¿Qué es recibir la Primera
Comunión?
Cuando uno mira desde afuera
y ve que alguien comulga, le parece como si estuviera recibiendo un pedacito de
pan; en este caso, un pan bendecido en una ceremonia religiosa.
Pero la Sagrada Comunión, la
Eucaristía, no es eso, no es un pedacito de pan bendecido: es una Persona y esa
Persona es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es Dios Hijo encarnado que
continúa su Encarnación en la Eucaristía. En la Eucaristía está Jesús en
Persona, vivo, glorioso, resucitado, con su Corazón Eucarístico lleno del Amor
de Dios, el Espíritu Santo, para darnos todo su Amor cuando lo recibimos en
gracia, con fe, con piedad y con amor.
Comulgar no es comer un
pedacito de pan, es recibir al Rey del cielo, al Rey de reyes y Señor de
señores, que viene desde el cielo solo para quedarse en la Eucaristía, para que
nosotros lo recibamos con un corazón puro y santo por la gracia santificante de
la Confesión sacramental. Comulgar es abrir de par en par las puertas del corazón
para que ingrese el Rey de los cielos, Cristo Jesús. No hay nada más hermoso en
este mundo que recibir la Sagrada Eucaristía, porque es recibir al Rey de los
ángeles y de los hombres, Cristo Jesús, nuestro Dios, nuestro Señor y nuestro Redentor.
Somos nosotros los que necesitamos de su Amor, de su Fuerza, de su Paz, de su
Alegría y no es Él quien necesita de nosotros. A partir de ahora debe comenzar
una nueva vida en ustedes, niños, una vida caracterizada por la relación de
amor personal con Cristo Jesús en la Eucaristía, pero si ustedes no vienen los Domingos,
nunca van a ser amigos de Jesús y se van a perder lo mejor de esta vida, que es
la amistad y el Amor con Jesús Eucaristía.
Por eso da tanta pena ver a tantos niños y jóvenes que
desprecian la Eucaristía, toman la Primera Comunión y ya no la vuelven a tomar
más, dejándolo solo a Jesús en el Sagrario. No cometan el mismo error, no dejen
a Jesús solo en el sagrario, vengan a visitarlo, a conversar con Él, a dejarse
amar por Él, vengan los Domingos a recibirlo en la Eucaristía, con el corazón
purificado por la Confesión Sacramental.
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