Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 22 de junio de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 27 – Amén

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 27 – Amén 

Doctrina

¿Qué quiere decir la palabra “Amén” del Credo? La palabra “Amén” del Credo quiere decir “Así es”, “lo creo”.

         Además del Credo, ¿creemos los católicos en otras verdades? Sí, además del Credo, creemos todo lo que está contenido en la Sagrada Escritura y cuando Dios ha revelado por Jesucristo a su Santa Iglesia Una, Católica y Apostólica.

         Y para librarnos del Infierno y conseguir el cielo, ¿qué debemos hacer? Guardar los Mandamientos, vivir en gracia, evitar el pecado y obrar la misericordia con todos los prójimos, sobre todo, los más necesitados (un enfermo, un pobre, alguien que necesita un consejo, etc.).

         Explicación

         “Amén” es la palabra hebrea que se ha conservado sin traducir. Esta palabra, con la que terminamos el Credo, el Padrenuestro y otras oraciones, tiene varios significados. Al final del Padrenuestro expresa el ardiente deseo que tenemos de que Dios nos oiga y la firme esperanza de que nos oirá, y significa “Así sea”.
         Al final del Credo significa más bien: “Así es”, “creo cuanto acabo de decir”. La palabra “Amén” significa ante todo certeza, estos es, ciertamente, verdaderamente, seguramente, o sencillamente sí, lo creo, así es.
         Y esto es lo que significa “Amén” cuando comulgamos, luego de que el sacerdote, mostrándonos la Eucaristía, nos dice: “El Cuerpo de Cristo”: decimos “Sí”, que quiere decir: “Verdaderamente es el Cuerpo de Cristo lo que recibo en la Eucaristía por la comunión”.


La Santísima Trinidad, fuente de toda la Verdad revelada en Jesucristo.

         Vemos a la Santísima Trinidad en el cielo, y cuando decimos “Amén” al finalizar el Credo, le estamos diciendo a Dios: “Señor, creemos todo lo que nos revelas a través de Nuestro Señor Jesucristo y nos enseñas a través de la Iglesia”. “Amén” significa el propósito de creer y obrar según todo lo que en nuestras oraciones decimos, además de manifestar nuestro deseo de que se cumpla su santísima voluntad, sobre nuestras vidas y sobre el mundo entero.


San Francisco Javier predicando el Evangelio y bautizando.

         Un sacerdote que predica el Evangelio de Jesucristo a hombres de lugares lejanos -es decir, que está misionando-, es un ejemplo de cómo debemos vivir y transmitir nuestra fe a quien no la conoce. Es lo que se llama “misión de la Iglesia a los pueblos gentiles o paganos”.


San Denis de París, en el momento de ser decapitado.

         Vemos a un mártir dando su vida por Jesucristo: esto nos lleva a considerar hasta qué extremo debe llegar la firmeza de nuestra fe: hasta el martirio, es decir, hasta morir por Cristo Jesús, tal como lo hicieron innumerables santos que, si bien sufrieron horriblemente a mano de sus verdugos, hoy gozan felices en el cielo y están contentísimos de haber sufrido y muerto por Cristo y su religión católica. Nuestra fe debe ser viva, firme, activa, ilustrada, esto es, saber bien lo que creemos y las razones que nos ayudan a creer.

         Práctica: Reflexionaré sobre la palabra “Amén” y su significado, cada vez que la pronuncie en las oraciones, pero sobre todo, cuando la pronuncie al comulgar.

         Palabra de Dios: C risto es el gran “Amén” de todas las antiguas promesas (2 Cor 1, 20). “Al que nos ama y nos ha absuelto de nuestros pecados por la virtud de su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, su Padre, a Él la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. Ved que viene en las nubes del cielo, y todo ojo le verá, y cuantos le traspasaron;  y se lamentarán todas las tribus de la tierra. Sí, Amén” (Ap 1, 5-7).

         Ejercicios bíblicos: 2 Cor 1, 20; Ap 3, 14; 1 Rey 1, 36.        
        



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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