Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 11 de febrero de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús cura un leproso



(Domingo VI – TO – Ciclo B – 2018)

         Un enfermo de lepra se acerca a Jesús, se arrodilla ante Él y le pide que, si Él quiere, que lo cure: “Si quieres, puedes curarme”. Jesús, que sí quiere curarlo, le dice: “Quiero, quedas curado”. Lo toca al enfermo de lepra y éste se cura inmediatamente.
         En el Antiguo Testamento, la lepra se comparaba con el pecado: así como la lepra destruía al cuerpo, así el pecado destruía el alma.
         Además de la lección que nos da Jesús, que se compadece del enfermo y lo cura –nosotros no vamos a curar, pero sí podemos compadecernos de los enfermos y asistirlos según nuestras posibilidades-, lo que podemos aprender del leproso, es su fe en Jesús, su humildad y su conformidad con la voluntad de Dios. Su fe, porque el leproso se acerca a Jesús creyendo en Jesús como Dios, que tiene el poder de curarlo; su humildad, porque al acercarse a Jesús, se arrodilla ante Él, y así podemos hacer nosotros, cuando nos acercamos  a Jesús Eucaristía, arrodillarnos para comulgar; su conformidad con la voluntad de Dios, porque el leproso no le exige a Jesús que lo cure, sino que le dice: “Si quieres, puedes curarme”. Es decir, es como si le dijera: “Yo quiero que me cures, pero no quiero que se haga mi voluntad, sino la tuya. Y si tu voluntad es que yo me cure, entonces, cúrame; pero si tu voluntad es que yo no me cure y siga enfermo, entonces no quiero curarme”. Lo que dice el leproso es que, a pesar de que él quiere curarse, lo que quiere es que se cumpla la voluntad de Dios en su vida: si es voluntad de Dios que se cure, entonces él se curará; si no, si Dios no quiere curarlo, entonces él cumplirá la voluntad de Dios.
         “Si quieres, puedes curarme”. Si en algún momento tenemos una enfermedad, o nos sucede algo que nos preocupa, debemos acudir a Jesús como lo hizo el leproso del Evangelio: no exigiendo a Jesús que se haga nuestra voluntad, si no la voluntad de Dios: “Si quieres, puedes curarme, y yo te alabaré. Si no quieres, no me cures, y lo mismo te alabaré, porque tu voluntad, Dios mío, siempre es santa”.

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