Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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jueves, 28 de abril de 2011

La Divina Misericordia para Niños y Adolescentes



Jesús se apareció a Sor Faustina

y le dijo que pintara un cuadro,

así como lo veía.

Si somos misericordiosos

con los demás,

la imagen de Jesús

va a quedar pintada

en nuestros corazones

para siempre.

Una vez, hace mucho tiempo, Jesús se apareció a una monjita, que se llamaba “Faustina”, y vivía en un país que se llama “Polonia”, y le dijo que pintara un cuadro, así como ella lo estaba viendo, y que pusiera abajo: “Jesús en Vos confío”.

En esta aparición, Jesús estaba de pie, resucitado, vestido con una túnica blanca, y en sus manos y en sus pies se veían las huellas de la Pasión, aunque ya no le salía sangre. Tenía la mano izquierda señalando su corazón, y la mano derecha levantada, en señal de bendición. De su corazón salían dos grandes rayos de luz, uno de color rojo, y otro de color blanco. El rojo, le dijo Jesús a Sor Faustina, significaba su sangre, y el blanco, significaba la gracia que el alma recibe con los sacramentos.

Jesús le dijo que Él, así como estaba en el cuadro, se llamaba “Jesús de la Divina Misericordia”, y quería que Sor Faustina hiciera pintar un cuadro, y que se celebrara una misa en su honor, el primer domingo después de resurrección.

Por eso es que toda la Iglesia festeja, este domingo, la Fiesta de la Divina Misericordia, pero para saber bien qué quiere decir la fiesta de la Divina Misericordia, debemos regresar al Viernes Santo: Jesús está en la cruz, con su Cuerpo Santo clavado en la cruz, suspendido por tres clavos de hierro, todo golpeado, flagelado, escupido, cubierto de sangre y de polvo.

La Virgen María está al pie de la cruz, es la Única que lo acompaña en su agonía. Jesús, antes de morir, tiene que escuchar los insultos que le dirigen a Él, pero sobre todo, los que le dirigen a su Madre, lo cual lo hace sufrir todavía.

Después de muerto, un soldado romano, para asegurarse de que esté muerto, le clava un lanzazo en el pecho, y de su pecho sale sangre y agua, que significan la Eucaristía y la gracia del bautismo.

Pero además, junto con la sangre y el agua, sale del Corazón de Jesús, invisible pero real, el Espíritu Santo, como una dulce paloma blanca, trayendo para los hombres el Amor de Dios.

Esto nos hace ver cómo es Dios: infinitamente bueno. Nosotros, los hombres, con nuestros pecados, con nuestros pensamientos y nuestras obras malas, golpeamos a Dios Hijo, lo escupimos, lo flagelamos, le pusimos una corona de espinas, le pusimos en la mano una caña, y en sus espaldas heridas un manto, para burlarnos de Él, lo subimos a una cruz, lo clavamos con tres gruesos clavos de hierro, nos pidió agua para su sed y le dimos vinagre y hiel, lo dejamos solo, y cuando ya estaba muerto, le clavamos una lanza en su costado. Y a pesar de todas estas maldades, Dios no nos respondió con enojo, con cólera, cuando muy bien podría haber usado su poder divino para castigarnos: Dios nos respondió con Amor, porque junto con la sangre y el agua que brotaron de su Corazón traspasado, salió el Espíritu Santo, invisible, como una paloma blanca, para que nos inundara a todos con el Amor divino. Así es Dios Trinidad: a nuestras maldades, responde con Amor, perdonándonos y derramando sobre nosotros todo su Amor, el Espíritu Santo.

Y si nos fijamos bien, es esto lo mismo que pasa en la confesión sacramental: con nuestros pecados, golpeamos, flagelamos y crucificamos a Jesús, cada vez, y en la confesión, Dios, en vez de castigarnos por la maldad de nuestro corazón, nos perdona, dándonos la absolución por medio del sacerdote.

A través del Corazón abierto de Jesús, Dios derrama su Misericordia, y Misericordia quiere decir: “Amor de compasión por las miserias de los hombres”. Dios tiene compasión de nuestras miserias; su Corazón de Dios se compadece y nos perdona, y además de perdonarnos, se nos dona Él mismo, todo entero, porque Él es el Amor en Persona.

Cuando el Corazón de Jesús fue traspasado por la lanza de hierro del soldado romano, se derramó sobre el mundo el Espíritu Santo, que salió con su Sangre, igual que cuando un dique que contiene mucho agua se rompe, y deja escapar toda el agua, inundando todo el valle. El Amor de Dios, su Misericordia, inundó todas las almas, cuando su Corazón fue traspasado en la cruz, y como su Misericordia es infinita, no deja de salir Amor del Corazón de Jesús: está permanentemente saliendo Amor y Misericordia.

Adoremos a Jesús en la cruz, adoremos a Él, que es Misericordia pura, infinita, que se derrama desde su Corazón para toda la humanidad, y le prometamos que vamos a imitarlo en su misericordia, tratando de ser también nosotros bondadosos, compasivos y misericordiosos, con todos nuestros prójimos, así como Él es bondadoso, compasivo y misericordioso con nosotros.

Si hacemos así, la imagen de Jesús Misericordioso se va a pintar, no en un papel, sino en nuestro corazón, y va a quedar ahí para siempre.

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