Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 19 de noviembre de 2017

El Evangelio para Niños: Parábola de los talentos


(Domingo XXXIII - TO - Ciclo A – 2017)

         “El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes” (Mt 25, 14-30). Los talentos que da el señor a sus siervos, son monedas de plata; cuando regresa, les da un premio a los que multiplicaron las monedas haciendo buenos negocios, pero da un castigo al que por perezoso y malo no hizo nada.
A nosotros también nos da Jesús muchos talentos, más valiosos que las monedas de plata y estos talentos son, por ejemplo, la vida, la inteligencia, la voluntad, la libertad. Pero también son talentos el bautismo, la comunión, la confirmación, la confesión sacramental.
Cada vez que nosotros desaprovechamos la misa, por ejemplo, por pereza, somos como el siervo malo y perezoso de la parábola, porque enterramos la gracia que Dios nos da en la Misa, que es la Eucaristía, el Corazón de su Hijo Jesús. Cada vez que comulgamos indiferentes, sin amor a Jesús Eucaristía, enterramos la gracia o el talento de unirnos por el amor al Corazón de Jesús que late en la Eucaristía. Cada vez que dejamos de hacer una obra de misericordia, como dar un buen consejo, enterramos el talento; cada vez que faltamos al Cuarto Mandamiento, somos como el siervo perezoso y malo.
Si por pereza no rezamos; si por pereza no asistimos a misa; si por pereza y falta de amor no nos confesamos ni comulgamos; si por pereza no ayudamos a nuestros hermanos más necesitados, somos como el siervo malo y perezoso y cuando salgamos de esta vida, Jesús no nos hará entrar en el cielo y nos dirá: “Porque fuiste malo y perezoso, no entrarás en el Reino de los cielos, porque en el Reino de los cielos no entran los que se dejan dominar por la pereza y la malicia del corazón”. Esto nos hace ver cuán importante es combatir la pereza, tanto la corporal –por ejemplo, cuando debemos estudiar, o cuando debemos ayudar en casa-, como la espiritual –la que no nos deja rezar ni asistir a misa-, y la razón es que nadie que sea perezoso, podrá entrar en el Reino de los cielos. También es importante combatir la malicia, que es el pecado, que anida en nuestros corazones –por ejemplo, cuando tenemos ganas de pelear, o devolver mal por mal-, ya que nadie que sea malo, entrará en el Reino de Dios. El tercer siervo, el que se queda sin premio y fuera de la casa de su señor, es “malo y perezoso”, y por eso debemos evitar el ser “malos y perezosos”.
Jesús nos da los talentos para que los hagamos rendir, para que cuando termine nuestra vida en la tierra, Él nos pueda decir: “Servidor bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor”.


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