(Domingo
XXXII – TO – Ciclo C – 2016)
En la época de Jesús había una gente que decía que no era
verdad que después de esta vida, había resurrección. Pero Jesús les contesta y
les dice: “En el cielo nadie se casa, porque todos son como ángeles, y los que
vivan en gracia en esta vida, van a resucitar, porque el que los va a resucitar
es Dios, que es el Dios de la Vida”.
Pero después dice también que Él es ese Dios de la Vida: “Yo
Soy el Camino, la Verdad y la Vida (…) Yo Soy el Pan de Vida y el que come de
este Pan, aunque muera, vivirá, porque Yo doy la Vida eterna”. Y como ese Pan
de Vida es la Eucaristía, quiere decir que Jesús, que es Dios, está en la
Eucaristía, y desde la Eucaristía nos da la vida eterna a los que toman la
Comunión Eucarística con fe y con amor.
Entonces, nosotros, los católicos, tenemos que considerarnos
muy afortunados, porque no solo creemos que existe la resurrección, sino que
recibimos, por la Comunión Eucarística, al Dios Viviente, que está oculto en la
Eucaristía y que desde la Eucaristía nos da su vida divina.
Esta es la alegre noticia que debemos transmitir los
católicos: que Jesús ha resucitado y está vivo y glorioso en la Eucaristía. ¿Y
cómo podemos decir esto a los demás? Con obras de misericordia y viviendo en
gracia.
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