(Domingo
XXIV – TO – Ciclo B - 2018)
“El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue su cruz
y me siga” (Mc 8, 27-35). En este
Evangelio, Jesús nos enseña muchas cosas. Una primera cosa que nos enseña es
que no estamos obligados a seguirlo, sino que, el que lo sigue, tiene que querer
seguirlo. En efecto, Jesús dice: “El que quiera
seguirme, que me siga”. Jesús no nos obliga a seguirlo, quiere que lo sigamos
libremente. Seguirlo quiere decir amarlo, entonces es como si Jesús dijera: “El
que me ame, que me siga”. Nadie está obligado a seguir a Jesús, como Él lo
dice: “El que quiera seguirme”. Esto quiere
decir que nadie va a entrar obligado en el cielo, porque si alguien no quiere
seguir a Jesús, no lo sigue. Pero el que no lo siga, ya sabe que no puede
entrar en el cielo. Para entrar en el cielo, hay que seguir a Jesús, pero quien
no lo quiera seguir, no lo seguirá y tampoco entrará en el cielo. En el cielo
entrarán los que aman a Jesús y los que lo siguen. Si alguien no lo ama y no lo
quiere seguir, ese tal no entrará en el Reino de Dios.
Otra cosa que nos enseña Jesús es que, una vez que nos hemos
decidido a seguirlo, es decir, una vez que hemos elegido seguir a Jesús, no podemos
seguirlo de cualquier manera: tenemos que negarnos a nosotros mismos. ¿Qué
quiere decir “negarnos a nosotros mismos”? Quiere decir que tenemos que darnos
cuenta cuando estamos pensando, deseando o haciendo una cosa mala y rechazarla.
Por ejemplo, negarme a mí mismo es lo siguiente: si yo estoy con mal humor, en
vez de contestar mal a los que me rodean, me niego a mí mismo y contesto bien,
con una sonrisa, con un afecto, con una muestra de bondad. Otro ejemplo de
negación de uno mismo: si estoy con pereza y no tengo ganas de hacer nada, en
vez de quedarme tirado en la cama o en el sofá, sin hacer nada, me levanto y me
pongo a hacer lo que tengo que hacer, que siempre hay algo para hacer, como por
ejemplo, las tareas de la escuela, ayudar en la casa, ayudar a mis hermanos,
ofrecer a mis padres si necesitan algo, etc. Eso es “negarse a sí mismo”.
Por último, quien elige a Jesús y lo sigue y se niega a sí
mismo, tiene que hacer una tercera cosa: tomar su cruz y seguirlo. Jesús va
caminando delante de nosotros, con la cruz a cuestas. ¿Adónde va Jesús? Jesús
va al Calvario, para morir en cruz y luego resucitar. Si amamos a Jesús,
entonces, no lo vamos a dejar ir solo, vamos a ir detrás de Él, pero con
nuestra cruz a cuestas, para que también nosotros seamos crucificados con Él y
así resucitemos a la vida nueva de los hijos de Dios. Esto es lo que nos enseña
el Evangelio de hoy, entonces: seguir a Jesús no por obligación sino por amor,
negarnos a nosotros mismos en nuestras malas inclinaciones y cargar la cruz de
cada día, para algún día ir al cielo y estar con Jesús para siempre.
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