Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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miércoles, 26 de junio de 2013

Las Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños - Sexta y última Aparición de la Virgen


13 de octubre de 1917

Tal como sucedió en las otras apariciones de la Virgen, los videntes notaron el reflejo de una luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina. Luego comenzó el diálogo entre la Virgen y Lucía:
Lucía: ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?
Nuestra Señora: Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor. Que soy la Virgen del Rosario. Y que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán pronto a sus casas.
Lucía: Tengo que pedirle muchas cosas: la curación de unos enfermos, la conversión de unos pecadores...
Nuestra Señora: A unos sí, a otros noEs preciso que se enmienden, que pidan perdón de sus pecados. Y tomando un aspecto más triste dijo: No ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido.
Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo reflejar en el sol, y mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol.
En ese momento, Lucía exclamó: ¡Miren el sol!
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Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, se desarrollaron ante los ojos de los videntes tres cuadros sucesivamente, simbolizando primero los misterios gozosos del rosario, después los dolorosos y finalmente los gloriosos (sólo Lucía vio los tres cuadros; Francisco y Jacinta vieron sólo el primero).
Aparecieron, al lado del sol, San José con el Niño Jesús y Nuestra Señora del Rosario. Era la Sagrada Familia. La Virgen estaba vestida de blanco, con un manto azul. San José también estaba vestido de blanco y el Niño Jesús de rojo claro. San José bendijo a la multitud, haciendo tres veces la señal de la Cruz. El Niño Jesús hizo lo mismo.
Siguió la visión de Nuestra Señora de los Dolores y de Nuestro Señor agobiado de dolor en el camino del Calvario. Nuestro Señor hizo la señal de la Cruz para bendecir al pueblo. Nuestra Señora no tenía espada en el pecho. Lucía veía solamente la parte superior del cuerpo de Nuestro Señor.
Finalmente apareció, en una visión gloriosa, Nuestra Señora del Carmen, coronada Reina del cielo y de la tierra, con el Niño Jesús en los brazos.
Mientras estas escenas se desarrollaban ante los ojos de los videntes, la gran multitud de 50 a 70 mil espectadores asistía al milagro del sol.
Había llovido durante toda la aparición.
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Cual gigantesca rueda de fuego, el sol giraba rápidamente. Paró por cierto tiempo, para enseguida volver a girar vertiginosamente sobre sí mismo. Después sus bordes se volvieron escarlata y se deslizó en el cielo como un remolino, esparciendo llamas rojas. Esa luz se reflejaba en el suelo, en los árboles, en los arbustos, en los propios rostros de las personas y en las ropas, tomando tonalidades brillantes y diferentes colores. Animado tres veces por un movimiento loco, el globo de fuego pareció temblar, sacudirse y precipitarse en zig-zag sobre la multitud aterrorizada.
Duró todo esto unos diez minutos. Finalmente, el sol volvió en zig-zag hasta el punto desde donde se había precipitado, quedando de nuevo tranquilo y brillante, con el mismo fulgor de todos los días.
El ciclo de las apariciones había terminado.
Muchas personas notaron que sus ropas, empapadas por la lluvia, se habían secado súbitamente.
El milagro del sol fue observado también por numerosos testigos situados fuera del lugar de las apariciones, hasta una distancia de 40 kilómetros.   


