Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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martes, 17 de mayo de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 24 – La Comunión de los Santos

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 24 – La Comunión de los Santos[1]
            Doctrina
         ¿Qué quiere decir “Comunión de los Santos”? La comunión de los santos es la unión común que hay entre Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, y sus miembros, y de éstos entre sí. Comunión quiere decir “común unión”; y Comunión de los Santos quiere decir unión común con Jesucristo de todos los santos del cielo, de las almas del purgatorio y de los fieles que aún peregrinamos en la tierra.
         Todos los bienes espirituales, que forman el tesoro de la Comunión de los Santos, proviene de Jesucristo y se da así: los del cielo interceden por los demás; los de la tierra honran a los del cielo y se encomiendan a su intercesión, también oran y ofrecen sufragios por los difuntos del purgatorio, y estos también interceden a favor nuestro.
Para entenderlo un poco mejor, recurramos a la imagen del cuerpo de un hombre, en el que los diversos órganos se ayudan entre sí: por ejemplo, el pulmón oxigena la sangre, que alcanza a todos los órganos; el estómago y el intestino, a su vez, descomponen los nutrientes ingeridos con la alimentación, para que puedan llegar a las células que forman el pulmón; los miembros inferiores y superiores, a su vez, procuran el alimento que luego será ingerido y que será aprovechado por todo el cuerpo, etc. En la Iglesia -que está formada por los santos del cielo, por las almas del Purgatorio y por los bautizados y se llama “Cuerpo Místico de Jesús”-, sus integrantes tienen diferentes dones espirituales que, puestos al servicio de los demás, benefician a todos. Por ejemplo, en la Iglesia Peregrinante o militante –la de la tierra-unos tienen el don de la oración –monjes y monjas contemplativas-, otros, el don del estudio –teólogos, filósofos-, otros, el don de enseñar –catequistas, etc.-, otros, el don de predicar –sacerdotes-, otros, el don de visitar enfermos y presos –laicos, sacerdotes, etc.-. A su vez, está la Iglesia Paciente o Purgante –formada por las Benditas Almas del Purgatorio- y por último la Iglesia Celeste o Triunfante –formada por los santos del cielo-. Cuando todos ponen sus dones al servicio de la Iglesia, se da la “Comunión de los Santos”: los de la Iglesia Militante rezamos por las almas del Purgatorio, estas a su vez interceden por nosotros; nosotros, rezamos pidiendo favores a los santos del cielo y ellos a su vez también interceden por nosotros. Como vemos, se produce una “circulación” de bienes espirituales entre los diversos integrantes de la Iglesia (Militante, Purgante y Triunfante).
¿De qué bienes espirituales participan los miembros de la Iglesia? Los miembros de la Iglesia participan de los méritos de Jesucristo, de los de la Santísima Virgen y de los Santos; del sacrificio de la Misa, de los sacramentos y de las oraciones y buenas obras de los fieles.
Los pecadores, es decir, los que no están en gracia de Dios, ¿participan de la Comunión de los Santos? Solamente en cuanto reciben gracias para que puedan con ellas obtener el perdón de los pecados, sobre todo, la gracia de la conversión.
Explicación

Esta lámina representa la “Comunión de los Santos”. Por “Santos” entendemos a todos los fieles que están en gracia de Dios. Y “Comunión de los Santos” es comunión o comunicación de bienes unos a otros, entre los fieles todos, así del cielo, como del purgatorio y de la tierra, es decir, la Iglesia universal abraza el cielo, la tierra y el purgatorio.
Todos en la Iglesia formamos una grande y santa comunión. Esta “unión espiritual” consiste en que siendo todos como miembros de un solo cuerpo, cuya Cabeza es Cristo, los unos tenemos parte en las buenas obras –oraciones y sacrificios- de los otros.
En la parte superior vemos a la Santísima Virgen, Madre de Dios, emperatriz de cielos y tierra, que representa el cielo, o sea, la Iglesia Triunfante, porque los que allí viven han triunfado de los peligros del mundo.
En la parte baja está el purgatorio, o sea la Iglesia Purgante, porque las almas expían allí sus pecados veniales o los mortales perdonados.
Luego estamos los que vivimos en la tierra, o sea, la Iglesia Peregrinante o Militante, porque como soldados de Cristo trabajamos para alcanzar el cielo.
En la Santa Misa, la mayor fuente de gracias porque en ella se renueva o actualiza el sacrificio de nuestro Redentor, es glorificada la Iglesia Triunfante, aliviada la Purgante y santificada la Militante, ya que el poder o valor de la Santa Misa es de sí infinito, por cuanto Cristo, o sea la Víctima ofrecida es de mérito infinito. Dios, sin embargo, acepta una parte de este valor según su voluntad, y por esto se ofrecen una o varias Misas por los mismos fines, pues sólo Dios sabe hasta qué punto aprovechan para el fin porque se ofrecen.
¿Qué obras tienen valor para la Comunión de los Santos? Por ejemplo, una procesión, en la que los fieles rezan sus oraciones, pidiendo a Dios algún favor especial; un acto de caridad, como el de una religiosa visitando o atendiendo a un enfermo: estas obras sirven en sufragio de las Almas del Purgatorio, para la santificación de la propia persona, para glorificación de Dios y para la conversión de los pecadores.
         Práctica: todo el bien que yo hago aprovecha a la Iglesia entera, y todo el mal que cometo, la daña: ¡qué tremenda responsabilidad!
         Palabra de Dios: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros…” (Jn 13, 34). “Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).
         Ejercicios bíblicos: Sant 5, 16; Gál 3, 28; Jn 15, 5; Mac 12, 45.



[1]                      Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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