Si vamos a Misa,
si damos amor a los demás,
si tratamos de ser como Jesús,
entonces nuestro corazón será
como un nido de luz,
donde irá a reposar
la dulce paloma divina,
el Espíritu Santo.
¿Cómo es una paloma? Imaginemos que estamos viendo a un pichón de una paloma blanca, y tratemos de decir cómo es. La paloma es un animalito muy simpático, y además, pacífico, porque nunca agrede a nadie, y se lleva bien con los otros animales, y también con los humanos. Hace sus nidos en lugares altos, y los va construyendo de a poco, con hojas, y ramas, hasta que el nido queda bien formado, y es ahí en donde la paloma descansa de sus vuelos, y entona sus arrullos, que es como una especie de canto, propio de ella. Si le damos de comer, la paloma se acerca, pero es muy asustadiza, y si nosotros nos movemos bruscamente, sale volando y se va. Si la tomamos en nuestras manos, vemos que la paloma es suave, mansa, y cariñosa, y además no nos intenta atacarnos, sino que permite que la acariciemos.
¿Cómo es una serpiente? Imaginemos que tenemos delante nuestro a una serpiente, brillosa y negra, venenosa, de esas tipo cascabel, que tienen la cabeza ancha, como una paleta, y en la cola tienen una especie de sonajero, que suena cada vez que se mueve. No podemos acercarnos, ni tampoco podemos tomarla en nuestras manos, como hacemos con la paloma, porque las serpientes son animales agresivos, que atacan a quienes se les acercan, para morderlos e inyectarles veneno, que puede llegar a matar a las personas. Las víboras son malas y traicioneras, y hay que mantenerse alejado de ellas, porque si no, nos pueden atacar y morder. El nido de las serpientes es un lugar sucio, oscuro, lleno de una baba que sale de sus bocas y si alguien pisa, por descuido, un nido de víboras, estas lo muerden y lo matan.
¿Por qué hablamos de estos animales en una misa?
Porque nuestro corazón, por nuestras acciones, y por nuestros pensamientos y sentimientos, se puede convertir en un nido de paloma, o en un nido de serpientes.
Cuando nuestros pensamientos y sentimientos hacia las personas son buenos, y también nuestras obras, es decir, cuando damos amor a los demás, el corazón se transforma en un nido de paloma, en donde va a reposar esa dulce paloma blanca que es el Espíritu Santo.
Cuando rechazamos todo mal pensamiento, cuando tratamos bien a los demás, cuando respondemos con afecto, cuando ayudamos a quien lo necesita, cuando prestamos las cosas, cuando no hablamos mal de los otros, cuando hacemos algún sacrificio pidiendo por la conversión de los pecadores, cuando rezamos, cuando nos confesamos, cuando venimos a Misa para encontrarnos con Jesús y recibirlo en la Eucaristía , cuando hacemos todas esas cosas buenas, el corazón se llena de luz, y se transforma en algo así como si fuera un nido de paloma, en donde va a descansar el Espíritu Santo, que se aparece en la Biblia como paloma, cuando Juan el Bautista lo bautiza a Jesús, en el río Jordán. Nuestro corazón, convertido en nido de luz, por el amor y las buenas obras, y por la gracia de Dios, atrae al Espíritu Santo, que viene como paloma blanca a hacer arrullos en él.
Pero cuando no nos portamos bien, cuando peleamos con los demás, cuando pensamos mal de los demás, o cuando los tratamos mal, o cuando somos egoístas, o vagos, o perezosos, o cuando tenemos envidia, o cuando no nos confesamos desde hace mucho, o cuando faltamos a Misa por hacer otras cosas, por mirar televisión, o dormir, o jugar a los jueguitos, o por jugar al fútbol, entonces, nuestro corazón se convierte en un lugar oscuro, feo, frío, en donde no puede venir a alojarse el Espíritu Santo, y si pasamos mucho tiempo así, es muy posible que venga alguien muy malo, que no es serpiente, pero que tiene forma de serpiente, y es el diablo, llamado también Satanás o ángel caído.
Si tratamos mal a los demás,
si faltamos a Misa sin motivo,
si no damos amor,
nuestro corazón se convertirá,
en muy poco tiempo,
en un nido de serpientes.
¿Cómo queremos que sea nuestro corazón?
Por supuesto que queremos que sea como un nido de paloma, para que vaya a descansar ahí esa paloma blanca, llena del Amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Y para que nuestro corazón sea como un nido de luz, trataremos de obrar siempre como lo haría Jesús, cuando tenía nuestra edad.
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