(Homilía en ocasión de la Santa Misa de Primeras Comuniones)
Hasta antes de tomar la Primera Comunión, solo habíamos oído
hablar de Jesús: su vida, sus milagros, sus enseñanzas. Sólo lo conocíamos de
oídas y a causa de tener que aprender las lecciones para aprobar las pruebas de
Catecismo. Una vez que finalizamos el estudio, estamos en condiciones de tomar
la Primera Comunión. Pero eso no significa que haya terminado nuestra tarea:
ahora comienza una nueva etapa en nuestras vidas. Si antes conocíamos a Jesús
sólo de oídas, ahora, por la Comunión Eucarística, lo vamos a conocer de otra
manera: personalmente. Es decir, vamos a comenzar a entablar una relación de
vida y de amor con Cristo Jesús, Dios Hijo hecho hombre, porque cada vez que yo
comulgue, Jesús va a venir a mi corazón y yo voy a poder conocerlo y amarlo
personalmente, no sólo de oídas. Por la Comunión Eucarística, Jesús entra en mi
corazón y entra para darme todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. Eso quiere
decir que yo, al comulgar, debo estar muy atento, para escuchar los latidos del
Corazón de Jesús y para eso, debo permanecer en silencio y recoger mis
sentidos, de manera tal que sólo piense en Jesús y sólo escuche no los latidos
de mi corazón, sino los latidos del Corazón de Jesús. Tomar la Primera Comunión
quiere decir comenzar la mejor etapa de nuestras vidas, porque quiere decir que
Dios vendrá a mi corazón y me hablará al oído y de lo que Dios me quiere
hablar, es sólo del Amor que Él siente por mí, un Amor tan pero tan grande, que
lo llevó a dar su vida por mí en la cruz, en el Calvario, hace dos mil años y
lo lleva a renovar cada vez, en la Santa Misa, el don de su vida divina, por la
Eucaristía. Comulgar quiere decir que voy a comenzar a conocer en Persona a
Jesús, porque Jesús en Persona va a venir a mi corazón. Si amo a Jesús,
entonces voy a tratar de comulgar todas las veces que pueda y cuando no pueda
hacerlo sacramentalmente, entonces haré una comunión espiritual. Cuando dos
personas se aman, quieren verse y esto es lo que Jesús quiere hacer conmigo: me
ama tanto, pero tanto, que baja desde el cielo, invisible, en cada Santa Misa,
para quedarse en la Eucaristía y así poder entrar en mi corazón. Quien ame a
Jesús, se va a diferenciar de quien no lo ame, por la Comunión Eucarística:
quien no ame a Jesús, no le importará no venir a Misa y no recibir la Comunión;
en cambio, el que ame a Jesús, hará todo lo posible para venir a Misa y
comulgar en gracia, no solo el Domingo, sino todos los días, si fuera posible. En
esto se diferencian aquellos que no aman a Jesús y aquellos que sí lo aman:
quienes sí lo aman, desean recibirlo en sus corazones por la Eucaristía y por
eso acuden a la Santa Misa, no por obligación, sino por amor, para recibir el
Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Que esta Primera Comunión sea la
primera de muchas y que por la Comunión comencemos la mejor etapa de nuestras
vidas: el conocimiento personal de Jesús y la comunión de vida y amor con Él,
Presente en la Eucaristía.
Le
vamos a pedir a Nuestra Señora de la Eucaristía que nuestros corazones sean como
la madera seca o como el pasto seco, para que al contacto con ese Carbón
encendido en el Fuego del Amor de Dios, que es la Eucaristía, ardan al instante
con las llamas del Espíritu Santo.
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