
quiere que donde esté Él, también estemos nosotros. En la Casa del Padre,
inmensa como los cielos eternos, hay habitaciones que tienen nuestro nombre y
están listas y preparadas para que las habitemos, luego de esta vida. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que yo
ame tanto a Jesús, que desee siempre vivir en gracia, para ir a habitar en la
Morada del Padre en la vida eterna!
Padre Nuestro, diez
Avemarías, Gloria.
Tercer Misterio Glorioso: la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen
María y los apóstoles (Hch 2, 1.3-4). Desde el cielo, Jesús cumple con
su promesa de enviarnos el Amor de Dios y junto a Dios Padre, sopla el Espíritu
Santo sobre María Santísima y los Apóstoles, reunidos en oración. El Espíritu
Santo, que es Fuego de Amor divino, quiere encender nuestros corazones en el
Amor de Dios. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, nuestros corazones, que sin la gracia de Dios son fríos y oscuros
como el carbón; haz que se conviertan en brasas incandescentes y luminosas al
recibir el Fuego del Amor de Dios, el Espíritu Santo!
Padre Nuestro, diez
Avemarías, Gloria.
Cuarto Misterio Glorioso: la asunción de María Santísima en cuerpo y alma
a los cielos. La Virgen María, por ser la Madre de Dios, no podeía
sufrir la corrupción de la muerte y es por eso que la Inmaculada siempre Virgen
María, cuando finalizó su vida terrena, se durmió en la tierra y despertó en
los cielos, revestida de la luz y de la gloria de Jesús. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos para que, viviendo siempre
en gracia en esta vida terrena, logremos alcanzar el premio de la vida eterna,
para estar contigo y con Jesús, en el Reino de Dios, para siempre!
Padrenuestro, diez Avemarías,
Gloria.
Quinto misterio glorioso: la coronación de María Santísima como Reina y
Señora de todo lo creado (Ap 12, 1). Cuando llega al cielo, Jesús
coloca en la cabeza de su Mamá una corona, más preciosa que el oro, porque está
hecha de la luz y de la gloria de Dios. Para merecer esta corona, la Virgen
aceptó con amor sufrir junto con su Hijo la Pasión, acompañándolo en todo
momento, y sufriendo en su espíritu la coronación de espinas de Jesús. Así la
Virgen nos enseña que, si queremos ser coronados de gloria en el cielo, aquí en
la tierra debemos llevar la corona de espinas de su Hijo Jesús. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que
deseemos siempre ser coronados con la corona de espinas de Jesús, para
compartir tu corona de gloria en el cielo!
Padrenuestro, diez Avemarías,
Gloria.
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