Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 2 de diciembre de 2011

Adviento explicado para Niños y Adolescentes (II)



Adviento quiere decir “esperar al que viene”, y el que viene es el Niño Dios. Viene en el seno virgen de María, y María viene en un burrito, y al lado va caminando San José. Vienen atravesando senderos y caminos, vienen a buscarnos, para que el Niño Dios nazca en nuestro corazón.
¿Cómo es el camino por el que vienen María y José, trayendo al Niño Dios? En el evangelio dice que para llegar, el Niño Dios, que viene en el vientre virginal de María Santísima, tiene que atravesar montes y valles.
Dice así el Evangelio: “hay que allanar los caminos” para que llegue el Señor.
Quiere decir que la Virgen María, que trae en su vientre a Jesús, y San José, que viene caminando al lado del burrito, antes de llegar a nuestro corazón, se encuentran con que tienen que atravesar altos montes y hondas quebradas y valles, que hacen muy difícil su llegada hasta nosotros. Subir un monte quiere decir hacer mucho esfuerzo y cansarse mucho, y como hay muchos montes entre Jesús y nosotros, lo más probable es que tarden mucho tiempo hasta que lleguen, porque cuando terminan de subir un monte, ya tienen que bajar y empezar a subir otro.
Y lo mismo pasa con las quebradas y valles: hay algunos que son muy profundos, y también muy peligrosos, y hay que caminar mucho para poder pasarlos. Un ejemplo de valle grande es Tafí del Valle, y un ejemplo de montaña alta, es el Aconquija.
Cuantos más montes y cuantos más valles y quebradas hayan entre Jesús, San José y la Virgen, y nosotros, tanto más van a demorar en llegar.
Es por esto que el Evangelio nos dice que hay que “allanar los caminos”, es decir, hay que convertirlos en llanos, a los montes, abajarlos, y a los valles, subirlos, para que el camino sea más fácil. Cuanto más llano sea el camino, más rápido va a caminar el burrito que trae a Jesús y a María.
Lo que tenemos que hacer, entonces, es allanar los caminos. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que tenemos que ir hasta Tafí del Valle para rellenar de tierra el camino? ¿O acaso tenemos que subir hasta el Aconquija para con una pala, comenzar a cavar para tratar de bajarlo? Si es así, tenemos el problema de que la mayoría no somos ingenieros, y tampoco tenemos topadoras o máquinas excavadoras para esta tarea. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero que tenemos que hacer, es darnos cuenta de que no tenemos que ir hasta Tafí del Valle para rellenar de tierra el camino, ni tenemos que subir al Aconquija para comenzar a derribarlo: tenemos que entrar en nuestro corazón, y nos daremos cuenta de que los montes que se levantan, gigantescos, hasta formar toda una cadena montañosa, más alta que los Andes, es nuestro orgullo y nuestra soberbia. Y nos damos cuenta de que es así, porque apenas alguien nos dice algo, nos enojamos, contestamos mal, tratamos mal a los demás. O si nos damos cuenta de que nos hemos equivocado, no lo queremos reconocer.
O si tenemos que pedir perdón a quien hemos ofendido, o si tenemos que perdonar a quien nos ha ofendido, no lo queremos hacer. Nuestro orgullo es tan grande, que no nos permite perdonar ni pedir perdón, ni aceptar consejos, ni correcciones, ni ser buenos con los demás.
Y si miramos todavía más adentro de nuestro corazón, veremos que los valles son nuestro egoísmo y mezquindad, que nos impiden compartir nuestras cosas y nuestros tiempos con los demás, y son también nuestros celos y envidias, y nuestros prejuicios y nuestros malos pensamientos, nuestros malos deseos hacia los demás.
Todo esto hace que la llegada de Jesús a nuestro corazón se demore mucho. Y para algunos, existe el peligro de que nunca llegue.
¿Qué hacer para allanar el camino a Jesús, que viene en el vientre virgen de María, que viene sobre en un burrito, burrito que viene acompañado por San José?
No tenemos que conseguir ni topadoras ni palas: lo que tenemos que hacer es rezar mucho y hacer obras de misericordia. La oración es lo que nos comunica con Dios y permite que baje la luz de Dios a nuestras almas, que así iluminadas pueden darse cuenta cuáles son sus defectos, sus vicios, sus pecados, sus errores. Con la luz de Dios, que viene por la oración, el alma se da cuenta que está siendo orgullosa, mezquina, egoísta, perezosa, envidiosa, pero además, la oración nos muestra qué debemos hacer para corregirnos: imitar a Jesús en su mansedumbre y en su humildad.
Las obras de misericordia, que vienen después de la oración –nunca antes o sin oración-, son como una demostración de que los caminos de nuestro corazón son lisos y llanos como autopista nueva, y que está listo para recibir la gracia por mediación de María, por la cual Jesús viene a nacer en nuestro corazón.
Cuanta más oración y obras de misericordia hagamos en Adviento, más rápido caminará el burrito que trae a María, y así María podrá hacer nacer a su Hijo Jesús en nuestro corazón.

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