Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 3 de octubre de 2014

El Evangelio para Niños: “Los viñadores malos que se querían quedar con la viña que no era de ellos”

  


(Domingo XXVII – TO Ciclo A – 2014)

Jesús nos cuenta una parábola en la que el dueño de una viña le dijo a unos trabajadores que fueran a trabajar mientras él se iba de viaje, y que él les iba a mandar a sus criados para que les mandaran el vino que saliera de las uvas exprimidas, cuando él volviera del viaje. Los trabajadores le dijeron que sí, pero como eran malos y eran muy codiciosos –codiciosos quiere decir que son ladrones, es decir, que se apropian de lo que no les pertenece, porque querían quedarse con la viña que no era de ellos-, escucharon la voz del diablo que les decía que no le hicieran caso al dueño de la vid, que no les dieran nada a los criados, y si éstos insistían, que los golpearan, y si seguían insistiendo, que los mataran, para quedarse con la viña.
Los malos trabajadores, que también eran perezosos, le hicieron caso al diablo, y cuando llegaron los criados a pedirles el vino de parte del patrón, les pegaron primero y los mataron después. El patrón se apenó mucho, pero pensó que si mandaba a su hijo, se iban a arrepentir de su mala conducta y que le iban a dar lo que le correspondía, que era el vino de la vid, pero los malos trabajadores, lejos de arrepentirse, golpearon también al hijo del dueño, lo sacaron fuera de la vid, y también lo mataron.

¿Quiénes son estos malos trabajadores? El Pueblo Elegido, que el Viernes Santo, lo sacó fuera de Jerusalén, y lo crucificó en el Monte Calvario. Pero también podemos ser nosotros, cuando, con nuestros pecados, crucificamos a Jesús, porque también nosotros somos como los malos viñadores, como esos viñadores homicidas, que no solo no dan frutos, sino que dan muerte al hijo del dueño de la vid, que es Cristo Jesús, y eso pasa cuando cometemos pecados. Por eso es que tenemos que proponernos, no solo no cometer ningún pecado mortal, sino también, ningún pecado venial deliberado, y tenemos que proponernos vivir siempre en estado de gracia santificante, para que seamos viñadores que den frutos de santidad, de uno, de cien, de mil por mil, para que el Dueño de la Vid, que es Dios Padre, cuando regrese del viaje, es decir, el Día del Juicio Final, nos dé la paga por nuestro trabajo en su viña, que es la Iglesia, y la paga es su mismo Hijo Jesús, y así seremos felices junto a Él, contemplándolo por toda la eternidad.

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