(Homilía en ocasión de una Santa Misa de Primeras Comuniones)
En el mundo existe mucha
gente de buen corazón, pero que a pesar de esto, no tuvo la dicha de recibir la
gracia del Bautismo y por lo tanto de ser hijos adoptivos de Dios. Y al no tener
la gracia del Bautismo, tampoco tuvo el don de recibir en sus corazones al
mismísimo Hijo de Dios en Persona, tal como ustedes lo van a hacer ahora. Mucha
gente de buen corazón, querría estar en el lugar de ustedes el día de hoy, pero
no lo está, porque no recibieron la dicha y el regalo enorme de Dios de ser
adoptados como hijos suyos por el Bautismo y tampoco recibieron el regalo de
hacer el Catecismo para tomar la Primera Comunión. Si se enteraran de lo que es
la Eucaristía, Dios Hijo en Persona, muchos darían la vida por estar sentados
donde ustedes están sentados. Muchos buscan a Dios con un corazón lleno de
amor, pero no saben lo que ustedes saben, no saben que Jesús es Dios y está en
la Eucaristía y por eso se quedan frustrados, al no poderlo recibir en sus
corazones.
No hay nada más valioso en el
mundo que la Eucaristía, porque la Eucaristía es Dios Hijo en Persona, que
viene a nuestra alma para darnos el Amor de su Sagrado Corazón. ¡Cuán errados
están aquellos que, habiendo recibido el don del Bautismo y el don de la
Eucaristía, una vez que recibieron la Primera Comunión, abandonan la Iglesia y
dejan de comulgar! Quienes esto hacen, no saben lo que hacen, porque están
perdiendo a Dios Hijo, Presente en Persona en la Eucaristía, por unos bienes mundanos
y perecederos. Muchos católicos tienen estos dones, recibidos gratuitamente del
cielo, y sin embargo, lo desprecian y lo desaprovechan, porque prefieren las
cosas de la tierra antes que la Eucaristía. Hay muchos que el Domingo, en vez
de acudir a la Iglesia para recibir el don de la Eucaristía, prefieren el
fútbol, el paseo, la diversión, sin darse cuenta de la grandeza infinita y del
inmenso valor de lo que pierden, al dejar de lado la Eucaristía.
Para que nos demos cuenta del
inmenso valor de la Eucaristía, consideremos lo siguiente: en las Escrituras se
narra que San Pablo fue llevado a los cielos, estando aún en vida y quedó tan
maravillado por las hermosura del cielo, que dijo que “ningún ojo vio” lo que
Dios tiene preparado para los que lo aman., Nosotros no somos llevados al cielo
y sin embargo podemos decir que comulgar la Eucaristía es un don inmensamente
más grande que ser llevado al cielo, porque viene a nuestro corazón no el cielo
con sus hermosuras, sino Dios en Persona, que es la Belleza y la Hermosura
Increada y por quien es bello y hermoso todo lo que es bello y hermoso.
San Pablo fue llevado a los cielos, pero no recibió a
Dios en su corazón, sino que vio las maravillas de Dios; cuando comulgamos, no
somos llevados al cielo, sino que es el Dios de los cielos, el Dios ante el
cual los cielos son nada, el que viene a nuestros corazones. Es decir, en vez
de nosotros subir al cielo, Dios baja desde el cielo para quedarse en nuestros
corazones y así convertir nuestros corazones en un cielo, porque allí se
encuentra Dios en Persona. Pero todo esto sucede cuando el alma comulga y
comulga en gracia; no sucede cuando el alma, por pereza, deja de asistir a
Misa, o cuando comulga en estado de pecado mortal. Recibir la Sagrada Comunión
es un don infinitamente más valioso que ser transportado a los cielos en esta
vida mortal, porque es recibir al mismo Hijo de Dios en Persona; no dejemos la
Comunión por las cosas del mundo y acudamos, con el corazón limpio por la
gracia y convertido en trono de Jesús Eucaristía, a recibir la Eucaristía cada
Domingo. No cometamos el error de muchos niños y jóvenes, para quienes la
Primera Comunión se convierte en la última. Que nuestra Primera Comunión sea la
Primera de muchas que, por la gracia de Dios, recibiremos en esta vida, para que
así nuestros corazones queden colmados con el Amor del Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario