Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 3 de marzo de 2018

Sobre la tarea del Catequista



Dedicado a San Pío X, Patrono de los Catequistas.

         La Catequesis de una Parroquia forma parte de una de sus estructuras más importantes, constituyendo parte de la columna vertebral de la misma, desde el momento en que la función que desempeña es esencialmente apostólica: como los Apóstoles, que recibieron la fe de Jesús y la transmitieron a la Iglesia, la Catequesis es la que recibe la fe y la transmite a las nuevas generaciones. Esta transmisión de la Fe es realizada por la Catequesis no según las interpretaciones subjetivas de cada persona particular, sino según la única fe católica que es custodiada y explicitada por el Magisterio de la Iglesia –principalmente el Catecismo-, que se nutre a su vez de la Tradición y las Sagradas Escrituras. Esto quiere decir que así como sea la Catequesis, así será la fe de las futuras generaciones.
De manera particular, puesto que la Eucaristía es el culmen de la Iglesia y que la Iglesia nace de la Eucaristía y a la Eucaristía tiende, la Catequesis debe ser predominantemente eucarística. Sin la Eucaristía, la Iglesia Católica pierde su razón de ser, quedándose sin su soporte vital, sin la fuente, literalmente, de su vida, porque la Eucaristía es el Corazón de la Iglesia, del cual recibe la gracia y la Sangre de Jesucristo por medio de esas arterias que son los sacramentos. Del mismo modo a como un cuerpo humano recibe la vida de su corazón, a través del bombeo de la sangre que circula por sus arterias, así la Iglesia recibe la vida divina por medio de su Corazón, la Eucaristía, de la cual brota la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, que se distribuye por el Cuerpo de la Iglesia a través de los sacramentos.
         Para cumplir su tarea de la mejor manera posible –que trabaje sin paga alguna monetaria no significa que su trabajo puede ser hecho de cualquier manera, por el contario, debe ser hecho con la mayor perfección posible, según las palabras de Jesús: “Sed perfectos, como mi Padre del cielo es perfecto”-, el Catequista debe mejorar dos aspectos de su vida interior: profundizar e intensificar su vida de oración –principalmente, Rosario, Adoración Eucarística, Santa Misa-, ya que no se concibe un Catequista que no rece y, por otro lado, debe esforzarse por su formación específicamente católica porque el Catequista es un maestro de la fe y un maestro que no estudie, no es un maestro. En la tarea formativa del Catequista debe incluirse, de modo privilegiado, todo aquello que favorezca tanto el conocimiento del misterio de la Eucaristía –por ejemplo, leer las vidas de santos eucarísticos[1]-, como también la piedad y la devoción personal del Catequista, basados ambos en el amor y la adoración eucarística.
         Entonces, el Catequista debe formarse y rezar: formarse ante todo en el Catecismo y en aquello que es el Corazón de la Iglesia, la Eucaristía y la Santa Misa y debe rezar y alimentar su alma de aquello que es el Pan de los ángeles y que se nos ofrece gratuitamente, la Eucaristía y la Adoración Eucarística. ¿Cuántos catequistas han leído algún documento del Magisterio[2] sobre la Eucaristía? ¿Cuántos catequistas han leído algún libro sobre milagros eucarísticos, sobre santos, sobre vida espiritual, de autores católicos y no heréticos, como por ejemplo, el Padre Anselm Grün? Puede ser que alguno diga que es muy rudo y que no puede leer mucho; de acuerdo, pero a ese tal, le debería bastar con saber que la Santa Misa es el Sacrificio de Jesús, para no perderse ni una Misa y le debería bastar con saber que la Eucaristía es el Sagrado Corazón de Jesús vivo, glorioso, resucitado, lleno del Amor de Dios, para que su corazón arda en el deseo de comulgar y no perderse ni una Comunión. A ese tal no se le exigirá que estudie lo que no puede estudiar, pero sí se le exigirá qué hizo con el conocimiento básico y esencial que tenía a su alcance. Pero al que puede leer para formarse y no lo hace por pereza, se le pedirá cuentas de las lecciones de Catecismo que no preparó ni estudió por pereza, de las Misas faltadas por pereza, de las adoraciones eucarísticas no realizadas por pereza y de la falta de lectura que profundice su fe eucarística, por pereza. A cada uno se le pedirá según lo que se le dio; a nadie se le exigirá más de lo que puede, pero Dios es exigente y pide que le demos todo el amor del que seamos capaces y este amor se demuestra en el esfuerzo puesto en la preparación de las lecciones, en la oración y en la formación personal.
         Es imposible medir el “éxito” de una Catequesis, pero sin duda alguna, si en una Parroquia cualquiera, reciben anualmente la Catequesis de Comunión y Confirmación unos setecientos entre niños y jóvenes y al año siguiente, se verifica la asistencia dominical a Misa de solamente un 1% (uno por ciento), entonces, algo está fallando en la Catequesis. Si los niños, al término de su período de formación -dos años de Comunión y uno de Confirmación- no entendieron que deben vivir una vida espiritual cristiana y no meramente humana y que esa vida espiritual cristiana se alimenta de dos sacramentos, la Confesión y la Eucaristía, no entendieron nada de lo recibido en el Catecismo. La solución a esta crisis no consiste en salir a la caza de culpables, sino en comenzar a poner en orden la propia casa, es decir, el estudio, la formación y la vida de piedad del catequista y en reflexionar acerca de cómo estamos impartiendo la Catequesis. La solución tampoco está en multiplicar movimientos, porque los movimientos y grupos de la Iglesia -Acción Católica, Legión de María, etc.- no son fines en sí mismos y no son indispensables para la fe, aunque sí ayudan a la perseverancia. Pero el niño que se enamora de la Eucaristía, por así decirlo, no necesitará o lo necesitará muy secundariamente, a este apoyo dado por los movimientos.
         Si asumimos que la Catequesis es –o debe ser- “Eucarística” por antonomasia, entonces el trato dado a la Eucaristía tiene muchísima importancia, porque el trato que demos a la Eucaristía, revela nuestra Fe, la cual será como sea nuestro trato: reverente o irreverente.
