Debemos asistir a Misa
como quien asiste
a un sacrificio;
a un banquete;
a un memorial;
pero sobre todo,
debemos asistir
con amor a Dios y al prójimo
en el corazón.
Cuando asistimos a un acto en la escuela, por ejemplo, para el Día de la Bandera, o para el Día de las Islas Malvinas, no podemos comportarnos de cualquier manera, porque lo que sucede es muy importante, y tenemos que estar serios y prestando atención: no podemos conversar, o masticar chicles, o estar tirando dardos de papelitos con cerbatana, cuando cantamos el himno, o cuando la maestra nos dirige la palabra, o cuando se iza la bandera. Tampoco podemos asistir vestidos de cualquier manera, o despeinados, o sin el uniforme: debemos asistir con el uniforme bien planchado y limpio, y bien peinados, y además tenemos que estar muy atentos a lo que sucede.
También nuestros compañeros de clase deben estar como nosotros: prolijos, bien vestidos, atentos, porque se trata de actos solemnes, y muy importantes, donde recordamos, con el corazón y la memoria, hechos muy importantes para nuestra Patria.
Lo mismo sucede cuando venimos a Misa, pero mucho más todavía, porque la Misa es algo solemne, pero también es algo sagrado, porque el mismo Dios, invisible, se hace Presente en la cruz. Y si Jesús muere en la cruz, sobre el altar, dando su vida por mí, ¿cómo voy a estar distraído, hablando de cualquier cosa, contando chistes?
Entonces, si para un acto de la escuela, que es importante, tengo que asistir todo prolijo, limpio, bien peinado, con el uniforme limpio, y también tengo que estar atento, ¿cómo tengo que asistir a la Santa Misa, en donde Jesús baja desde el cielo para dar su vida por amor a mí?
Para saber cómo tenemos que venir a Misa, y qué tenemos que hacer, recordemos los nombres de la Misa: “Santo Sacrificio del altar”, “Banquete Eucarístico”, y “Memorial”.
Si la Misa es un sacrificio, porque se llama “Santo Sacrificio del altar”, debemos comportarnos como quien asistía a la crucifixión de Jesús: con respeto, en silencio, pero sobre todo con dolor de los pecados; debemos tener la disposición interior de unirnos nosotros a Jesús, ofreciéndole algún sacrificio que hayamos hecho en la semana, y ofreciéndole también toda nuestra vida, para que si Él quiere llevarnos con Él en la cruz, así lo haga.
Si la Misa es un banquete, porque se llama “Banquete Eucarístico”, debemos asistir limpios y perfumados, con la pureza y el perfume de la gracia, y debemos asistir con hambre –con mucha hambre, como alguien que no come desde hace días-, pero no de alimentos de la tierra, sino con hambre de Dios, con gran deseo de comer el banquete que Dios Padre nos prepara: Pan de Vida eterna, Carne de Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo, y Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús resucitado.
Si la Misa es un memorial, en donde no sólo se recuerdan, sino que se hacen presentes, para nosotros, todos los maravillosos dones que Jesús hizo para nosotros, entonces tenemos que asistir teniendo, en la mente y en el corazón, el recuerdo del amor de Jesús, que por nosotros bajó del cielo, y sin dejar de ser Dios, se encarnó en María la Virgen, nació milagrosamente, vivió su vida de niño y de joven, y cuando fue grande, salió a predicar, fue arrestado, juzgado injustamente, y fue muerto en la cruz, y resucitó al tercer día.
Entonces, a la Santa Misa, debemos asistir como quien asiste a un sacrificio, porque es el sacrificio de Jesús en la cruz, y debemos también llevar un sacrificio propio para unirlo al de Jesús; debemos asistir como quien asiste a un banquete, porque allí se ofrece un manjar exquisito, el Pan Vivo bajado del cielo, la carne del Cordero de Dios, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que es la sangre de Jesús, y tenemos que ir con mucha hambre de Dios, para devorar con ganas estos manjares, como alguien que hace días que no come nada; debemos asistir como quien asiste a un acto importante, en donde se recuerda algo muy pero muy importante, y tenemos que tener en la memoria y en el corazón el recuerdo de Jesús, que se entregó por nosotros en la cruz, y también el recuerdo de la Virgen María, que ofreció a su Hijo por nosotros.
Pero hay algo muy pero muy importante, sin lo cual no podemos asistir a la Misa, y es el amor: debemos asistir a Misa con algún sacrificio, debemos asistir a la Misa con hambre de Dios, debemos asistir a la Misa con el recuerdo de Jesús y de la Virgen en el corazón, pero sobre todo, debemos asistir a la Santa Misa con un gran amor, con el amor de la Virgen, que estaba al pie de la cruz, y con el amor del apóstol Juan, que era a quien Jesús más amaba.
El amor es lo que hace que nuestra asistencia a la Misa sea perfecta, porque es lo que le da valor al sacrificio, al hambre de Dios, y a su recuerdo. Cuanto más amor tengamos a Dios y al prójimo, al venir a Misa, más perfecta será nuestra asistencia a Misa.
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