(Domingo
XIII - TO - Ciclo B – 2018)
“¡Niña,
yo te lo ordeno, levántate!” (Mc 5, 21-43).
En este Evangelio, Jesús hace un milagro que se llama “de resurrección”, porque
vuelve a la vida a una niña que estaba muerta y con este milagro Jesús demuestra
que es Dios, porque nadie más que Dios puede hacer este tipo de milagros. ¿En
qué consiste el milagro? Para saberlo, tenemos que saber qué sucede cuando una
persona muere: su alma se separa del cuerpo y como el alma es la que tiene vida
–y por eso sigue viva después de la muerte-, el cuerpo se queda sin vida.
Sucede algo parecido a como cuando a un robot se le quita la batería, por
ejemplo.
A la niña del Evangelio le había pasado que se había
enfermado gravemente y mientras su papá, que se llamaba Jairo, iba a verlo a
Jesús para pedirle que la cure, se agrava todavía más y termina por morir.
Cuando Jesús llega, todos están llorando porque la niña ha
muerto. Jesús entra con sus papás, con Santiago y Juan y toma la mano de la
niña mientras le dice: “Talitá kum”, que quiere decir: “¡Niña, Yo te lo ordeno,
levántate!”. En ese instante, la niña volvió a la vida y comenzó a caminar.
¿Qué es lo que sucedió? Lo que sucedió fue que Jesús, que es Dios, con su poder
de Dios, hizo que el alma volviera a unirse al cuerpo de la niña. Como esto es
algo que solo Dios lo puede hacer, con este milagro Jesús demostró que es Dios.
Jesús le dijo a la niña: “Niña, Yo Soy quien te creó, ordeno que tu alma se una
nuevamente a tu cuerpo, para que vuelvas a la vida y así me glorifiques”. El alma
de la niña, escuchando la voz de su Creador, hizo lo que Jesús le decía y así
volvió a la vida.
Algo muy importante que tenemos que tener en cuenta es que
el papá de la niña, Jairo, tenía mucha fe en Jesús: él sabía que Jesús era Dios
y que tenía el poder de hacer este milagro y por eso, porque sabía que era
Dios, se postró ante su Presencia, adorándolo. Sólo ante Dios debemos
postrarnos y sólo a Él debemos adorarlo.
Nosotros, como Jairo, el papá de la niña, también debemos
tener fe en que la Eucaristía es el mismo y único Jesús, el Jesús que es Dios y
que volvió a la vida a la niña en el Evangelio y por eso debemos postrarnos
ante la Eucaristía, porque la Eucaristía es Cristo Dios y debemos darle gracias
por su infinito amor, porque recibir su Cuerpo y su Sangre en la comunión es un
milagro del Amor de Jesús por nosotros muchísimo más grande que
volver a la vida a un cuerpo.
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