Unas 50 a 70 mil personas asistieron a la Sexta y última Aparición de la Virgen




         Enseñanzas espirituales de la Sexta y última Aparición de la Virgen

         -La Virgen pide que se construya una capilla: el templo material es muy necesario para el Pueblo de Dios, porque como somos seres humanos, necesitamos de un lugar y de un espacio físico para reunirnos a orar a Dios. Si bien se puede orar en cualquier lugar y en cualquier momento, es muy necesario el reunirse en un templo, porque allí se le dedica y se le presta más atención a la oración y a la Presencia de Dios. Hay que recordar, sin embargo, que el templo material, hecho de piedras, ladrillos, techos, puertas y ventanas, es solo una figura y representación de ese templo de Dios que es infinitamente más valioso, y es el cuerpo humano. Por el bautismo, cada cuerpo ha sido convertido en templo del Espíritu Santo, por eso el templo material sirve para saber cómo debemos cuidar el templo que es el cuerpo. Por ejemplo: ¿a alguien se le ocurriría hacer entrar todo tipo de animales en el templo material? Por supuesto que no, porque dejarían todo sucio y ofenderían la Presencia de Jesús en el sagrario. Bueno, esos animales son figura de las pasiones y sus pecados, que no deben entrar en el cuerpo, porque se ofende al Espíritu Santo. ¿Alguien escucharía música mala e indecente, como la cumbia y algunos géneros de rock, o incluso solamente música mundana en la capilla? Por supuesto que no, y mucho menos en el cuerpo que es templo del Espíritu. ¿A alguien se le ocurriría gritar, enojarse, patalear, hablar mal de otras personas, o planear cosas malas contra alguien, en la capilla? Por supuesto que no, y por supuesto que mucho menos en el templo que es el cuerpo.
         -La Virgen da su nombre: “Virgen del Rosario”, y vuelve a pedir que se rece el Rosario todos los días, además de prometer que la guerra terminará pronto. ¡Cómo será de importante el rezo del Rosario, que la Reina de los cielos, en persona, ha venido a nuestro mundo, para pedirnos que lo recemos! Las promesas que da la Virgen por el rezo del Rosario son hermosísimas, y la más hermosa de todas, es que promete la gracia de la conversión final para quien lo rece todos los días.
         -Nuevamente, la Virgen dice que curará “a unos sí y a otros no”. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el cual la Virgen no va a curar a todos? El motivo es que Dios nos da, a través de la Virgen, aquello que nos conviene para nuestra salvación. Si la curación va a servir para que demos mayor gloria a Dios, entonces nos curará; pero si la curación servirá para que una vez sanos nos olvidemos de Dios y comencemos a recorrer el camino de la perdición, entonces no nos curará. Pero también puede suceder que no cura a una persona, porque esa enfermedad, ofrecida a Jesús en la cruz, sirve para abrirle las puertas del cielo a esa persona y a muchas otras más. Es decir, la Virgen puede no curar a una persona, porque esa persona, a través de su enfermedad, llegará al cielo, junto con muchas otras personas más. Si la Virgen lo curara, no iría al cielo. No lo cura, para que vaya directamente al cielo, como le pasó a Jacinta y a Francisco, que a pesar de haber recibido la visita de la Virgen, Ella no los curó, para que fueran directamente al cielo, sin pasar por el Purgatorio.
         -Además, la Virgen dice que le importa más la conversión del corazón, que la curación del cuerpo, porque por la conversión del corazón, el alma no solo deja de ofender a Dios, sino que lo ama cada vez más. Por este motivo es que la Virgen se pone triste, pidiendo que no ofendamos más a Dios. Para que nos demos cuenta, una mentira, una impaciencia, un enojo, un acto de pereza, de orgullo, de vanidad, ofenden a Dios, porque en Dios no hay nada de estas cosas malas. Pero hay que saber que, además de ofenderlo, un alma que es perezosa, enojona, impaciente, o dice mentiras, no puede estar delante de Dios, en quien no se encuentra absolutamente nada de estas cosas malas. Un alma sin convertir, es decir, un alma que no busque en esta vida, ser “mansa y humilde de corazón” como el Sagrado Corazón de Jesús; un alma que no busque ser “pura e inmaculada”, por la gracia santificante, como el Inmaculado Corazón de María, jamás entrará en el Reino de los cielos, de ahí la importancia de la conversión y la insistencia de la Virgen en la conversión.
         -Luego de este diálogo, viene la representación en el cielo: la Virgen había dicho que Ella era la Reina del Rosario, y por eso en el cielo se representan las imágenes de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y esto es una forma de enseñarnos a rezar el Rosario. El que dice que “se aburre” cuando reza el Rosario, es porque no lo sabe rezar como lo enseña la Virgen. Rezar el Rosario es repasar, con los ojos del alma y del corazón, los misterios de la vida de Jesús, misterios que pasan ante los ojos del alma como si fueran una película que se proyecta en las paredes del corazón, película de la cual no somos meros espectadores, sino actores de reparto, porque rezamos el Rosario para aprender de la vida de Jesús. Debemos “meternos” en las escenas, como dice San Ignacio de Loyola, para ver y escuchar a los actores principales, Jesús y María, para que la Virgen vaya grabando en nuestros corazones la vida y el Amor de su Hijo Jesús. Rezar el Rosario no es nunca repetir oraciones vacías dichas al aire: es entrar en el Corazón Inmaculado de María, para que Ella nos enseñe la vida de su Hijo Jesús y vaya grabando sus virtudes en nuestros corazones, de modo que cada vez seamos más y más parecidos a Él.
         -También aparece la Sagrada Familia: San José, el Niño y la Virgen, esto para enseñarnos cómo es la verdadera y única familia creada y querida por Dios: papá-varón (aunque San José era solo el padre adoptivo de Jesús), mamá-mujer, y el hijo, que es el fruto del amor de los esposos (aunque en este caso, el Niño Jesús es fruto del Amor del Espíritu Santo, Esposo de la Virgen María). Luego aparecen Nuestro Señor “agobiado de dolor camino del Calvario”, para recordarnos la Pasión de Amor que sufrió Jesús por cada uno de nosotros: cuando lo contemplemos así, con la cruz a cuestas, tenemos que pensar que en esa cruz están todos mis pecados, que Él los lleva al Calvario para destruirlos con su Sangre, y para donarme su Vida eterna, hacerme hijo de Dios, y llevarme al cielo para ser feliz para siempre. ¡Cuánto nos ama Jesús! Aparece en el cielo también Nuestra Señora de los Dolores, para recordarnos que la Virgen es Corredentora, es decir, Ella, unida a su Hijo Jesús, también nos salva, y aunque no haya sufrido los latigazos, ni haya sido coronada de espinas, ni haya llevado la cruz como Jesús, Ella sufrió todo eso en su espíritu, y se unió a su Hijo Jesús en su sufrimiento, y por eso Ella se llama “Corredentora”. Por último, apareció en el cielo la imagen de Nuestra Señora del Carmen, para recordarnos el uso del Santo Escapulario, el cual, según sus promesas, nos evita el infierno si morimos con él y, sobre todo, si nos comprometemos a vivir en estado de gracia y a preferir “morir antes que cometer un pecado mortal o venial deliberado”, como dice Santo Domingo Savio.
         -Finalmente, la Virgen realizó el milagro que había prometido, para que todos creyeran, y es el milagro del baile del sol. Ella hace girar al sol y lo hacer acercarse tanto, que la gente cree que se va a estrellar contra la tierra. La Virgen lo puede hacer, porque Ella es la “Reina y Señora de todo lo creado”, por su condición de Madre de Dios, Ella es la “Mujer revestida de sol, con la luna a sus pies”, como la describe el Apocalipsis, y por eso es que tiene poder sobre toda la Creación visible, pero también es Reina de los ángeles, y por eso tiene poder sobre todos los ángeles; es Reina de todos los santos del cielo, y es por eso que su poder sobre ellos es el de una amorosísima madre sobre unos hijos bondadosos.


