Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 5 de septiembre de 2015

El Evangelio para Niños: Jesús cura a un sordomudo



(Domingo XXIII – TO – Ciclo B – 2015)

En este Evangelio, Jesús cura a un sordomudo, una persona que no podía ni escuchar ni hablar. Toca sus oídos con sus dedos, y con su saliva, toca su lengua, e inmediatamente, el sordomudo recupera el oído y el habla.
Jesús lo puede hacer porque es Dios Hijo: su poder divino pasa desde Él, por su cuerpo, así como la corriente pasa por un cable, y se produce la curación milagrosa. Una vez curado, el sordomudo se pone a dar gracias a Jesús y a glorificar a Dios, de tan contento que estaba.
Ahora, si nos fijamos bien, nosotros hemos recibido, el día de nuestro bautismo, un milagro mucho más grande que el que recibió el sordomudo, porque Jesús, con el bautismo, nos curó de la sordomudez del alma. ¿Cómo sucedió eso? Cuando el sacerdote hizo la señal de la cruz en nuestros oídos y en nuestros labios, pidiendo que se abran al Evangelio. Ahí quedó curada nuestra alma, que por el pecado original, era sorda y muda a la Palabra de Dios.
Pero también recibimos algo más del Amor de Jesús: el sacerdote hizo la señal de la cruz en nuestra cabeza, para que nuestra mente se abriera a la Sabiduría de Dios, e hizo la señal de la cruz en nuestro pecho, a la altura del corazón, para que se abriera al Amor de Dios.
Por todo esto, tenemos que escuchar bien atentos, con los oídos del alma, que Jesús nos abrió en el bautismo, a la Palabra de Dios, que nos habla, principalmente, en los Mandamientos. Para los niños y jóvenes, en dos mandamientos principalmente: el primero, que dice: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, y el cuarto, que dice: “Honrarás padre y madre”. Escuchemos la Palabra de Dios y la pongamos en práctica, y para ponerla en práctica, lo único que tenemos que hacer es amar: a Dios, en primer lugar, a nuestros padres y madres, a nuestros hermanos, a nuestros prójimos, y a nosotros mismos.

Así, vamos a ser como el sordomudo del Evangelio, que después de curado, glorificaba a Dios y lo amaba con todo el corazón.

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