Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 18 de octubre de 2017

El Niño Jesús, modelo a imitar para todo niño


"Cristo en casa de sus padres",
(Sir Jhon Ever Millais, 1849)

         Al celebrar la Santa Misa pidiendo por las familias, no podemos dejar de constatar que en el mundo de hoy han aparecido numerosos “modelos” de familias: dos papás, dos mamás, un papá y dos mamás, etc., y a cada uno de estos modelos de familias, se les llama familia y se pretende que sean lo más normal y natural del mundo. Sin embargo, como católicos, no podemos dejar de tener en cuenta que, para Dios, solo hay un modelo de familia para todo el género humano y ese modelo de familia es la Sagrada Familia de Nazareth. Así como está formada la Sagrada Familia –papá-varón, mamá-mujer, hijo natural o adoptado-, así debe ser la familia humana y, sobre todo, la familia católica. Si alguna familia no está constituida de esta manera, de todos modos, no por eso la Sagrada Familia deja de ser un modelo a contemplar e imitar, como para las familias católicas.
En la Sagrada Familia de Nazareth hay una característica, y es la que toda familia debe contemplar e imitar, y es que el Niño de esta familia, que es el Niño Dios, es el centro alrededor del cual gira la familia. El Niño Dios es no solo ejemplo de bondad, sino ante todo, es fuente de santidad, lo cual es distinto y superior a la bondad. Ser buenos es algo bueno, valga la redundancia, pero ser santos, es infinitamente superior a ser buenos, porque es ser buenos con la bondad misma de Dios. En la Sagrada Familia de Nazareth, el Niño Dios ocupa el centro de la familia y todos sus integrantes se santifican por Él, porque el Niño Dios es la Fuente Increada de la santidad. La Madre de esta familia, la Virgen, se santifica en el momento mismo de su Concepción, porque es concebida Inmaculada, es decir, sin la mancha del pecado original, y es concebida Inmaculada y Llena del Espíritu Santo, porque estaba destinada a ser la Madre de Dios, la Madre del Niño Dios. Y a lo largo de su vida, toda su vida gira alrededor de su Hijo Jesús, desde que es concebido por obra del Espíritu Santo, hasta que muere en la cruz. El padre de esta familia, San José, es Padre y es Virgen, es el Padre Virgen, porque era esposo solo legal de la Virgen y su trato con María era como de hermanos, y San José fue elegido por la Trinidad para que fuera el padre adoptivo del Hijo de Dios y el esposo legal de la Virgen y Madre de Dios, y su vida también fue una vida de santidad, como la de la Virgen, porque su mente y su corazón estaban en el Niño Dios, que era su Dios, Creador, Santificador y Redentor, y al mismo tiempo su Hijo adoptivo. La Virgen y San José se santificaron porque en sus mentes y en sus corazones había pensamientos y amor sólo para el Niño Dios y, en el Niño Dios, para todo prójimo. El Niño Dios no tenía necesidad de santificarse, porque como dijimos, Él era la Santidad Increada y por Él fueron santos su Mamá, la Virgen y San José, su Padre Virgen adoptivo.
De esto vemos que, en las familias, siempre el centro de la familia debe ser el Niño Dios: toda madre, todo padre y todo hijo, debe tener al Niño Dios en el pensamiento y en el corazón, en primer lugar, y girar alrededor del Niño Dios, así como los planetas giran alrededor del sol. De modo especial, los niños y los jóvenes, deben aspirar a ser como el Niño Dios, como el Joven Dios, dejando de lado los modelos humanos, tal como sucede en nuestros días, en los que aparecen muchos personajes, en la televisión, en internet, en el cine, que se proponen como modelos para los niños: deportistas, actores, futbolistas, cantantes. Cuando se pregunta a un niño qué quiere ser, lo más común es que diga: “Yo quiero ser como el futbolista tal, o como el actor tal, o como el director técnico tal”.
         Pero los niños católicos sólo tienen un modelo para contemplar e imitar, es decir, los niños católicos sólo tienen que buscar ser como una persona, solo una: el Niño Jesús. Un niño que desee ser no solo bueno, sino santo, es decir, que desee ir al cielo después de esta vida, solo tiene que contemplar e imitar al Hijo de María y José, el Niño de la Sagrada Familia, Jesús de Nazareth. El niño y el joven católico que desee ser santo, debe pensar, amar y obrar como lo haría Jesús, el Niño Dios. Y como Jesús era Dios, todo lo que Jesús pensaba, amaba y obraba, no solo era bueno, sino que era santo, lo cual quiere decir bueno, pero con la bondad de Dios, que es infinita. Para un niño católico, el primero en la lista para contemplar e imitar, debe ser siempre el Niño Jesús.
         ¿Y de qué manera se puede ser como Jesús? Por ejemplo, antes de pensar, de desear o de obrar algo, el niño debería preguntarse: “¿Jesús estaría pensando esto que estoy pensando yo?”; “¿Jesús estaría deseando esto que estoy deseando yo?”; “¿Jesús estaría haciendo esto que estoy haciendo yo?”. Y si la respuesta es “No”, entonces debería el niño católico dejar de pensar, desear o hacer eso que el Niño Jesús no lo pensaría, ni desearía, ni haría. Y si la respuesta es “Sí”, entonces sí. Si algo es bueno del principio al fin, entonces Jesús lo quiere, y el niño católico también debe quererlo. Y así en todo, en cualquier momento del día, en cualquier lugar, con cualquier persona, pero sobre todo, con los papás y los hermanos. Otro ejemplo: “¿Jesús, siendo Dios Niño y Amor infinito, trataría a sus papás así como yo los estoy tratando, enojado?”. No, por supuesto que no. Entonces, no debo tratar así a mis papás. Otro ejemplo: “Si la Virgen le pedía alguna tarea a Jesús en la casa, ¿Jesús haría pereza para obedecer? ¿Se iría a jugar en vez de obedecer a su Mamá?”. Por supuesto que no, entonces, el niño católico tampoco debe desobedecer a su mamá ni a su papá ni mucho menos hacer pereza para lo que le pidan. “¿El Niño Jesús estaría peleando con sus primos y amiguitos, como lo hago yo? ¿Sería egoísta al momento de compartir sus juguetes?”. Por supuesto que no, entonces el niño que quiere ser santo como Jesús, tampoco debe pelear ni ser egoísta. “¿El Niño Dios amaría a sus padres más que a nada en el mundo?”. Por supuesto que sí, entonces el niño que desee ser como el Niño Jesús, debe amar a sus padres, imitando al Niño Dios.

         Entonces, para un niño, no debe haber otro modelo para contemplar e imitar, que no sea el Niño Jesús. Si a un niño católico alguien le preguntara: “¿Como quién querés ser?”, la respuesta de todo niño católico debería ser: “Yo quiero ser santo como el Niño Jesús”.

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