Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

miércoles, 3 de agosto de 2022

Comulgar no es comer un poco de pan, es recibir al Hijo de Dios, Jesús

 



(Homilía en ocasión de Santa Misa de Primeras Comuniones)

         Recibir la Primera Comunión es el acontecimiento más maravilloso, más grandioso, más hermoso que pueda sucederle a una persona en esta vida terrena. Para saber por qué, recordemos qué es lo que enseña la Iglesia Católica acerca de la Santa Misa.

         Cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el vino y pronuncia las palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo, Éste es el Cáliz de mi Sangre”-, sucede algo misterioso, invisible, pero no menos real: Jesús, el Hijo de Dios, baja desde el cielo y, con su poder divino, convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, de manera que la Eucaristía deja de ser pan, para ser solo apariencia de pan, puesto que es el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Ahora bien, el Cuerpo y la Sangre de Jesús no están solos, en el aire, por así decirlo, sino que pertenecen a Jesús y Jesús está donde está su Cuerpo y su Sangre, de la misma manera a como ahora, en este momento, nuestro cuerpo y nuestra sangre están con nosotros y nosotros estamos donde está nuestro cuerpo y nuestra sangre. Esto quiere decir que cuando decimos que la Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre de Jesús, estamos diciendo que con el Cuerpo y la Sangre de Jesús está Jesús en Persona. Esto quiere decir también que en la Eucaristía Jesús está en el altar así como está en el cielo, es decir, con su Cuerpo y con su Sangre gloriosos y resucitados y es por eso que nosotros adoramos la Eucaristía, porque adoramos a Jesús, que es el Cordero de Dios, que está en Persona y es Dios Hijo.

         Por todo esto, es que decimos que comulgar no es comer un pedacito de pan: es recibir al Hijo de Dios, Jesús, que está en Persona en la Eucaristía; comulgar es abrir el corazón para que ingrese Dios Hijo encarnado, Jesús, oculto en algo que parece pan, pero no es pan, sino el Hijo de Dios en Persona. No recibamos la Comunión como si fuera un poco de pan; antes de comulgar, hagamos un acto de amor y de adoración a Jesús Eucaristía y recibámoslo de rodillas, con todo el amor con el que seamos capaces de dar a Jesús. Por último, recordemos que recibir la Primera Comunión no es el fin de algo, sino el comienzo de una nueva vida, la vida de los hijos de Dios, en la que nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, recibidos en cada Domingo. Antes de recibir a Jesús, de rodillas y en la boca, debemos repetir interiormente esta oración: "¡Jesús, Dios Eterno, te amo, ven a mi corazón por la Sagrada Eucaristía!".

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