Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

viernes, 16 de octubre de 2015

Jesús esperó diez años para entrar en sus corazones


(Homilía para Santa Misa de Primeras Comuniones)

         Vamos a tomar la Primera Comunión, y para eso, ustedes se prepararon durante dos años, asistiendo a clases y estudiando el Catecismo que les enseñaban sus maestros catequistas. Durante dos años, ustedes se han preparado para este momento, y por eso es que el templo está todo iluminado, con flores y limpio, y a medida que se acerca más y más el momento de la Comunión, están más ansiosos y más deseosos de recibir a Jesús Eucaristía.
Pero si ustedes, niños, están ansiosos y deseosos de recibir a Jesús Eucaristía, Jesús lo está mucho más, porque esperó más tiempo que ustedes: ustedes esperaron dos años para recibirlo, pero Él esperó nueve, diez, once años para que llegara este momento; todavía más, como Jesús es Dios, Él sabía, desde toda la eternidad, que ustedes lo iban a recibir en este día, y por eso Él, desde toda la eternidad, estaba esperando que ustedes nacieran, crecieran, comenzaran a venir a Catecismo y dispusieran sus almas y sus corazones para recibirlo.
Desde toda la eternidad, Jesús esperaba este día, el día más hermoso para ustedes, porque es el día en el que Jesús va a entrar, por primera vez, en sus corazones, escondido detrás de lo que parece un poco de pan. En el cielo, Jesús no veía la hora de que ustedes prepararan sus mentes y sus corazones para recibirlo en la Eucaristía, y es por eso que, si ustedes están ansiosos y deseosos de recibirlo, Jesús lo está mucho más por entrar en sus corazones.
¿Qué pasa en el Corazón de Jesús en este momento? ¿Vieron que el corazón late cuando vemos a una persona muy amada, que está por llegar después de un largo viaje? Si nuestra mamá o nuestro papá se ausentan por largo tiempo, cuando vamos a recibirlos a la estación de ómnibus, nuestros corazones laten cada vez más rápido y más fuerte, porque se acerca el momento en el que vamos a verlos después de mucho tiempo, y esto sucede porque los amamos. Bueno, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, late así de rápido y de fuerte, pero más rápido y más fuerte, y a cada minuto que pasa, late cada vez con mayor fuerza y velocidad, porque desea, con todas sus fuerzas, entrar en sus corazones, para darles todo el Amor que Él tiene en su Corazón. Jesús no ve las horas de que ustedes lo reciban en la Primera Comunión, para darles el Fuego que le quema en el Corazón, el Fuego de su Amor.
Entonces, al comulgar, tenemos que estar muy atentos, y tenemos que abrir los oídos del alma, para poder escuchar los latidos de Amor del Sagrado Corazón de Jesús, que está escondido en la Eucaristía; tenemos que abrir nuestros corazones, de par en par, así como se abren las puertas, de par en par, para que Jesús Eucaristía entre en ellos y pueda derramar sobre nosotros todo su Amor, que es como un océano infinito, sin playas y sin fondo. Jesús quiere darnos todo su Amor, que es el Amor de Dios, y ese Amor está encerrado en su Sagrado Corazón Eucarístico, pero no puede derramar su Amor, si nosotros, cuando comulgamos, estamos distraídos, pensando en cualquier cosa que no sea Él. Le pidamos a la Virgen, la Mamá del Sagrado Corazón, que nos ayude a concentrarnos en esta Primera Comunión, para que Jesús se sienta contento con nosotros y pueda darnos todo lo que Él tiene pensado para nosotros, todo el Amor de su Corazón, que late en la Eucaristía. A su vez, nosotros debemos responder con amor, como dice el dicho: “amor con amor se paga”; quiere decir que si Jesús nos todo su Amor, entonces también debemos darle todo nuestro amor.

         Si hacemos esto, es decir, si abrimos nuestros corazones para que Jesús derram e su Amor en ellos y si también le damos nuestro amor, la Primera Comunión no será la última, sino la primera de muchas, porque así nos vamos a enamorar de Jesús y si nos enamoramos de Jesús en la Primera Comunión, vamos a querer que Jesús esté siempre con nosotros, y para eso vamos a querer recibirlo seguido en la Comunión, con el alma limpia por la Confesión. Que la Primera Comunión, entonces, sea la primera de muchas, y que en cada una de ellas, sea como la Primera: que así como en la Primera Comunión, le vamos a dar a Jesús todo nuestro amor, así también, en cada una de las comuniones que sigan, le demos a Jesús todo nuestro amor, en acción de gracias por habernos dado antes Él, como prenda de amor, su Sagrado Corazón Eucarístico.

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