(Domingo X – TO – Ciclo B – 2018)
¿En qué consiste este pecado,
que es tan grave? No consiste en decir malas palabras contra el Espíritu Santo:
consiste en no querer cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios, para poder
seguir pecando. Es no querer convertir el corazón y dejar que el corazón siga
apegado a las cosas de la tierra.
Es como si alguien, teniendo
en frente suyo los Diez Mandamientos, dijera: “Yo sé cuáles son los Diez
Mandamientos, pero en vez de cumplirlos, voy a cumplir mi propia voluntad y no
la voluntad de Dios”. Es como si alguien dijera: “Yo sé que Dios quiere que yo
cumpla los Mandamientos de su Ley, pero en realidad yo quiero hacer lo que yo
quiero y no lo que quiere Dios”. Ése es el pecado contra el Espíritu Santo,
porque quiere decir no dejar que el Espíritu Santo entre en nuestros corazones,
lo purifique de todo pecado con la Sangre de Cristo y lo deje lleno de la
gracia de Dios. Podemos imaginar lo siguiente: un corazón que está todo
embarrado, todo lleno de lodo y suciedad y con olor a podredumbre y viene
alguien y le ofrece limpiarlo, para que el corazón quede limpio, brillante, con
olor a jabón y a perfume, así como queda la casa después que mamá limpia y deja
todo brillante. Pero esta persona, que tiene este corazón así todo mal oliente
y sucio, en vez de permitir que su corazón sea limpiado –esto es lo que sucede
en el Sacramento de la Confesión-, elige que su corazón quede sucio y
maloliente, porque en fondo prefiere el pecado a la gracia de Dios.
Le pidamos a la Virgen que
interceda para que recibamos la gracia de nunca cerrar nuestros corazones a la
acción del Espíritu Santo y que por el contrario, abramos de par en par las
puertas de nuestros corazones para que el Espíritu Santo entre en ellos y lo
purifique de todo mal y lo santifique, para mayor gloria de Dios.
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