Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 2 de noviembre de 2013

El Evangelio para Niños: “La salvación ha llegado a esta casa”


(Domingo XXXI – TO – Ciclo C – 2013)
         En este Evangelio (Lc 19, 1-10), Jesús  le dice a Zaqueo, que era un señor que tenía mucha plata pero que también era muy pecador, que quiere ir a alojarse a su casa.
¿Cómo era Zaqueo? Tenemos que saber cómo era, porque se ve que Jesús lo quería mucho, porque le pide alojarse en su casa.  Bueno, Zaqueo era rico, lo cual no nos ayuda para entrar en el cielo, porque en el cielo no hay dinero, ni oro, ni plata, ni cosas materiales de ninguna clase, porque no hacen falta, porque todo lo que hay en el cielo es muchísimo más lindo que todo lo que hay acá, y no hay necesidad ni de comprar ni de vender nada. Pero además de rico, Zaqueo también era “publicano”, lo cual quiere decir, que era conocido como pecador por todos y como sabemos, el pecado es algo malo, muy malo, y es tan malo, que nadie con pecado puede entrar en el cielo, y es por esta razón que los que tienen pecado mortal, van al infierno, y los que tienen pecado venial, van al Purgatorio. Resulta entonces que Zaqueo tenía su corazón apegado a la tierra, y también era pecador, pero a pesar de eso, Jesús lo ama y lo ama tanto, que quiere entrar en su casa para comer con él y llevarle la salvación.
Lo que tenemos que saber es que todos somos un poco como Zaqueo, porque todos tenemos el corazón pegado a los bienes materiales –y si no, hagamos la prueba de no pedir nada a nuestros papás, o de regalar a nuestros hermanos o amigos los juguetes y las cosas que más queremos, y ahí nos daremos cuenta de cuánto están apegados nuestros corazones a las cosas de la tierra, y esto es lo que quiere decir ser “rico” como Zaqueo; además, todos somos pecadores, porque “el justo peca siete veces al día”, dice la Escritura, y si bien nos confesamos, volvemos luego a pecar, y seguiremos siendo pecadores hasta el día de nuestra muerte. Pero también, al igual que Zaqueo, Jesús nos ama, y nos ama tanto pero tanto pero tanto, que a Él no le importa que nuestro corazón esté lejos de Él, ni tampoco le importa que seamos pecadores; o también podemos decir que nos ama justamente porque somos débiles y pecadores para darnos su Amor y Misericordia y, todavía más, cuantos más pecados tenga un alma, más Amor y Misericordia recibirá de Jesús. Al igual que con Zaqueo, Jesús también quiere entrar en nuestra casa, pero no a nuestra casa material, sino a nuestra casa espiritual, que es nuestra alma. ¿Cómo quiere entrar Jesús? Lo quiere hacer a través de la Comunión Eucarística: cada vez que comulgamos, Jesús golpea a las puertas de nuestro corazón y nos dice, igual que le dijo a Zaqueo: “Quiero alojarme en tu casa” y también, al igual que Zaqueo, nosotros tenemos que abrirle presurosos las puertas de nuestros corazones, con mucha fe y amor, para que Jesús entre y convierta a nuestros pobres corazones en su morada. Y para que Jesús esté a gusto en esa casa que es nuestro corazón, le prometeremos que compartiremos nuestras cosas con los hermanos y amigos, que nunca haremos mal a nadie y que trataremos de crecer en la santidad todos los días”. Si hacemos así, escucharemos la dulce voz de Jesús que, desde el fondo de nuestro corazón, nos dirá: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.


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