El día Domingo, Jesús resucitó,
es decir,
su Cuerpo se llenó
de la luz y de la gloria
de Dios Trino.
Misterios Gloriosos
Primer Misterio Glorioso: La resurrección de Jesús.
Pasaje del Evangelio: Mt 28ss.
Meditación: Este misterio se llama “La resurrección de Jesús”, y nos acordamos de cuando Jesús, que estaba muerto en el sepulcro, se levanta vivo y glorioso, lleno de la luz, del amor y de la vida de Dios.
¿Cómo fue la resurrección de Jesús? Imaginemos que estamos en el Viernes Santo, en el Calvario. Jesús ha muerto en la cruz. El cielo se ha oscurecido, porque nubes grandes y muy negras han tapado el sol, y ya no hay luz del sol. Los discípulos, y la Virgen María, al pie de la cruz, lloran la muerte de Jesús, y lo bajan de la cruz. Envuelven su Cuerpo en una sábana, y lo llevan a una tumba, cavada en la roca. Cierran la entrada con una gruesa roca, enorme. Imaginemos que estamos dentro del sepulcro. Está todo oscuro y en silencio. El Cuerpo muerto de Jesús está en la loza, pero casi no lo podemos ver, de tan oscuro que está adentro. De pronto, una luz, muy suave, y pequeña, comienza a brillar, a la altura del pecho de Jesús, de su Sagrado Corazón. La luz, pronto, comienza a ser cada vez más grande, y cada vez más intensa, tanto, que parece que hubieran mil soles dentro del sepulcro. La luz, a medida que se hace más fuerte, se extiende por todo el Cuerpo de Jesús, y le comunica de su luz y de su vida, y así el Cuerpo de Jesús comienza a vivir de nuevo, todo revestido de luz, como había estado en el Monte Tabor. La luz alcanza un esplendor y una intensidad tan grandes, que parece que en el sepulcro hay mil millones de soles juntos, y todavía más. El Cuerpo de Jesús se llena todo de luz, y Jesús abre los ojos y se incorpora: ¡ha resucitado! ¡Qué alegría! Y si antes todo era silencio en el sepulcro, ¡ahora se sienten cantos de alegría, porque son los ángeles que cantan a su Dios que ha resucitado! ¡Alegrémonos, junto con los ángeles, y cantemos de alegría a Jesús, que ha resucitado, y ha vencido para siempre a la muerte, al mundo y al demonio!
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Segundo Misterio Glorioso: La Ascensión de Jesús a los cielos.
Jesús subió a los cielos,
con su Cuerpo glorificado,
pero al mismo tiempo,
misteriosamente,
se quedó en la Eucaristía,
entre nosotros,
¡Resucitado!
Pasaje del Evangelio: Hch 1, 1-11
Meditación: Este misterio se llama “La Ascensión de Jesús a los cielos”, y aquí nos acordamos de cuando Jesús, después de resucitado, se apareció a muchos de sus discípulos, y se fue al cielo en una nube.
Antes de subir al cielo, les dijo que fueran por todo el mundo, para anunciar a todos que Él había muerto en la cruz y había resucitado, para llevarnos a todos con su Padre Dios. También les dijo que tenían que bautizar a todos los hombres, y que para eso tenían que ir a misionar por todo el mundo. Después que Jesús dijo esto, se fue al cielo, en una nube blanca. Muchos discípulos se quedaron mirando al cielo, tristes porque Jesús se había ido, pensando que los había dejado solos. Pero antes, les había dicho: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Y Jesús cumplió con esa promesa. ¿Cómo? ¡Quedándose en la Eucaristía! En la Eucaristía, Jesús está como está en el cielo, con su Cuerpo glorioso y resucitado, y se quedó ahí para estar con nosotros, todos los días, para escucharnos, para darnos su Amor, para consolarnos, ¡y para llevarnos al cielo!
En este misterio, entonces, recordamos cuando Jesús subió a los cielos en una nube, pero recordamos también que Él, a pesar de que subió a los cielos, no nos dejó solos, porque se quedó en el Sagrario, en la Eucaristía, para que lo visitemos. Visitemos siempre a Jesús en el Sagrario, hagámosle compañía aquí en la tierra, para tener su compañía para siempre en el cielo. Después que Jesús subió, los discípulos se quedaron mirando al cielo, buscando a Jesús, pero no lo encontraron ahí, porque Jesús ya no estaba. Nosotros no tenemos que mirar al cielo, sino a algo más lindo que el cielo, la Eucaristía, y ahí sí vamos a encontrar a Jesús.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Tercer Misterio Glorioso: La Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen y los Apóstoles.
Desde el cielo, Jesús sopló el Espíritu Santo
en forma de lenguas de fuego,
sobre María y los Apóstoles.
En cada comunión,
Jesús sopla el Espíritu Santo,
como un río de fuego,
sobre el corazón
del que con amor comulga .
Pasaje del Evangelio: Hch 2, 1
Meditación: Este misterio se llama: “La Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen y los Apóstoles”, y nos acordamos de cuando Jesús, que ya había subido al cielo, sopló, junto con su Padre Dios, al Espíritu Santo, sobre la Virgen y los Apóstoles.