         El Catequista debe fomentar la participación de sus alumnos en lo que constituye el supremo culto que la Iglesia Católica ofrenda a Dios Uno y Trino, el Sacrificio Eucarístico, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Calvario y esta tarea la llevará a cabo si él mismo asiste a la Santa Misa y se confiesa con regularidad. No se concibe un Catequista sin amor a la Eucaristía y sin confesión frecuente.
         Con respecto al trato dado a la Eucaristía, sobre todo en su recepción, hay que tener en cuenta que durante muchos siglos la Santa Iglesia Católica prohibió la comunión en la mano por diversos motivos: entre muchos otros, por el peligro de profanaciones eucarísticas por parte de herejes –los evangelistas o los integrantes de sectas, por ejemplo, no tienen la fe eucarística que tenemos los católicos, ya que para ellos la Eucaristía es solo un pedacito de pan bendecido, pero no la Presencia del Cuerpo y la Sangre de Jesús-; por el robo de Hostias consagradas para prácticas supersticiosas como por ejemplo, las misas negras; para acentuar la fe en la Presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, hecho que se facilitaba con la recepción de la Eucaristía en la boca.
         Ahora bien, los motivos por los cuales la Santa Iglesia prohibió la comunión en la mano durante siglos persisten hoy en día y, todavía más, se han agravado. Es decir, aquellas causas por las cuales la Iglesia prohibió que se comulgue en la mano, continúan vigentes en nuestro siglo XXI e incluso se han agravado substancialmente. En efecto, abundan los herejes –no solo fuera sino incluso dentro de la misma Iglesia- que niegan o ponen en duda la transubstanciación; en nuestros días, se practica la brujería como nunca antes en la historia de la humanidad, con lo que abundan los brujos y magos negros que pagan fortunas por Hostias consagradas robadas para practicar el satanismo en las misas negras -es conocido el milagro de la Hostia que sangró al ser apuñalada-, hecho con el cual se pone en evidencia que los brujos, los magos negros y los demonios, tienen más fe en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía que los mismos católicos, porque si tuvieran la débil fe de la mayoría de los católicos, ni se molestarían en robar y profanar la Eucaristía. Otro motivo por el cual se prohibió la comunión en la mano es que la recepción en la boca –y todavía más, de rodillas- fortalece la fe católica en la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús, el Hombre-Dios, en la Eucaristía, porque se trata de un gesto externo –la comunión de rodillas y en la boca- de adoración y de humillación del hombre frente a Dios oculto en la Eucaristía, y este gesto no depende de la época, de la historia o de la moda, sino que está inscripto en la naturaleza humana: el arrodillarse es un gesto de adoración externo que acompaña al acto de amor y adoración interior que deben preceder a la Comunión Eucarística. En definitiva, lo que queremos decir es que los hechos negativos y positivos que dieron origen a la prohibición, en la Iglesia, de la comunión en la mano, siguen aún más vigentes que nunca en nuestros días.
         ¿Cómo comulgar? Es cierto que la Santa Madre Iglesia ha recomendado, de los veinte siglos de existencia, durante catorce, la comunión de rodillas y que los grandes santos de la historia han comulgado de rodillas. Es cierto también que se autoriza a comulgar de pie y en la mano. Pero también el Cielo nos da una indicación de cómo comulgar: el Ángel Custodio de Portugal se postró con la rodilla en tierra ante la Eucaristía y el Cáliz que él había traído, antes de darles la comunión a los Pastorcitos, los cuales la recibieron de rodillas. El Cielo nos indica cómo comulgar: de rodillas y en la boca.
         Por otra parte, el Catequista debe tener en cuenta aquellos errores que se han popularizado y que atentan contra nuestra fe: Papá Noel, Halloween, el conejo de Pascuas, Carnaval. Corregir estos errores y denunciarlos, es tarea del Catequista, porque el Catequista tiene el sagrado deber ante Dios Trino, como ya lo dijimos, de transmitir la Santa Fe católica en su pureza e integridad total. Papá Noel ha desplazado al Niño Dios en Navidad; Halloween, fiesta satánica por excelencia, se hace pasar como fiesta inocente para niños y es el día en el que más profanaciones eucarísticas y misas negras satánicas se realizan, además de ser el día en el que más niños desaparecen, al ser secuestrados por los satanistas para realizar las misas negras (la devoción a la Virgen de la Eucaristía, cuyo día es el 30 de Octubre, un día antes de Halloween, el 31, tiene como fin, además de aumentar el amor y la devoción a Jesús Eucaristía, la reparación por los innumerables sacrilegios cometidos en Halloween contra la Eucaristía); la alegría de la fiesta de Pascuas no se reduce a degustar conejos de chocolate: se origina en la Resurrección de Jesucristo, el Hombre-Dios, que con su Muerte en Cruz y Resurrección, derrotó para siempre al Demonio, a la Muerte y al Pecado, los tres enemigos mortales de la humanidad, nos abrió las puertas del cielo y nos concedió su gracia santificante que nos hace hijos adoptivos de Dios. La alegría de la Resurrección es una alegría eucarística porque Jesús Resucitado, el mismo que resucitó glorioso el Domingo de Resurrección en el Santo Sepulcro, es el que está, en Persona, vivo, glorioso, resucitado, en la Eucaristía; por último, el Carnaval atenta directamente contra nuestra fe y contra la vida de la gracia, porque exalta todo lo que Jesús ha derrotado en la Cruz: el Carnaval exalta al Demonio, porque el Rey del Carnaval es el Demonio; el Carnaval exalta el pecado, porque la inmoralidad sexual, la lujuria, la lascivia, no son “efectos colaterales” del Carnaval, sino que son explícita y públicamente buscados y deseados; el Carnaval exalta la muerte, porque el desenfreno de las pasiones conduce a la muerte espiritual, es decir, al pecado mortal, y así enfría el alma, que queda vacía del Amor de Dios, en el inicio de la Santa Cuaresma.
        

