Al comienzo del año nuevo civil, la Iglesia nos hace recordar
a la Virgen ,
con su nombre de “Madre de Dios”.
¿Por
qué?
Porque la Iglesia quiere que la Virgen , así como estuvo
desde el comienzo de la vida en la tierra de Jesús, Hijo de Dios, y así como
Ella cuidó de Él todo el tiempo de su niñez, de su adolescencia, de su juventud
y de su madurez, hasta que subió a la
Cruz , así la
Iglesia quiere que la Virgen esté también con nosotros, desde el inicio
del tiempo que es el año que comienza, para que nos cuide y nos cubra con su
manto maternal y nos refugie en su Corazón Inmaculado, cada segundo, cada
minuto, cada hora, cada día del año nuevo.
Y si la Virgen nos acompaña a cada momento,
Ella hará con nosotros lo mismo que hizo con su Hijo Jesús: así como lo cuidó y
lo acompañó toda su vida terrena, hasta que subió a la Cruz para pasar a la vida
eterna, así también nos cuidará a nosotros, no para que “todo nos salga bien y
tengamos éxito en la vida”, sino para algo infinitamente más grande y
maravilloso: la Virgen
hará que no nos desviemos del Camino de la Cruz , el único camino que conduce a la feliz
eternidad con su Hijo Jesús.
Nos
consagremos entonces en este día para que no solo todo el año que inicia, sino
toda nuestra vida, quede bajo el amparo de su Corazón Inmaculado para que, al
terminar nuestro tiempo de vida terrena, podamos llegar a la feliz eternidad en
los cielos, para alegrarnos para siempre en la compañía de Jesús y de María, y
de todos los ángeles y santos.
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