Cuando Jesús sopló el Espíritu Santo, junto a su Padre, el Espíritu Santo apareció como lenguas de fuego, que se posaron por encima de la Virgen y de todos los Apóstoles. La Biblia dice que eso que hizo Jesús, se llama: “Pentecostés”, y es una gran alegría para la Iglesia, porque el Espíritu Santo es un fuego que no quema, sino que llena de amor, de alegría y de paz, porque es el Amor de Dios.
Cada vez que comulgamos, Jesús sopla el Espíritu Santo sobre nuestro corazón, que desciende sobre él como un fuego abrasador, que quiere abrasar el corazón en el fuego del Amor de Dios, provocando un Pentecostés en miniatura cada vez que comulgamos.
Hagamos como los Apóstoles, que cuando recibieron el Espíritu Santo, estaban junto a la Virgen María, en oración: estemos siempre, siempre, en los brazos de la Virgen, como si fuéramos niños pequeñitos, recién nacidos, y en oración continua.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Cuarto Misterio Glorioso: La Asunción de María Santísima en Cuerpo y Alma a los cielos.
La Virgen se durmió,
y su Cuerpo Inmaculado se llenó
de la luz y de la gloria
de Dios.
Cuando se despertó,
estaba en el cielo,
junto a su Hijo Jesús,
para siempre.
Pasaje del Evangelio: Ap 12, 1
Meditación: Este misterio se llama: “La Asunción de María Santísima en Cuerpo y Alma a los cielos”, y nos acordamos aquí de cuando la Virgen fue llevada al cielo. Después que resucitó, Jesús se apareció a muchos, pero a la Primera en aparecerse, fue a la Virgen. Ahí Jesús le prometió que Él la iba a llevar al cielo un día. Cuando llegó ese día, la Virgen se recostó en su camita, y se durmió, y por eso este misterio se llama también “La Dormición de la Virgen”. Estaba así dormida, cuando de pronto, empezó a aparecer una lucecita muy suave, muy tenue, a la altura de su Corazón. Poco a poco, esa luz se fue haciendo cada vez más y más fuerte, tan fuerte, que parecía que se había vestido con el mismo sol. Cada vez que la luz se hacía más grande, su Cuerpo purísimo se convirtiendo en un cuerpo de luz, porque se llenaba de la gloria de Dios, que es luz. Y así, cuando estuvo todo llena de la gloria y de la luz de Dios, se despertó, y cuando se despertó, se dio cuenta de que ya no estaba en su camita, sino ¡en las puertas del cielo! Y había muchos, pero muchos ángeles de luz, que la venían a recibir; los había mandado su Hijo Jesús, para que acompañaran a su Mamá, que entraba en el cielo para siempre. Y cuando llegó al cielo, ahí la estaba esperando Jesús, con los brazos abiertos, loco de contento porque su Mamá llegaba para quedarse con Él para siempre.
¡Qué lindo que es el cielo, que es estar con Jesús y la Virgen para siempre! Le pidamos a nuestra Mamá del cielo, la Virgen, que así como Ella fue llevada al cielo en cuerpo y alma, interceda ante su Hijo Jesús para que nosotros, que somos sus hijos, algún día también lleguemos al cielo.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Quinto Misterio Glorioso: La coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado.
Jesús le dio a su Mamá en el cielo
una corona de luz,
porque Ella le ayudó a llevar
su corona de espinas
en la tierra.
Pasaje del Evangelio: Ap 12, 1
Meditación: Este misterio se llama: “La coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado”, y aquí nos acordamos de cuando la Virgen, cuando llegó al cielo, fue recibida por su Hijo Jesús, y Él, delante de Dios Padre y de Dios Espíritu Santo, y delante de todos los ángeles y santos del cielo, le dio una corona, nombrándola “Reina y Señora de todo lo creado”. Cuando Jesús le puso la corona, le dio un beso en la frente a su Mamá, como hacía cuando era chico y vivía en la tierra, y todos los ángeles y santos se arrodillaron delante de la Virgen, reconociéndola como a su amada Reina.
La corona que Jesús le dio a su Mamá, no era una corona como las que usan los reyes aquí en la tierra, que están hechas de oro, de plata, y están adornadas con muchos rubíes, diamantes, perlas, y cosas por el estilo.
Jesús le dio esta corona de luz a su Mamá en el cielo, porque antes, en la tierra, la Virgen había sufrido como si le hubieran puesto a Ella, la corona de espinas que le pusieron a Jesús. Por eso Jesús la premió en el cielo, con una corona de luz: porque aquí en la tierra, compartió la corona de espinas que Él llevó en la cruz.
La corona que Jesús le dio a María, era mucho más linda que la más linda de todas las coronas de la tierra, porque era una corona de luz, hecha con la gloria de Dios. Era una corona hermosísima, brillante, que hacía juego con su túnica del cielo, que parecía estar hecha con la luz del sol, y con su Cuerpo sin mancha, que ahora era todo de luz.
¡Qué hermosa se ve la Virgen, toda vestida de la luz del sol, coronada con una corona de luz, resplandeciente su rostro y sus manos con una luz más brillante que mil soles juntos!
Le pidamos a la Virgen, nuestra Mamá del cielo, llevar también nosotros la corona de espinas de Jesús, para después, en el cielo, llevar la corona de luz que le regaló Jesús.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario