Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 5 de noviembre de 2011

La Comunión Reparadora de los cinco primeros sábados de mes



¿En qué consiste la comunión reparadora de los cinco primeros sábados de mes?

Como sabemos, la Virgen María se apareció a tres pastorcitos en Fátima, Portugal, en el año 1917. En esas apariciones, precedidas por las apariciones del Ángel de Portugal, la Virgen pidió, principalmente, el rezo del Santo Rosario, y sacrificios por los pecadores, pidiendo por su conversión, para evitar que cayeran en el infierno.

Si bien las apariciones finalizaron en ese mismo año, no terminaron ahí, pues la Virgen, en la tercera aparición en Fátima, el 13 de julio de 1917, había prometido que volvería, esta vez para pedir la consagración de Rusia, un país con gobierno ateo, y la comunión reparadora de los primeros sábados: “Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados”.

Así fue como la Virgen, teniendo a su lado al Niño Jesús sobre una nube luminosa, se apareció a la Hermana Lucía en su celda, en la Casa de las Doroteas de Pontevedra, el día 10 de diciembre de 1925.

Poniéndole la mano en el hombro, le mostró un corazón rodeado de espinas, que tenía en la otra mano. El Niño Jesús, señalándolo, le dijo a la Hermana Lucía lo siguiente: “Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está rodeado con las espinas que los hombres ingratos constantemente le clavan, sin haber quién haga un acto de reparación para quitárselas”.

¿Qué representan estas espinas que hieren el Corazón de la Virgen? Representan todas las ofensas dirigidas a la Virgen. Por ejemplo, si alguien se cura milagrosamente, en vez de atribuir esa curación a Jesús, que es Dios, y a la intercesión de la Virgen, lo atribuyen a los ídolos; otros ejemplos de ofensas a la Virgen son cuando alguien rompe alguna imagen suya, o cuando alguien se enoja con Ella y le dice cosas malas, como cuando un hijo desagradecido se enoja con su madre; las espinas representan también a todos los cristianos que los sábados y los domingos, en vez de rezar el Rosario, leer la Biblia, leer la vida de un santo, y asistir a Misa, prefieren salir a divertirse, a pasear, o ver televisión, deportes, cine, espectáculos. Todo esto ofende mucho a la Virgen, porque así desprecian el Amor de su Hijo Jesús, que se dona totalmente para cada uno de los hombres en la Eucaristía. En cada Eucaristía, Jesús nos regala su Amor, que es infinito y eterno, pero en vez de ir a recibir ese regalo del cielo que es la Eucaristía, los hombres, los bautizados, niños y jóvenes, prefieren sus diversiones. Las espinas representan también a todos aquellos que no hacen nada por mejorar, por ser más buenos, más dóciles, más santos; representa a todos aquellos que, en el momento de una prueba, en vez de recurrir a Jesús y a la Virgen, o se desesperan, o recurren a ídolos falsos, que en nada pueden ayudarlos; representa también a todos aquellos que han recibido favores y hasta milagros por parte de Jesús y de la Virgen, y no solo no se muestran agradecidos para con ellos, sino que los desprecian, porque los dejan de lado.

La Virgen se entristece mucho por esta ingratitud y por este desprecio a la Eucaristía, y es eso lo que representan las espinas.

Pero hay otra cosa que representan las espinas: todos aquellos que, sabiendo qué es lo que le pasa a la Virgen, no son capaces de consolarla con un acto de reparación, sino que se quedan sin hacer nada. Es como si un hijo, viendo llorar a su mamá, porque un hermano suyo la trató mal, en vez de acercarse a ella para consolarla, la dejara sola, sin decirle nada.

Después que Jesús le dijo esto, le habló la Virgen a la Hermana Lucía, diciéndole: “Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme y di que a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen el rosario y me acompañen quince minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”.

Luego, en otra aparición, Jesús le dijo que la confesión podía ser hecha dentro de los ocho días, e incluso muchos días más, pero que, en el momento de recibirlo a Él en la comunión, se debía estar en gracia. Ante la pregunta de Sor Lucía sobre los días de confesión, Jesús dijo: “Sí, puede ser, y hasta de muchos días más, con tal de que cuando me reciban estén en gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María”.

En esa misma aparición, la Hermana Lucía le preguntó por el caso de alguien que, al momento de confesarse, se olvide de poner la intención de desagraviar al Corazón de María, a lo que Nuestro Señor respondió: “Pueden ponerla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tengan para confesarse”.

Y en la vigilia del 29 al 30 de mayo de 1930, Nuestro Señor, hablando interiormente a la Hermana Lucía, le dijo que, si era necesario, el sacerdote podía cambiar el primer sábado por el primer domingo: “Será igualmente aceptable la práctica de esta devoción el domingo siguiente al primer sábado, cuando mis sacerdotes, por justos motivos, así lo determinen”.

La Virgen le dice a Sor Lucía cuál debe ser la reparación por tantas blasfemias e ingratitudes: la confesión sacramental, la comunión, el rezo del Rosario meditando sus misterios, los primeros cinco sábados de mes, con la intención de desagraviar a la Virgen.

Esto quiere decir que para cumplir el pedido de la Virgen, tanto al confesar, como al comulgar y rezar el Rosario en los Primeros Sábados de mes, se debe tener la intención de desagraviar a la Virgen, es decir, se debe tener presente que hay muchos que ofenden a la Virgen con sus ingratitudes y desprecios, y que se confiesa, se comulga y se reza el Rosario, para aliviar la pena de la Virgen.

Es como si un hijo le dijera a su mamá que llora por la ingratitud de otro hijo: “No te preocupes, mamá, ya no llores, yo te doy mi amor, por todo el amor que no te dan otros”.

La devoción de la Comunión Reparadora de los Primeros cinco Sábados de mes, consiste entonces en rezar con amor al Corazón de la Virgen, y de darle todo nuestro pobre corazón, para consolar a la Virgen, pidiéndole perdón por todos aquellos que la ofenden.

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