Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Jesús es Rey, en la Cruz y en la Eucaristía



Jesús es Rey, porque Él mismo se lo dijo a Pilatos: “Yo Soy Rey”. Pero es un rey distinto a los reyes de la tierra.

A los reyes de la tierra les dan una corona de oro y plata, con muchas piedras preciosas, como rubíes, diamantes, zafiros, esmeraldas.

A Jesús, en cambio, le dan una corona de gruesas y duras de espinas, que le provocan mucho dolor, y hacen que su cabeza y su rostro se llenen de sangre. Y Jesús recibe la corona de espinas, para reparar por nuestros malos pensamientos.

A los reyes de la tierra, cuando los nombran reyes, les visten con vestimentas de seda roja y púrpura, bordados con hilos de oro.

A Jesús, Rey del cielo, le quitan la túnica que llevaba, empapada en su sangre y llena de tierra y barro, y lo dejan vestido con una túnica roja, sí, pero no de seda, sino formada por su propia sangre. Y Jesús se viste con su propia sangre, para expiar los pecados de impureza de los hombres.

A los reyes de la tierra les dan guantes de seda y anillos de oro fino para sus manos.

A Jesús, Rey de los hombres y de los ángeles, le dan para sus manos dos clavos de hierro, que le provocan muchísimo dolor y le hacen salir mucha sangre. Y Jesús se deja clavar las manos, para reparar por todas las cosas malas que hacen los hombres con sus manos.

A los reyes los calzan con fines calzados.

A Jesús, Rey del universo, le quitan sus sandalias, y atraviesan sus pies con un grueso clavo de hierro. Jesús se deja atravesar los pies, para reparar por todos los pasos malos dados por los hombres, y por todas las veces que nos dirigimos en dirección contraria a la Santa Misa.

Los reyes de la tierra, aunque poseen muchos bienes, siempre quieren más y más, y por eso tratan a los demás de modo despectivo y con dureza de corazón.

Por el contrario Jesús, Rey de los hombres y de los ángeles, Rey que reina en la Cruz y en la Eucaristía, a quien se le acerca para adorarlo, le concede mares infinitos de gracias, que brotan de su Sagrado Corazón, para que su Amor sea comunicado al prójimo, por medio de las obras de misericordia.

Jesús, Rey de cielos y tierra, quiere llevarnos a todos al cielo, para que vivamos para siempre en la feliz eternidad, en la compañía de su Papá, del Espíritu Santo, de su Mamá, la Virgen, y de todos los ángeles y santos. Lo único que tenemos que hacer, para que Jesús, Rey del cielo, nos lleve con Él, es dar amor al prójimo, el mismo Amor que recibimos de Él, que está en la Cruz y en la Eucaristía.

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