Jesús suda Sangre en el Huerto de los Olivos
Doctrina
¿Qué es el misterio de la Redención? Es
el misterio de Jesucristo sufriendo y muriendo en la cruz, para nuestra
salvación. Jesús nos redimió ofreciendo el sacrificio de su vida en la cruz; Él
recibió, en la Pasión y en la cruz, el castigo que justamente merecíamos por
nuestros pecados. Siendo Él Inocente –como Dios no podía tener ningún pecado, y
como Hombre perfecto tampoco-, quiso ofrecerse voluntariamente a Dios Padre,
para que nosotros no recibiéramos el castigo que la Justicia Divina tenía
preparado para nosotros, por nuestros pecados. Él se interpuso entre nosotros y
Dios, recibiendo en su Cuerpo lo que merecíamos por haber ofendido a Dios con
la malicia del corazón, el pecado. Al morir en cruz y derramar su Sangre, lavó
con su Sangre nuestros pecados y nos dio la gracia de ser hijos adoptivos de
Dios, y en eso consiste el misterio de la Redención.
¿De qué nos ha
redimido Jesús? Jesús nos ha redimido del pecado y de la eterna
condenación. En la Plegaria Eucarística I del Misal Romano, la Iglesia hace esta
petición: “Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu
familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación
eterna y cuéntanos entre tus elegidos. [Por Cristo, nuestro Señor”. Es decir,
la Iglesia pide a Dios, para nosotros, dos cosas: que nos libre de la “condenación
eterna” y que nos lleve al cielo: “cuéntanos entre tus elegidos”, y todo esto
que pide la Iglesia, nos consiguió Jesucristo por el misterio de la Redención,
su muerte en cruz.
Entonces, ¿qué es lo que Jesús nos obtuvo y
mereció para nosotros con su Pasión y Muerte en cruz? Jesús nos obtuvo el
perdón de los pecados, interponiéndose entre la Justicia Divina y nosotros, nos
libró así de la “condenación eterna”, y con su Sangre derramada, nos donó el
Espíritu Santo, que nos otorga la gracia de ser hijos adoptivos de Dios.
¡Hermosísimos regalos del Hombre-Dios Jesucristo para con todos los hombres!
¿Con qué disposición
de ánimo entregó Jesús su vida? Jesús dio su vida por obediencia a su Padre
celestial y por amor a nosotros, hombres pecadores. Jesús entregó su vida
voluntariamente, y esto quiere decir, de forma libre, no obligado, y por puro
Amor a su Padre Dios, que era quien le pedía que muriese en la cruz para
salvarnos. Jesús no subió a la cruz ni a la fuerza, ni con miedo, ni ningún mal
sentimiento: subió a la cruz con Amor, obedeciendo a Dios Padre con todo el
Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo. Con esa misma disposición de
ánimo, debemos nosotros asistir a la Santa Misa, para unirnos al sacrificio de
Jesús, por la salvación del mundo.
Explicación
Jesús ora en el Huerto
de Getsemaní y suda Sangre, a causa de la enormidad de la malicia de los
corazones de los hombres.
En esta imagen vemos a Jesús postrado en tierra y orando a
Dios Padre, pidiendo perdón por nuestros pecados. Mientras oraba, Jesús no solo
vio pasar ante sí la horrible fealdad de nuestros pecados –nuestros pecados
personales y los de todo el mundo-, sino que cargó VERDADERAMENTE sobre sí a
esos pecados. La vista de tanta fealdad y maldad y el saber que iba a sufrir
inútilmente para muchos, porque muchos lo iban a rechazar, hizo que Jesús
sintiera tanta angustia y dolor, que comenzó a sudar Sangre. Así empezaba a
lavar nuestros pecados, al precio de su Sangre Preciosísima. Y mientras Jesús
oraba al Padre, pidiendo por nosotros, sus Apóstoles –Pedro, Santiago y Juan- “dormían”,
a pesar de que Él les había pedido que “oraran junto con Él”,lo cual motiva el
dulce reproche de Jesús: “¿No habéis podido orar una hora conmigo?” (Mt 26, 36-46). De la misma manera,
muchos cristianos prefieren dormir –o divertirse, o hace cualquier otra cosa-,
en vez de visitar y adorar a Jesús Eucaristía en el sagrario. La falta de
oración, o la oración hecha con tibieza, es la causa de la falta de fuerzas
espirituales para luchar contra la tentación; los Apóstoles, debido a que no
fueron capaces de acompañar a Jesús mientras oraba en el Huerto de Getsemaní,
luego no tuvieron fuerzas para defender a Jesús cuando llegaron los soldados
romanos y los judíos para apresar a Jesús, y huyeron.
Judas Iscariote entrega
a Jesús con un beso, vendiéndolo por 30 monedas de plata.
Aquí vemos a Judas Iscariote, que con un beso en la mejilla,
entrega a Jesús, pues él les había dado esta señal: “Aquel a quien yo besare,
ése es; prendedle” (Mc 14, 44).
Al darle el beso traidor, Jesús le dice a Judas: “Amigo, ¿a
qué has venido?” (Mt 14, 44; Lc 22, 48). Al tratarlo de “amigo”,
Jesús le concedió a Judas, en ese momento, la gracia del arrepentimiento, pero
Judas despreció esa gracia, no se arrepintió, se desesperó y se ahorcó.
Práctica:
Consideraré los dolores del Redentor con íntima compasión, agradeciéndole cada
dolor sufrido por mí y cada gota de Sangre derramada por mí. Le pediré la
gracia a la Virgen, de imitar a Jesús en el Huerto de los olivos, y cumplir
siempre la Voluntad del Padre, aun cuando me cueste hacerlo.
Palabra de Dios: “Nadie
tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por los amigos” (Jn 15, 13); (Jesús en el Huerto de los
Olivos oraba): “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42). “Habéis sido rescatados… no
con plata y oro, corruptibles, sino con la Sangre preciosa de Jesucristo” (1 Pe 1, 18-19).
Ejercicios bíblicos:
Col 1, 14; 1 Jn 2, 2; 2 Pe 2, 21.
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