Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 11 de marzo de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús levantado en alto en la cruz cura el alma



(Domingo IV - TC - Ciclo B – 2018)

         “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna” (Jn 3, 14-21). Jesús anuncia su muerte en la cruz y para eso trae a la memoria algo que había pasado en el desierto con Moisés y el Pueblo Elegido.
         En el desierto, el Pueblo Elegido sufrió el ataque de muchas serpientes venenosas que provocaban la muerte de aquellos a los que mordían. Entonces Dios le dijo a Moisés que construyera una serpiente de bronce y la levantara en alto para que todo el que la viera quedara curado, lo cual efectivamente sucedió.
         Lo que tenemos que saber es que a nosotros nos pasa algo parecido que a los judíos: caminamos por un desierto, que es esta vida, hacia la Jerusalén del cielo y somos atacados por serpientes espirituales, invisibles, pero mucho más peligrosas que las serpientes terrenas, porque son los ángeles caídos, los demonios, que muerden no el cuerpo sino el corazón del hombre y les inyectan un veneno que no mata el cuerpo pero sí el alma porque es un veneno espiritual, que es el pecado: la soberbia, la lujuria, la pereza, la avaricia y toda otra clase de pecados. Pero, a diferencia de los judíos, nosotros tenemos algo mejor que una serpiente de bronce y es Jesús crucificado y Jesús en la Eucaristía: así como los judíos se curaban cuando veían a la serpiente de bronce levantada en alto por Moisés, así nosotros, los cristianos, somos curados de las heridas del alma cuando nos arrodillamos ante Jesús en la Cruz y en la Eucaristía. Quien se arrodilla ante Jesús crucificado y ante Jesús Eucaristía con un corazón contrito y humillado, recibe de Jesús un milagro más grande que el ser curado de un veneno mortal y es la curación del alma de toda clase de dolencias, además de recibir la vida eterna, que es la vida de Jesús, el Hombre-Dios.
        

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