Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 6 de julio de 2012

La Santa Misa para Niños (XVI) El Ángel lleva la Eucaristía al altar del Cielo




Plegaria Eucarística I.

En esta parte de la Misa se reza una oración que se llama “Plegaria Eucarística”, y con esta oración lo que hacemos es dar gracias a Dios por todos sus dones, por todos sus regalos, pero sobre todo porque Él es infinitamente bueno y amoroso, y como muestra de ese amor, que es más grande que todo los cielos juntos, nos envió a su Hijo Jesús para que muriera en la Cruz y diera su vida para salvarnos. Pero además, le damos gracias porque en la Santa Misa, sobre el altar, viene invisible Jesús con su Cruz, para dejar su Cuerpo en la Hostia y para derramar su Sangre en el cáliz, para que nosotros, al consumir la Eucaristía, lo tengamos en nuestro corazón. ¡Nunca vamos a poder agradecer lo suficiente, ni siquiera en el cielo, el enorme don del Amor de Jesús, que se queda en la Eucaristía para después venir a nuestro corazón!
En esta oración se nombran a los ángeles, a los nueve coros angélicos, para que ellos y nosotros juntos, demos gracias a Dios por su infinito amor. Los ángeles están presentes, en cada Santa Misa, alrededor del altar, y aunque nosotros no los podemos ver con los ojos del cuerpo, hay cientos de miles de millones de ángeles de luz, cantando y adorando a Jesús, el Dios de la Cruz y de la Eucaristía, que va a bajar del cielo en pocos minutos más.
Pero además de estos ángeles de luz que están alrededor del altar, hay otro ángel, un ángel misterioso, nombrado en esta oración, que se encarga de llevar la Eucaristía –el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús-, desde el altar de la tierra, al altar del Cielo. Dice así la oración que pronuncia el sacerdote: “Te pedimos, Señor, que esta ofrenda –la Eucaristía, el cuerpo glorioso de Cristo, el Hombre Dios, cuyo nacimiento fue anunciado por el ángel a la Virgen María- sea llevada a Tu Presencia, por manos de tu ángel, hasta el altar del Cielo, para que cuantos participamos del cuerpo y de la sangre de Tu Hijo, seamos colmados de gracia y  bendición”[1].
¿Quién es este misterioso ángel, que tiene una tarea tan delicada, la de llevar el Cuerpo de Jesús sacramentado, desde el altar de la tierra “hasta el altar del Cielo”?
Este misterioso ángel, que cumple tan delicada misión, es ¡el Espíritu Santo! Es Él quien, después de la tran-subs-tan-cia-ción (hay que deletrear bien la palabra para aprenderla), lleva la Eucaristía, que de un pancito que era se convirtió en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, hasta el Cielo, para presentársela a Dios Padre, de parte nuestra, para que Dios Padre tenga misericordia de nosotros y perdone nuestros pecados, y todas las veces que fuimos tibios, perezosos, e incluso hasta malos, ofendiendo a nuestro prójimo, o dejando de rezar por pereza.
Y Dios Padre, en respuesta a este regalo que le damos nosotros, hace llover sobre nuestros corazones un diluvio de luz, de bendiciones, de gracias y de Amor.


[1] Cfr. M.R., Plegaria Eucarística I.

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