Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 2 de marzo de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 20 - Los Novísimos - Parte 2 – Cristo en la vida eterna del Cielo

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 20 - Los Novísimos[1] - Parte 2 – Cristo en la vida eterna del Cielo

         Doctrina
         ¿Qué quiere decir “la vida eterna”? Quiere decir que después de esta vida presente, hay otra vida que no tiene fin.
         ¿Cómo es la vida eterna? La vida eterna es siempre bienaventurada para los buenos en el cielo, o siempre infeliz para los malos en el infierno.
         ¿Quién va al cielo inmediatamente después de morir? Va al cielo inmediatamente después de morir todo aquel que muere en gracia de Dios y está por lo tanto libre de todos sus pecados y de la pena merecida por ellos.
         El cielo es el lugar donde los buenos viven con Dios eternamente felices; allí no hay tristeza, ni dolor, ni angustia; todo es alegría, paz y amor celestial, que brota de la Trinidad como de una fuente inagotable. Al cielo van los que mueren en gracia de Dios y mueren en gracia de Dios los que siguen el consejo del Evangelio: “negarse a uno mismo, cargar la cruz todos los días y seguir a Jesús” (Lc 9, 23). No hay NINGUNA OTRA FORMA de alcanzar el cielo, sino es por la gracia santificante y la cruz de Jesús. La mayor felicidad de los bienaventurados en el cielo consiste en contemplar a Dios Uno y Trino cara a cara y estar unidos a Él en un amor eterno, pues Él es la fuente de todos los bienes. Cuando el alma ve a Dios Trino en el cielo, el alma experimenta tanto gozo, tanta alegría, tanta paz, tanto amor, que no quiere dejar de mirarlo ni por un solo instante. En el cielo, el alma vive una alegría infinita porque, como dice Santa Teresa de los Andes, “Dios es Alegría infinita”.
         Explicación


Esta lámina representa el cielo (al que llamamos también “gloria”, “vida eterna o perdurable”), premio de la vida cristiana. El cielo se da como recompensa a quienes en esta vida amaron a Jesús y porque lo amaron, cargaron su cruz todos los días, siguiéndolo por el Camino del Calvario, para morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo. En el centro vemos a la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, en forma de paloma. Inmediatamente después de la Trinidad, está María Santísima, indicando en esta posición que Ella es Emperatriz de cielos y tierra. Alrededor de la Santísima Trinidad vemos a querubines, serafines y arcángeles; también está San Miguel Arcángel, que junto a los ángeles de luz combatieron a los ángeles rebeldes, expulsándolos del cielo con el poder de Dios; llevan escudos y espadas, en señal de fortaleza y fidelidad. Luego, se ve una inmensa multitud de santos y santas que con su vida cristiana ganaron el cielo y ahora viven eternamente felices, gozando de la visión de la Trinidad, de María Santísima y de los ángeles de luz. El arroyo cristalino que se ve en medio, ya en la tierra, significa la gracia santificante que nos viene del cielo y que da vida y fortaleza a las almas para que puedan seguir por el Camino de la Cruz, en pos de Jesús, el Cordero de Dios. La gracia de este arroyo se obtiene por la oración y los sacramentos (principalmente, por ser los de uso más frecuente, el Sacramento de la Penitencia y la Eucaristía, aunque también son todos los demás sacramentos). Para acceder a esta fuente, sólo basta el deseo de la vida eterna en el cielo: cualquiera puede beber de la fuente de la gracia, sin distinción alguna de edad, clase social o raza, porque “Dios no hace acepción de personas” (Rom 2, 11). El agua es símbolo de la gracia, la cual es un auxilio o ayuda gratuita sobrenatural que hace que nuestras obras sean meritorias y así seamos capaces de ganar el cielo; sin la gracia, y con sus propias fuerzas, es imposible para el hombre ganar la vida eterna en el cielo. La felicidad del cielo es indescriptible: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (2 Cor 2, 9).
         Práctica: Dice el Beato Tomás de Kempis en libro “Imitación de Cristo”: “En el cielo ha de ser tu mirada; por eso has de mirar las cosas de la tierra como quien está de paso”.
         Palabra de Dios: “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mt 25, 46). “Allí estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4, 17) y “le veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2), “cara a cara” (1 Cor 13, 21). “Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17).
         Ejercicios bíblicos: 2 Cor 5, 1; 1 Jn 2, 25; Heb 13, 14; Col 5, 4.
        




[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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