En Cuaresma seguimos a Jesús, que se va adentro, muy adentro del desierto. Nos quedamos junto a Él, noche y día, para aprender lo que Él nos enseña.
¿Qué nos enseña Jesús? Jesús en el desierto nos enseña a luchar contra los tres enemigos que nos dificultan la unión con Dios: el demonio, el mundo y la carne. Es muy importante combatir contra estos enemigos del alma, porque los tres se ponen entre nuestro corazón y Dios, y hacen sombra a nuestro corazón, tapándole la luz del Amor de Dios.
Jesús nos enseñó a luchar contra el demonio, porque fue tentado por él al final de los cuarenta días, y nos enseñó que con
El demonio trata de tentarnos, aprovechándose de nuestra debilidad. Nos tiende continuamente trampas, así como un cazador pone trampas a su presa para atraparla. Los trucos del demonio son tres: el primero, es hacernos desear cosas materiales, más de las que necesitamos; el segundo, es hacernos desear que los demás hablen de nosotros y nos alaben todo el tiempo; el tercero, es la soberbia: si alguien nos dice la verdad, con algo que no nos gusta, o si tenemos que pedir perdón por algo que hicimos, nos empuja para que nos sintamos mal y para que no hagamos lo que tenemos que hacer: nos hace enojar cuando nos dicen nuestros defectos, o no nos deja pedir perdón cuando tenemos que pedir perdón. Jesús nos enseña que tenemos que ser humildes como Él, que siendo Dios se hizo Niño por amor a nosotros.
Entonces, tres trucos tiene el demonio para hacernos caer, repasemos: hacernos desear bienes materiales que no necesitamos; hacernos desear que siempre nos estén alabando; y hacernos ser orgullosos y soberbios, sin querer reconocer nuestras faltas, y sin querer pedir perdón.
Si el demonio tiene tres trucos, Jesús en el desierto, que se preparaba para la cruz, nos enseñó cómo luchar contra sus trucos: para el primer enemigo, el demonio y sus trucos, nos enseñó que no tenemos que desear las cosas materiales que no necesitamos, Jesús nos enseña que tenemos que ser pobres, como Él es pobre en la cruz. Jesús no tiene nada material en la cruz, sólo tiene una corona de espinas, tres clavos de hierro y una cruz, y todo eso no es de Él, sino que son cosas que se las ha prestado Dios Padre para que pueda salvarnos. Lo único que sí es de Él, en la cruz, son las heridas de la cabeza, de las manos y de los pies. Cuando estemos tentados a tener cosas que no necesitamos, veamos a Jesús en la cruz, para darnos cuenta que sólo queremos lo que Él tiene en la cruz.
Para el deseo de ser alabado, Jesús nos enseña que hay que hacer la voluntad de Dios sin importar la alabanza de los hombres, como Él en la cruz: ahí, Él nos estaba salvando, estaba cumpliendo la voluntad de Dios, pero nadie lo alababa, sino que le decían cosas malas.
Para la tentación de ser soberbios, Jesús nos enseña a ser humildes, como Él, que siendo Dios, se hizo muy pequeño, como un Niño, para salvarnos.
En el desierto, Jesús nos enseñó también a luchar contra el otro enemigo que tenemos, que es el mundo, porque el demonio le ofreció todo el mundo: el diablo le dijo que le iba a dar mucho oro, y muchas ciudades, y que él iba a hacer que a Jesús lo siguiera mucha gente, pero antes tenía que arrodillarse delante de él, demonio, pero Jesús le contestó que sólo a Dios hay que adorar, sólo ante Dios en
Por último, Jesús en el desierto nos enseñó a luchar contra el tercer enemigo de nuestra salvación, la carne, porque Él pasó hambre y sed durante cuarenta días, y así nos enseñó que tenemos que domesticar a nuestro cuerpo, y no darle todo lo que pide, sino solo lo bueno y lo necesario. Muchas veces el cuerpo pide cosas que no son necesarias, o que son malas, y por eso lo tenemos que dominar, y no dejarnos llevar por la pereza, por la gula, por la ira. Jesús en el desierto nos enseña a dominar nuestro cuerpo: si tenemos sed, por ejemplo, podemos tomarla más tarde, para ser como Jesús, que aguantó la sed en el desierto; si tenemos hambre, y no nos gusta lo que nos sirven, lo comemos sin protestar, para ser como Jesús que no tenía nada para comer en el desierto; si estamos cansados, o si estamos con pereza, y nuestros padres nos piden que hagamos algo, no tenemos que dejarnos llevar por la pereza, y hacer lo que nos dicen con prontitud, acordándonos de Jesús, que no tuvo pereza para ir al desierto por mí.
Todo esto nos enseña Jesús en el desierto: a luchar contra el demonio, el mundo y la carne, que se ponen en el medio, entre nuestro corazón y Dios.
Si en Cuaresma hacemos lo que Jesús nos dice, entonces vamos a ganarles a esos tres enemigos, y cuando les ganemos, no va a haber nada en el medio, entre nuestro corazón y el Amor de Dios.
Muy lindas las enseñanzas. Muchas gracias por acompañarnos en el camino de Jesús!.
ResponderEliminarFlorencia.Catequista.bs as Argrntina