        


[1] En Internet hay muchísimos sitios católicos acerca de santos: Aciprensa, EWTN, deangelesysantos.blogspot.com.ar, etc.
[2] Algunos documentos magisteriales sobre la Eucaristía: Ecclesia de Eucaristía de Juan Pablo II, 17 de Abril de 2003.
Mysterium Fidei, Carta Encíclica sobre la doctrina y el culto de la Sagrada Eucaristía, Paulo VI, 3 de Septiembre de 1965
Exhortaciones Apostólicas.
Sacramentum Caritatis, Exhortación Apostólica sobre la Eucaristía de S.S. Benedicto XVI, 19 de Mayo de 2007
Cartas Apostólicas.
Dominicae Cenae, sobre el misterio y culto de la Eucaristía, Juan Pablo II, 24 de Febrero de 1980
Dies Domini, Sobre la Santificación del Domingo, Juan Pablo II, 31 de Mayo de 1998.
Mane Nobiscum Domine, para el Año de la Eucaristía Octubre 2004-Octubre 2005, Juan Pablo II, 7 de Octubre de 2004.
Otros documentos:
Redemptionis Sacramentum, Instrucción sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 25 de Marzo de 2004.
Concilio Vaticano II, Constitución de la Sagrada Liturgia Sacrosantum Concilium.
Institutio Generalis Missalis Romani 2000 (Instrucción General del Misal Romano 2000), Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

1 comentario:

  1. P. Álvaro, qué maravilla. Mil gracias por su inestimable ayuda. Maravilloso todo lo que escribe. Que Dios lo bendiga!!

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