Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 29 de abril de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús es la Vid y Dios Padre el Viñador



(Domingo V – TP – Ciclo B - 2018)

         En esta parábola Jesús usa dos imágenes la de una vid, que es Él, y la de un Viñador, que es Dios Padre. También hay otras dos figuras: los sarmientos secos que no dan fruto y los sarmientos que sí dan fruto.
         Para entender la parábola, tenemos que recordar qué es lo que hace el viñador de la tierra: cuando poda la vid, corta los sarmientos secos y los arroja al fuego, porque ya no pueden dar fruto, ya no sirven: son las almas de los que, al morir, no se arrepienten de sus pecados y, por lo general, cuando vivían en la tierra, no acudían a Misa ni se confesaban y tampoco rezaban ni hacían obras de misericordia.
         Pero cuando el viñador encuentra un sarmiento que no está seco, lo poda, para que dé más uvas todavía: son las almas a las que Dios les envía dificultades y dolores en esta vida, pero las almas no solo no se quejan, sino que agradecen a Dios lo que Dios les envía y por eso dan frutos de santidad: de paciencia, de caridad, de paz, dando a los demás el amor de Cristo.
         Y con Dios Padre sucede lo que sucede con el viñador de la tierra: cuando el viñador de la tierra saca un grano de uva y lo prueba y lo encuentra dulce se alegra, porque quiere decir que la cosecha va a ser buena; pero cuando prueba un grano y lo encuentra agrio, no está contento, porque la cosecha no va a ser buena. En la vida espiritual, Dios es el Viñador y Él prueba nuestros corazones y si los encuentra con el Amor de Jesús, el sabor que siente es de dulzura porque el Amor de Jesús es así y Dios Padre se alegra, porque entonces vamos a dar frutos de santidad.
         Pero puede suceder que Dios Padre pruebe nuestros corazones y los encuentre agrios y amargos y eso sucede cuando nuestros corazones están llenos de amor propio, de amor egoísta y además llenos de soberbia. Esos corazones son agrios y amargos y Dios Padre no se siente a gusto porque no dan buenos frutos esos corazones.
         ¿De qué depende que nuestros corazones tengan un sabor dulce o agrio cuando Dios Padre los pruebe? Depende de nosotros y nuestra respuesta a la gracia: si nos confesamos, si comulgamos, si buscamos vivir los Mandamientos de la Ley de Dios, nuestros corazones tendrán la dulzura del Amor del Corazón de Jesús. Pero si no nos confesamos, si no rezamos, si no obramos la misericordia, nuestros corazones tendrán un sabor agrio, amargo, y no serán del agrado de Dios Padre.
         Le prometamos a la Virgen que vamos a rezar, a confesarnos con frecuencia, a comulgar, para que tengamos siempre el Amor del Corazón de Jesús en nuestros corazones y así, cuando Dios Padre los pruebe, se quede contento con nosotros al probar la dulzura del Corazón de Jesús.


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