(Ciclo
A – 2017)
El Espíritu Santo, en Pentecostés, apareció como lenguas de
fuego y como viento impetuoso, y muchos comenzaron a hablar en lenguas. ¿Esto
quiere decir que si no lo vemos como lenguas de fuego y si no lo sentimos como
viento y si no hablamos en lenguas, entonces, no tenemos al Espíritu Santo en
nosotros? No, porque el Espíritu Santo obra en la Iglesia, no solo en
Pentecostés, sino todo el tiempo, y no visiblemente, como lenguas de fuego o
como viento, ni tampoco dando don de lenguas.
¿Cómo obra el Espíritu Santo?
Iluminando nuestras mentes y corazones para que recemos el
Credo, que es nuestra Fe católica, con mucha fe, con mucho fervor y con mucho
amor; nos hace entender qué es cada una de las oraciones del Credo y nos hace
amar a Jesús y desear el cielo. El Espíritu Santo actúa en la inteligencia y en
el corazón, dándonos la Sabiduría y el Amor de Dios.
Pero también actúa de otra manera: convierte nuestros
cuerpos en templos del Espíritu y nuestros corazones en altares. Así como es el
templo, así es nuestro cuerpo, y así como es el altar, así es nuestro corazón.
¿Podemos en el templo cantar canciones inmorales e indecentes, como cumbia, reggaetón,
rock, con letras que ofenden a Dios y a la Virgen? No, entonces, tampoco lo debemos
cantar en nuestros cuerpos, porque también son templos del Espíritu y por eso
son sagrados. ¿Podemos, en el altar, poner figuras de ídolos como el Gauchito
Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, Buda, o cualquier otro ídolo? No, porque
en el altar eucarístico sólo se adora a Jesús Eucaristía: de la misma manera,
en nuestros corazones no puede haber lugar para esos ídolos, sino solo para
Jesús Eucaristía.
Así es como actúa el Espíritu Santo en nuestros cuerpos, en
nuestras almas y corazones, todo el tiempo, y por eso debemos abrir nuestros
corazones para que entre el Espíritu Santo, el Amor de Dios, no solo en
Pentecostés, sino en toda época del año.
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