Cuando vamos a la escuela, vamos con ganas de aprender, porque cada vez que aprendemos algo, somos mejores, ya que nos hacemos más perfectos: antes, no sabíamos algo, y ahora sabemos lo que nos enseñaron. Por eso estudiar es muy importante, y hasta divertido. Cada vez que estudiamos, nos perfeccionamos, y así cumplimos lo que Jesús nos dice en
Para aprender, en la escuela usamos libros, y la maestra nos ayuda para que aprendamos, y así vamos sabiendo cada vez más.
Pero sucede que lo que aprendemos en la escuela, nos sirve para las cosas de la tierra, para la vida que vivimos aquí, pero no nos ayuda para ir al cielo. Para ir al cielo, necesitamos saber otra cosa, y necesitamos otro libro, y otra maestra, porque es cierto lo que decía Santa Teresa de Ávila: “El que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada”.
¿Dónde hay que estudiar para salvarse? ¿Qué libro hay que usar para ir al cielo? ¿Quién es la maestra que nos va a enseñar? Para ir al cielo, se estudia en un libro muy pero muy especial, que viene del cielo, y nos lo regala Dios, y es el Libro de
Ahí, en
Y como en la escuela, que necesitamos de una maestra para que nos enseñe a aprender, así también en
En
-nos enseña a ser pobres, y es necesario ser pobres de cosas materiales, porque al cielo no nos podemos llevar nada material: ni tierras, ni dinero, ni oro, ni plata, ni la computadora, ni
-pero también nos enseña a ser pobres de espíritu, porque el que es soberbio y orgulloso, el que no acepta que le digan nada, el que se envanece cuando lo halagan, como hace el pavo real, o el que se enoja cuando le dicen algo que no le gusta, ése no puede ir al cielo. Tampoco puede ir al cielo el que dice que no necesita de Dios. Jesús en la cruz nos enseña a ser humildes y a ser pobres de espíritu, es decir, a reconocer que necesitamos de Dios en todo momento, incluso para respirar.
-Jesús en la cruz nos enseña la castidad, es decir, la pureza del cuerpo y del alma. Él es puro y santo, porque es Dios hecho Hombre, y así como es Él, así tenemos que ser nosotros, para entrar en el cielo. Debemos desear lo que Jesús deseó en la cruz, y debemos rechazar lo que Él rechazó en la cruz. Jesús no quiso nada impuro, nada contaminado con el mundo, nada que no sea Dios, de Dios y para Dios, y así tenemos que hacer nosotros.
-Jesús en la cruz nos enseña la obediencia, porque Él obedeció a su Papá, Dios Padre, que le pedía que se sacrificara en la cruz y derramara su sangre, para que Él nos pudiera perdonar, y le pedía también que dejara que traspasaran su Corazón con una lanza, para que Él pudiera derramar el Espíritu Santo, que es su Amor, junto con la sangre y el agua del Corazón de Jesús. Y Jesús obedeció, porque Él amaba mucho, muchísimo, a su Papá del cielo, y así murió en la cruz por nosotros. Pero también obedeció a su Mamá de la tierra,
-Jesús en la cruz nos enseña, sobre todo, el Amor, porque es por amor, a Dios y a los hombres, que Él se humilla, dejando que lo crucifiquen; es por amor que Él se despoja de todo y se hace pobre, siendo el más rico de todos los ángeles y los hombres; es por amor que Él quiere experimentar la ausencia de Dios, y la pobreza del alma que está sin Dios, y por eso Él dice en la cruz: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”; es por amor que Él vive puro y casto, sin pensamientos ni deseos impuros, para presentarse puro, purísimo, ante Dios; es por amor que obedece a su Papá y a su Mamá, y es por amor que se nos ofrece en
Pero además de enseñarnos todo esto, Jesús en la cruz nos da la gracia para llevar a cabo lo que Él nos enseña, porque sin su gracia, no podríamos nunca imitarlo y ser humildes, pobres, castos, obedientes y llenos de amor como Él. En la cruz, Jesús nos da la gracia, porque esa gracia se derrama sobre nosotros cuando le atraviesan el Corazón con una lanza.
Todo esto nos enseña Jesús desde la cruz, junto a María,
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