Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 3 de septiembre de 2011

El ejemplo de los jóvenes mártires de Uganda que murieron por rezar el Credo




El Credo, al que muchas veces rezamos de modo distraído, es un resumen de nuestra fe católica, de aquello en lo que creemos y en lo que esperamos.
¿Cuál es la primera oración del Credo? La primera oración dice así: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”.
Cuando aprendemos el Credo, y después, cuando lo rezamos, domingo a domingo, lo hacemos casi en forma distraída, como si fuera una costumbre, pero lo que no nos damos cuenta es que, en algunas partes, y en algunos casos, puede costar la vida. Pero frente a nuestra oración distraída y sin compromiso, hay quienes dieron sus vidas por la oración del Credo.
¿Pasó alguna vez que alguien, por rezar el Credo, fuera asesinado? Sí, pasó hace muchos años, en el año 1885, en África, ese lugar donde hace mucho calor y donde hay mucha selva y animales salvajes. En África, en un país llamado Uganda, unos jóvenes, de entre 10 a veinte años, murieron por rezar el Credo .
¿Qué fue lo que pasó?
Sucedió que había un rey, que era pagano, y como todo pagano, no creía en Jesucristo, que es el único Dios verdadero, sino que creía en muchos dioses. Pero creer en muchos dioses es igual a decir que creen en los demonios, como dicen los Salmos y San Pablo: “Los dioses de los gentiles son demonios” (cfr. 1 Cor 20, 21; Sal 95, 5), y por eso ser pagano, y creer en eso, es algo muy dañino para el alma.
En nuestros tiempos, son paganos los que creen en cualquier cosa menos en Jesús, como por ejemplo, los que creen en el Gauchito Gil, o en la Difunta Correa.
La cuestión es que un día este rey pasó cerca de un catequista que le estaba enseñando el catecismo a un niño. Al escuchar el nombre de Jesús, un demonio que acompañaba siempre al rey, lo hizo enojar mucho, y le dijo que le sacara una lanza a un soldado suyo que lo acompañaba –los reyes van siempre acompañados de soldados que lo cuidan- y que lo matara, lo cual hizo el rey de inmediato: con la lanza le atravesó el corazón al catequista, el que murió en el acto.
Pero el rey no estaba contento con esto; quería matar a todos los cristianos de su tierra, entonces al otro día, mandó que todos se reunieran en la plaza, y cuando estaban ahí, les dijo: “El que sea cristiano, que de un paso adelante”. Entonces diez jóvenes, de entre 10 y 20 años, que creían en Jesucristo, pasaron al frente. El rey mandó a sus soldados que los ataran y que envolvieran sus cuerpos con ramas secas y que les prendieran fuego.
Cuando los jóvenes estaban ya empezando a quemarse, empezaron todos a rezar el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”, y murieron rezando el Credo.
Pero estos jóvenes, como todo mártir, luego de morir, fueron al cielo, y por eso ahora y para siempre, los jóvenes son santos, porque fueron declarados mártires por el Papa en el año 1920, y se los conoce como “Los jóvenes mártires de Uganda”.
Cuando recemos el Credo en la Santa Misa, no lo hagamos tan distraídos y pensemos cómo, a los jóvenes mártires de Uganda, les costó la vida el poder rezarlo.


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