Los peregrinos se conmueven ante la magnitud del milagro del sol

         Para apreciar mejor la magnitud de este milagro, hay que tener en cuenta que había llovido durante toda la aparición, por lo cual toda la gente, unos 50 a 70 mil espectadores, a pesar de los paraguas, estaban todos empapados. Esto es muy importante saberlo, porque cuando finalizó el milagro del sol, todos estaban completamente secos, y esto se debió a la escasa distancia a la cual se acercó el sol a la tierra. La secuencia del milagro, según los relatos de los testigos presenciales, fue así: cuando terminó el diálogo de Lucía con Nuestra Señora, en el momento en que la Santísima Virgen se elevaba y Lucía gritaba “¡Miren el sol!”, las nubes se entreabrieron, dejando ver el sol como un inmenso disco de plata. Brillaba con una intensidad jamás vista, pero no cegaba. Esto duró apenas un instante. En ese momento, el sol comenzó una serie de movimientos inéditos, que todos coincidieron en llamar “el baile del sol”. Este baile consistió en que el sol comenzó a girar rápidamente, se detuvo por un momento, para enseguida volver a girar sobre sí mismo, como un disco; luego, sus bordes se volvieron de color rojo-escarlata (recordando el color de la Sangre de Jesús) y cuando esto sucedió, comenzó a girar como un remolino, esparciendo llamas de color rojo. Esta luz rojiza se reflejaba en los árboles, arbustos, en los rostros y ropas de las personas, para luego cambiar a tonalidades de diferentes colores. Luego, sucedió algo todavía más impresionante: el sol se movió por tres veces, como sacudido por un temblor, y luego se precipitó sobre la multitud, acercándose a la tierra vertiginosamente, en zig-zag. Esto duró unos diez minutos, y luego el sol volvió, también en zig-zag, a su lugar de siempre, quedando tranquilo y brillante, resplandeciendo con la luz de todos los días. La gente observó que sus ropas se habían secado completamente, como fruto de la cercanía del sol con la tierra: se acercó tanto, que parecía que iba a chocar con ella. Este milagro fue observado no solo por los testigos de las apariciones, sino también hasta una distancia de unos 40 kilómetros, y fue descripto al día siguiente por numerosos periódicos.
Con el “baile del sol”, terminaron las apariciones[1] en Fátima.

        


[1] Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 66-71.

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