Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo para Niños



En el Viernes Santo, en la ceremonia de la Adoración de la Cruz, no se celebra la Santa Misa: es el único día del año en el que no hay Misa. Además, hay muchas otras cosas que hacen que este día sea distinto a todos los demás.

Por ejemplo, si en la Misa el sacerdote entra en la iglesia mientras se entonan cánticos, y luego besa el altar, en el Viernes Santo, en cambio, el sacerdote se "postra", es decir, se acuesta en el suelo boca abajo. Además, no hay cantos, todos están en silencio, las imágenes están cubiertas con paños morados, el altar está sin manteles, sin velas, sin crucifijos, y todo en la Iglesia está cubierto y, en lo posible, a oscuras o sin iluminación.

¿Porqué todo cambia en este día? Porque Jesús muere en la Cruz. Y como Jesús es el Sumo y Eterno Sacerdote, al haber muerto Él, que es Luz y Vida, todo queda sin luz y sin vida. El sacerdote se postra para indicar que, aparentemente al menos, han triunfado las tinieblas. El Viernes Santo es un día de mucha tristeza y dolor, porque Jesús ha muerto, y han vencido el odio, la mentira, la corrupción, es decir, el mal. En el Viernes Santo, las fuerzas del infierno parecen haber ganado en su lucha contra el Cielo, porque han logrado abatir al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo. Los demonios parecen haber ganado. Todo es tristeza, dolor, llanto y angustia. Hasta el sol está de luto, porque oculta su luz. Hasta la tierra llora y se estremece, porque hay un fuerte terremoto. Hasta los ángeles lloran, porque no pueden creer que hasta tanto haya llegado la maldad del hombre, hasta el punto de matar a su Dios.

Jesús ha muerto en la Cruz. El mal parece haber triunfado. Los hombres y los demonios han conseguido lo que querían: matar al Hombre-Dios. Los hombres han logrado lo que tanto deseaban: vivir sin Dios. Con cada pecado cometido, con cada mentira, con cada enojo, el hombre expresa el deseo de vivir sin Dios, y ese deseo se cumple el Viernes Santo, porque Jesús, cargado con nuestros pecados, agotado y agobiado por tanta pena y tantos dolores, muere en la Cruz.

Pero también el momento de su muerte, es un momento de esperanza y también de alegría, porque quien contempla a Cristo crucificado, recibe la gracia de la conversión, como le sucedió a Longinos, el soldado que atravesó su Sagrado Corazón: "Este es verdaderamente el Hijo de Dios".

Es por eso que nosotros, los cristianos, después de haber crucificado a Jesús con nuestros pecados, nos arrepentimos y, unidos a María Santísima, que permanece de pie acompañando a su Hijo ya muerto, adoramos la Cruz.

No adoramos un madero, un leño seco. Adoramos la Cruz de Jesucristo, que está impregnada con su Sangre, que es la Sangre del Cordero. Los cristianos adoramos la Cruz porque la Cruz está bañada con la Sangre del Hombre-Dios Jesucristo, y por la Sangre de esa Cruz hacemos el propósito de morir antes que pecar.

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