(Domingo
XXIV – TO – Ciclo C – 2016)
“Hay
más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que
no necesitan conversión” (Lc 15,
1-32). Jesús nos narra tres parábolas, que tienen algo parecido: en las tres,
algo se pierde –una moneda, una oveja, un hijo pródigo-; en las tres parábolas,
el dueño va en busca de lo que se ha perdido –la mujer que barre la casa, el
pastor que sale a buscar la oveja, el padre de la parábola que sale a esperar a
su hijo hasta que regrese-; en las tres parábolas, el dueño de lo que se ha
perdido, se alegra al encontrarlo –la mujer, el pastor, el padre-; en la última
parábola, el padre organiza una fiesta, para celebrar el regreso de su hijo.
¿Qué
nos enseña Jesús en estas parábolas?
Para
responder, tenemos que saber que aquello que se pierde en la parábola –la dracma
o moneda, la oveja, el hijo pródigo-, somos nosotros, pecadores, que por el pecado,
nos ocultamos de la vista de Dios, así como Adán y Eva, en el Paraíso, se
ocultaron de los ojos de Dios después de cometer el pecado original. Nosotros,
o cualquiera que comete un pecado, se aparta de la vista de Dios, pero Dios nos
ama tanto, que sale a buscarnos, y así tenemos que ver el amor de Dios que nos
busca, por medio de Jesús, en la mujer que barre para buscar la dracma, en el
pastor que sale a buscar su oveja, y en el cordero sacrificado por el padre de
la parábola, para festejar el regreso de su hijo. La mujer que busca su moneda,
el pastor que busca su oveja, y el padre que espera el regreso de su hijo,
representan a Dios Padre, que sale a buscarnos por medio de Jesús, y que se
alegra cuando nos confesamos, porque el vestido nuevo que le manda a poner a su
hijo, las sandalias y el anillo, significan que es hijo suyo y no sirviente, y
este vestido de fiesta simboliza la gracia santificante que recibimos cuando
nos confesamos.
¿Y
la fiesta que organiza el padre de la parábola? ¿Qué significa? Representa la
Santa Misa: el padre hace sacrificar un cordero, y ese cordero representa a
Jesús, que es el Cordero de Dios, que con su Sangre derramada en la cruz, quita
los pecados del corazón del hombre. El banquete que nos sirve Dios Padre, para
festejar nuestro regreso, cuando nos confesamos y nos revestimos con la gracia
santificante, es la Santa Misa, y está compuesto de: Carne, Pan y Vino: la
Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, la Eucaristía;
el Pan Vivo bajado del cielo, su Cuerpo glorificado en la Hostia; y el Vino de
la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús derramada en la cruz y recogida
en el cáliz del altar eucarístico.
La
Santa Misa es el banquete organizado por Dios Padre, en el que sacrifica su
Cordero, Jesús, para festejar nuestro regreso a su Casa, que se produce luego
de confesarnos.
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