Una vez, una santa, que se llamaba Santa Teresa, compuso una poesía para Jesús, que decía así:
"No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera".
Para esta santa, que amaba mucho a Jesús, no le importaban ni el infierno, ni el cielo, sino solo Jesús crucificado, coronado de espinas, clavado en la cruz con gruesos clavos de hierro, con su cara toda llena de golpes y de moretones, con uno de sus ojos hinchado por una trompada que le dieron a Jesús cuando estaba delante de los judíos; a santa Teresa le importaba, más que condenarse en el infierno o salvarse en el cielo, Jesús crucificado, porque Jesús en la cruz tenía mucha sed, porque en la cruz nadie le daba agua, sino vinagre; a santa Teresa le importaba Jesús, porque Jesús en la cruz tenía mucho dolor en su cuerpo, porque le dolían las manos y los pies, por los clavos, y también la cabeza, por la corona de espinas, pero sobre todo tenía dolor en su alma, porque Él veía que muchos se iban a condenar, porque no lo iban a aceptar a Él como Salvador; a santa Teresa le importaba Jesús en la cruz, y no tanto el infierno ni el cielo, porque Jesús en la cruz estaba solo, porque la Única que lo acompañaba era su Mamá,
La santa le dice a Jesús que a ella no lo ama porque hay un infierno, porque lo mismo ella podía seguir ofendiéndolo, pero tampoco lo ama porque hay un cielo como premio: ella lo ama porque lo ve así como está en la cruz, todo herido, golpeado, con su cara sangrando, con su ojo hinchado, con su corona de espinas, con los clavos de hierro que le hacen doler sus manos y sus pies, y porque Jesús está así en la cruz, tan dolorido y tan solo, es que ella lo ama, y le promete que va a ser buena, que no va a cometer pecados.
Santa Teresa le dice a Jesús que, viéndolo así en la cruz, lo ama tanto, que aún si no hubiera infierno, lo mismo lo temería, y no se portaría mal, y aún si no hubiera cielo, lo mismo lo amaría y trataría de ser buena.
Aprendamos esta hermosa poesía de Santa Teresa, pero no sólo con la memoria, sino ante todo con el corazón, para recitársela a Jesús todos los días.
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