Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 16 de abril de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús resucitó


(Domingo de Resurrección – Ciclo A - 2017)

         El Domingo de Resurrección, la Iglesia está de fiesta, una fiesta que es más grande todavía que Navidad. ¿Por qué? Porque Jesús resucitó. ¿Qué quiere decir “resucitó”?
         Para saberlo, recordemos qué pasó el Viernes Santo: después de estar tres horas crucificado, es decir, clavado en la cruz sus manos y sus pies con tres clavos de hierro, Jesús murió y su Cuerpo fue llevado a un sepulcro nuevo, excavado en la roca.
Hagamos de cuenta que nosotros estamos dentro del sepulcro, junto con Jesús: Jesús está tendido sobre la roca, y el sepulcro está todo oscuro, en silencio y frío. Así pasó todo lo que quedaba del día del Viernes Santo y todo el Sábado Santo, hasta que el Domingo a la mañana, bien tempranito, vemos algo: a la altura del Corazón de Jesús, comienza a brillar una luz, que es muy pequeñita primero, pero que va creciendo y va recorriendo todo el Cuerpo de Jesús, y a medida que lo recorre, le va devolviendo la vida, hasta que todo el Cuerpo de Jesús está lleno de luz y de vida, y Jesús se levanta del sepulcro, vivo y glorioso, resplandeciente, con una luz que brilla más que miles de soles juntos. Si antes había silencio en el sepulcro, ahora se escuchan, primero, los latidos del Corazón de Jesús y, después, los cantos de los ángeles; si antes estaba oscuro, ahora todo brilla con la luz de la gloria de Dios, que sale del Cuerpo vivo de Jesús; si antes estaba frío, ahora lo invade todo el calor del Amor de Dios. Y nosotros, que estamos ahí en el sepulcro, nos alegramos y nos arrodillamos, para adorar a Jesús, que ha resucitado. Esto es lo que sucedió el Domingo de Resurrección: Jesús volvió a la vida, pero una vida distinta a esta que tenemos, porque su Cuerpo adquiere poderes especiales: es luminoso, puede atravesar puertas y paredes –cuando resucita, no se saca la Sábana Santa como lo hacemos cuando nos levantamos de dormir, sino que atraviesa la Sábana Santa y deja su imagen allí impresa-, no sufre ni siente dolor, no envejece y, lo más importante, ¡no muere más!
Pero lo más lindo de todo es que este Jesús resucitado, con su Cuerpo así glorioso y lleno de la vida, la luz y el Amor de Dios, viene a nosotros en cada comunión eucarística, para darnos esa misma luz, que es su Vida eterna, como una semilla, para que ya tengamos, como en germen, la resurrección, para que también nosotros seamos capaces de resucitar junto con Él. Cuando resucitemos, nuestro cuerpo tendrá los mismos poderes de Jesús: estará lleno de luz, no sufrirá, podremos atravesar puertas y paredes, y estaremos llenos de la gloria y del Amor de Dios. ¿Por qué hace todo esto Jesús? Porque Él quiere que nosotros estemos con Él en el cielo, y es para eso que, en cada comunión, nos da la vida eterna como en germen, como en semilla. Esto es entonces lo que festejamos en la Resurrección: que Jesús ha vencido a la muerte, que está con su Cuerpo glorioso en la Eucaristía, y que cuando comulgamos, recibimos su vida eterna en germen, para después poder resucitar. Cada vez que comulguemos, nos acordemos entonces de cómo resucitó Jesús el Domingo de Resurrección, y le agradezcamos, con todo el amor del que seamos capaces, que haya resucitado y que nos dé su vida eterna y su Amor en cada comunión.


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